Un Stop dramático

Operarios limpiando una playa
Operarios limpiando una playa

Lo presencié el pasado lunes, y lo recuerdo ahora todavía con la respiración contenida. Un autobús urbano estuvo a punto de atropellar a un joven que iba en moto, en una calle paralela a un concurrido paseo marítimo. Había un Stop que se había saltado. Me fijé y era cierto, pero casi íntegramente tapado por una furgoneta aparcada. El joven conductor alegó que no se ve prácticamente nada, y era cierto. Un amigo que me acompañaba envió un mail al ayuntamiento para que señalizasen mejor ese Stop, que según parece se puso tras un accidente mortal hace años. El autobús no había infringido ninguna señal, pero casi le cuesta la vida a ese joven.

Ese mismo día observé varios tramos de accesos al paseo marítimo: traviesas levantadas, sueltas, que dificultan el paso normal y, desde luego, a personas en sillas de ruedas, andadores, o carritos de bebé. Las quejas son continuas. También me consta que se ha dicho al ayuntamiento, sin respuesta todavía.

Algo vamos mejorando en la responsabilidad ciudadana, en ser conscientes de los deberes cívicos, a la vez que ejercer nuestros derechos, sin quedarnos en lamentos estériles. Pero nos falta bastante para asimilar que la moral también tiene una dimensión social, ya que el hombre tiene una dimensión social en su naturaleza. Es cierto que cada uno es responsable de sus actos, pero en esos actos hay que incluir las acciones y omisiones de nuestra vida social o con repercusiones en ella.

Tal vez en verano observamos más dejaciones, relajamiento. Es típico el ejemplo de los ruidos  vespertinos y nocturnos en los apartamentos turísticos. También los abundantes objetos que se lanzan al suelo en vez de buscar papeleras o contenedores: el sencillo argumento de que uno no debe tirar en la calle lo que no tiraría en el suelo de su casa dista bastante de ser realidad todavía. 

En el Catecismo de la Iglesia Católica hay unos números muy claros sobre esa participación en la sociedad y tomar parte activa en la vida pública. Es el caso del número 1913: “La participación es el compromiso voluntario y generoso de la persona en los intercambios sociales. Es necesario que todos participen, cada uno según el lugar que ocupa y el papel que desempeña, en promover el bien común. Este deber es inherente a la dignidad de la persona humana”. 

También resulta ilustrativo el número 1914: “La participación se realiza ante todo con la dedicación a las tareas cuya responsabilidad personal se asume: por la atención prestada a la educación de su familia, por la responsabilidad en su trabajo, el hombre participa en el bien de los demás y de la sociedad”.

No hay que ser en la vida “escarabajo pelotero”, que va recogiendo únicamente la basura. Es bueno alegrarse de hechos que revelan una gran responsabilidad profesional y cívica. En una televisión nacional española y un periódico se ha dado la noticia de una grave negligencia traumatológica en un hospital, escuchando a un nieto muy indignado pero sin escuchar a los médicos, lo cual en periodismo siempre es un grave error: no escuchar a las dos partes. Desde este Servicio se han puesto en contacto con ese diario, y lo ha hecho un especialista que no es quien se hizo cargo de ese paciente, pero indignado por la grave injusticia que se estaba cometiendo. Para descubrirse.

Y acabo con un apunte de ironía y humor. Un periodista entrevistó a un obispo en una televisión local, y éste aludió a que toda persona tiene pecados. El periodista, sorprendido, le preguntó si él también tenía pecados, a lo que le dijo que por supuesto. La respuesta del periodista, ya fallecido, fue antológica: “Pero serán de pensamiento, ¿no?”. Todavía resuenan las carcajadas. En un santiamén reflejó la visión de la moral que se tiene en muchos ámbitos, totalmente individual y ceñida a algunos aspectos.

Zenón de Elea

 

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