La conferencia de monseñor Martínez Camino

Juan Antonio Martínez Camino.
Juan Antonio Martínez Camino.

Por razones docentes y discentes no pude venir de El Escorial para asistir a la conferencia que el obispo auxiliar de Madrid, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, pronunció en el Foro San Juan Pablo II para clausurar este curso. El Foro cultural de la madrileña parroquia de la Concepción de Goya, por si no lo saben. Uno de los Foros más activos y culturalmente atractivos del Madrid eclesial. 

Pero me hablaron tan bien de la conferencia que no me he resistido a pedirla para pensar y escribir sobre ella. El título era ya de por sí significativo: “La Iglesia, en la encrucijada: la urgencia de la Misión”. Un texto que no sólo sirve para leer, también para rezar.

No es necesario que diga que monseñor Martínez Camino tiene lo que se llama vulgarmente pensamiento propio. Se podrá estar de acuerdo, más o menos de acuerdo, más o menos en desacuerdo, o en desacuerdo total –algo, entiendo difícil- con lo que dice este obispo auxiliar de Madrid. Pero lo que no se puede negar es que no utiliza lugares comunes al uso. Con un punto además de sana provocación, que, por qué no decirlo, bien puede ser una especie de profetismo.  

“La Iglesia se halla hoy en una encrucijada histórica”, no está mal la primera frase. Tranquilos que no voy a reproducir la conferencia íntegra. Espero que tarde o temprano se publique.

Voy a referirme sólo al principio de su texto. Partamos de un poco de sociología cuantitativa: “El año que viene, si Dios quiere, celebraremos los 2025 años de la Encarnación del Señor. Desde entonces el número de católicos sigue creciendo en números absolutos. En 2021 aumentó en más de 16 millones, hasta alcanzar un total de casi 1.376 millones. Pero ese año hubo en Europa 244.000 católicos menos; y en términos porcentuales - respecto de la población total del mundo - el número de católicos disminuye levemente. Es decir, que el aumento se reduce prácticamente a un cierto crecimiento vegetativo”.

La clave no son los números. Sabía el obispo auxiliar de Madrid que “las cifras no son exactas, no lo son todo y admiten diversas explicaciones”.

“Pero estos números –añadió- nos parecen un signo de que la Iglesia no está en el mejor de los momentos de su historia. En Occidente y, en particular, en Europa estamos en números negativos, pero sobre todo, nos hallamos en un momento muy delicado respecto de la influencia de la fe en la cultura, es decir, en el modo común de vivir, el que se refleja en las costumbres más generalizadas y en las leyes. En este sentido, la fe cristiana retrocede a ojos vista en Occidente”.

Y aquí viene una pregunta de fondo que daría para un buen Seminario de estudios interdisciplinares.

Dice don Juan Antonio: “Por primera vez en la historia bimilenaria de la Iglesia, la cultura se ha vuelto pagana delante de nosotros”. Cuando leí esto no sé por qué pensé en la Revolución Francesa, o en la Revolución Rusa, en las Revoluciones fruto y aceleradoras de la modernidad.

 

Continúa monseñor Martínez Camino: “En sus dos mil años de existencia, la Iglesia había conseguido evangelizar casi todas las culturas a cuyo encuentro salía con vigor misionero: los armenios, los griegos, los romanos, los germanos y pueblos del norte y este de Europa, los aztecas, los mayas, los incas, pueblos africanos, etc. Los modos de vida que señalan estos nombres se fueron haciendo cristianos gracias a la predicación y al testimonio de los cristianos, de la Iglesia. Todas esas culturas abandonaron los ídolos y abrazaron la fe en el Dios de Jesucristo. Dejaron progresivamente costumbres como los sacrificios humanos, la esclavitud y las castas sociales, el infanticidio, la eutanasia, la poligamia, la crueldad social, la tiranía política, etc. y fueron adquiriendo una conciencia cada vez mayor de la dignidad de todo ser humano, que pasó a ser considerado y tratado como persona, un ser creado a imagen y semejanza de Dios, del Dios revelado en la persona de Cristo.

En cambio, la cultura dominante hoy en Occidente, y en particular en Europa, prescinde conscientemente de toda referencia positiva a Dios, sobre todo, al Dios de Jesucristo, y vuelve a usos paganos de nuevo socialmente reconocidos, como la eutanasia, el aborto, la selección de seres humanos, la poligamia sucesiva y el hedonismo individualista más o menos cínico, sin olvidar las tiranías implantadas en su momento en Europa por las ideologías ateas de uno y otro signo político, causantes de las mayores masacres de la historia. Además, el subjetivismo relativista imperante ha hecho aparecer nuevas formas de deshumanización aparejadas la exacerbación de la idolatría del “yo” y de la “Humanidad”, como es el caso de la ideología de género, del animalismo y del transhumanismo””.

A partir de ahí, monseñor Martínez Camino se refiere a la complejidad de las causas, que agrupa en “causas históricas genéricas y causas eclesiales particulares” para, posteriormente, delinear aspectos sustantivos de “la urgencia de la Misión: la salvación de Dios, tan deseada como siempre y más necesaria que nunca”.

Ya sé que les dejo con la miel en los labios. Quizá en otro momento retome algún aspecto más de esta conferencia. Una conferencia que me permitió, días después, un debate con mis alumnos de El Escorial. Una especie de test de recepción del pensamiento de un obispo que, por mucho que se diga, interpela.

                       

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