El Canon literario del papa Francisco

Papa Francisco.
Papa Francisco.

Ya se ve que el Papa Francisco aprovecha bien las vacaciones. Como fruto de su descanso suele regalarnos algún texto sobre, diríamos, cuestiones que considera no se deben obviar. 

Ha ocurrido esta pasada semana con la “Carta del Santo Padre Francisco sobre el papel de la literatura en la formación”. 

Una preciosa reflexión, inicialmente pensada para la formación de los sacerdotes, y consagrados, pero que como afirma en el texto, “luego pensé que, de manera similar, estas cosas pueden decirse de la formación de todos los agentes de pastoral, así como de cualquier cristiano. Me refiero a la importancia que tiene la lectura de novelas y poemas en el camino de la maduración personal”.

Lo propuesto por el Papa es sumamente sugerente y responde a una situación cultural que se da también en la Iglesia.

El Papa no ha propuesto un Canon a lo Harold Bloom. Nos ha invitado a cada uno a construirlo. 

Partamos de la evidencia de que no estamos, precisamente, en una época en la que en la Iglesia se priorice la cultura, la pasión por el saber, el estudio, las letras y las ciencias. 

Ahora prima la praxis, la práctica sobre la teoría, es decir, la pastoral. Aunque no sé si es posible una buena pastoral sin una mejor teología.

También estamos en un momento en el que se está reformulando todo lo que tiene que ver con la formación de los futuros sacerdotes. A veces, y en la práctica, de forma no siempre o bien explicada o del todo comprensible. 

Cada vez escucho más un cantus firmus sobre la no utilidad del año propedéutico. Y eso que lleva poco tiempo en marcha. Sin ser un especialista en la materia, solo por comparación de los procesos de formación en la sociedad, da la impresión de que se está poniendo el acento en las formas y los medios, cuando lo que se tenía que tener claro es el contenido de lo que se ofrece. No se trata de más tiempo o menos tiempo, de más estructuras, formas y modelos, sino de tener claro cuál es el contenido.

 

En este sentido, era común, hace años, la queja de que los futuros sacerdotes habían abandonado el interés por la literatura y la poesía, entre otras razones, por cierto miedo al mundo, por cierto alejamiento de la realidad que, se podía llegar a considerar, como pecaminosa. De ahí que había descendido el interés por la literatura y la poesía o se limitaba a ciertas etapas y géneros clásicos. 

Tengo para mi que, aceptando la posibilidad de lo anterior, el problema del escaso interés por la lectura y la poesía viene de los sistemas de educación y formación previos al estudio de la filosofía y al teología. 

Es un problema común y, digamos, generacional. Pongo un ejemplo. El primer año en una Facultad universitaria prácticamente se dedica ahora a suplantar las carencias de la formación recibida en el bachillerato. 

Bien saben los profesores de literatura lo que ha costado que se sigan manteniendo esas asignaturas en los planes de la educación secundaria y del bachillerato. 

Bien saben de la crisis de la Facultades universitarias de filología, humanidades, filosofía incluso, que ha sido y sigue siendo galopante.  Se salva, más o menos, el estudio de la historia, pero sin tirar cohetes. 

Dicho lo cual, que el Papa Francisco anime a la formación cultural y humana desde la literatura supone una interesante invitación que no debe caer en saco roto. 

Podría poner el ejemplo de lo que hicimos en la Universidad con la introducción de la asignatura de “Grandes Libros”, que en mi Facultad, no obvia lo que propone el Papa. Una asignatura que históricamente se debe a Leo Strauss en su época de Rector, y que, ciertamente, no es fácil articular en la práctica.   

No quisiera olvidar que, en determinados movimientos y realidades de Iglesia, este proceso de lectura de buena literatura es consubstancial a su forma de entender la formación humana y cristiana. Comunión y Liberación, por citar alguno. Otros se han caracterizado por los clubs de lecturas, por potenciar librerías, no religiosas, como medio para difundir la belleza, el bien y la verdad.  

Invito a los lectores y lectoras a leer íntegra la carta del Papa y a elaborar un canon personal de lecturas universales obligatorias. Como suelo decir en clase, hay una serie de libros que un universitario del siglo XXI no puede no haber leído. Por dignidad, incluso. 

Otra cuestión que humildemente sugiero al Papa, y al Dicasterio competente, es que se reflexione sobre el papel de las series de ficción en la cultura actual, que en gran medida están cumpliendo la función de la novelística clásica. Lo digo por lo que dice el Papa, en la Carta, acerca del predominio de lo audiovisual.  

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