“El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en redención de muchos”. Este ha de ser el sentido de la vida de cada cristiano: para dar la vida por amor.
"Se puso a hablarles muchas cosas con parábolas". Pidamos al Espíritu Santo "buenas explicaderas" y "buenas entendederas" para dar a conocer la razón más profunda de nuestra felicidad: sabernos amados por Dios.
“Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.” Cualquiera que acepte el compromiso de hacer la voluntad de Dios puede formar parte de esta familia espiritual.
“Fue María Magdalena y anunció a los discípulos: -¡He visto al Señor!”. De las pequeñas y grandes conversiones diarias renace un amor incondicional a Cristo, que nos mueve a repetir de mil modos diversos: "¡He visto al Señor!".
“No disputará ni gritará”. Jesús lleva a cabo su misión de una forma desconcertante para los hombres. Y al hacerlo, nos revela la profunda identidad del amor: la entrega de la propia vida por aquellos a los que se ama.
“El Hijo del Hombre es señor del sábado”. Los días en que celebramos a Dios, nos recuerdan que debemos ponerle en el centro de los quehaceres ordinarios de nuestra vida.