Lecturas de hoy. Viernes 20 de septiembre de 2024

"Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que Él había curado de malos espíritus y enfermedades"

Basílica de San Pedro. Ciudad del Vaticano. Roma.
Basílica de San Pedro. Ciudad del Vaticano. Roma.
  1. Primera lectura
  2. Salmo Responsorial
  3. Evangelio
  4. Comentario

Memoria de San Andrés Kim Taegon, presbítero y San Pablo Chong Hasang y compañeros, mártires

Viernes 20 

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (15,12-20):

Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo es que dice alguno de vosotros que lo muertos no resucitan? Si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación carece de sentido y vuestra fe lo mismo. Además, como testigos de Dios, resultamos unos embusteros, porque en nuestro testimonio le atribuimos falsamente haber resucitado a Cristo, cosa que no ha hecho, si es verdad que los muertos no resucitan.

Porque, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos.

Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Sal 16,1.6-7.8.15

R/. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor

Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R/.

 

Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha. R/.

Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante. R/.

Evangelio 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,1-3):

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

Palabra del Señor

Comentario del Santo Padre

La especificidad insustituible de la contribución femenina al bien común es innegable. Lo vemos ya en la Sagrada Escritura, donde a menudo son las mujeres las que determinan importantes puntos de inflexión en momentos decisivos de la historia de la salvación. Pensemos en Sara, Rebeca, Judit, Susana, Rut, para culminar con María y las mujeres que siguieron a Jesús incluso bajo la cruz, donde notamos que de los hombres quedó sólo Juan, los otros se fueron todos. Las valientes estaban ahí: las mujeres. En la historia de la Iglesia, además, pensemos en figuras como Catalina de Siena, Josefina Bakhita, Edith Stein, Teresa de Calcuta y también en las mujeres “de la puerta de al lado”, que con tanto heroísmo llevan adelante matrimonios difíciles, hijos con problemas...

La heroicidad de las mujeres. Más allá de los estereotipos de un cierto estilo hagiográfico, son personas impresionantes por su determinación, valentía, fidelidad, capacidad de sufrir y transmitir alegría, honestidad, humildad, tenacidad. Nuestra historia está literalmente repleta de mujeres así, tanto de famosas, como de desconocidas —¡pero no para Dios! — que llevan adelante el camino de las familias, de las sociedades y de la Iglesia. Como escribían los Padres del Concilio Vaticano II, podemos decir que «en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda las mujeres […] pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga.

(Discurso a los partecipantes en un encuentro organizado por la Strategic Alliance of Catholic Research Universities y de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontefice, 11 de marzo de 2023)

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