La gran mayoría de los asiáticos no tiene la libertad religiosa

El 10 de marzo se celebró en Roma una reunión organizada por el Consejo Pontificio para la Cultura sobre el desarrollo y la promoción de las culturas, en la que participaron los embajadores de Asia acreditados ante la Santa Sede.

El objetivo de la reunión, organizada por el padre Theodore Mascarenhas –que dirige la oficina del dicasterio encargada de las relaciones con Asia, África y Oceanía– era “llegar a todas las culturas de Asia a través de los representantes de los diferentes países, para promover y fortalecer los lazos ya existentes con los gobiernos, de manera que la fe cristiana tenga un impacto en las culturas asiáticas”.

Durante la jornada de estudio hubo un debate que contó con la presencia del arzobispo Savio Hon Tai-Fai, nacido en Hong-Kong y desde hace pocos meses secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos; monseñor Paul Tighe, secretario del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales; y los monseñores Paul Phan van Hien y Anthony Figueiredo, oficiales de los Consejos Pontificios Justicia y Paz y “Cor Unum”.

El discurso principal lo pronunció Thomas Hong-Soon Han, nuevo embajador de Corea del Sur ante la Santa Sede. Han, ex profesor de Economía, planteó la cuestión: “La felicidad, ¿es la causa o el efecto de desarrollo?”. Habló de la creciente brecha entre los países desarrollados y en desarrollo. El 20% de los más ricos de la población mundial consumen más del 76% de los recursos mundiales, mientras que el 20% de los más pobres, sólo el 1%.

El embajador de Corea hizo hincapié en el respeto a la vida como un aspecto clave del desarrollo mundial, particularmente en Asia, donde se llevan a cabo el 86% de los 46 millones de abortos que se realizan cada año en todo el mundo. Otro aspecto central del desarrollo es la libertad religiosa: “La gran mayoría de las personas en Asia no tiene libertad religiosa”, que es, según Han, “otra forma de pobreza”.

El padre Mascarenhas destacó que lo fundamental en este tipo de reuniones es “crear una conciencia intercultural; un diálogo entre las culturas, evitando el extremismo y la mezcla indiscriminada de las religiones. Cada cultura vive en su propio mundo, a menudo de forma aislada y en conflicto. En definitiva, se trata de evitar un choque de culturas. La interculturalidad significa, por otra parte, una integración de los pueblos”.

Alfonso Bailly-Bailliére

 

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