Lecturas de hoy. Jueves 5 de septiembre de 2024

La cercanía de Jesús es una constante invitación a acogerlo y a dejarle que viva en nosotros; su mirada es una llamada a echar las redes, allá donde estemos.

Altar Mayor. La Santa Iglesia Catedral Metropolitana de la Encarnación de Granada
Altar Mayor. La Santa Iglesia Catedral Metropolitana de la Encarnación de Granada
  1. Primera lectura
  2. Salmo Responsorial
  3. Evangelio
  4. Comentario

Lecturas del Jueves de la XXII Semana del Tiempo Ordinario

Jueves, 5

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (3,18-23):

Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia.» Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos.» Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.


Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Sal 23,1-2.3-4ab.5-6

R/. Del Señor es la tierra y cuanto la llena

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. 

R/. Del Señor es la tierra y cuanto la llena

 

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. 

R/. Del Señor es la tierra y cuanto la llena

Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. 

R/. Del Señor es la tierra y cuanto la llena

Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,1-11):

En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»
Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.»
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a lo socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.»
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres.»
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor

Comentario

El evangelio de hoy nos relata cómo Jesús quiere contar con nosotros para llevar su buena nueva por el mundo. Para ello resulta necesario reconocer tanto la propia condición frágil como la identidad profunda de Jesús.

En sus afanes de pescador, Pedro ve a Jesús venir a su barca, para dar desde ella el alimento de su palabra a los hambrientos. Jesús busca la forma de que le puedan oír lo mejor posible. Al mismo tiempo, confirma sus palabras con un milagro. Pedro no ha conseguido pescar nada a pesar de sus esfuerzos y, entonces, Jesús le da una indicación que él acoge con humildad. De repente, la extraordinaria pesca le hacer caer en la cuenta de su pequeñez y de quién es el que está en su barca. Y siente miedo: tanto por conocerse, como por la cercanía con Dios.

La solución a este temor natural no es alejarse de Jesús. Cuando Dios nos mira, lo que ve es lo que podemos llegar a ser. Su mirada amorosa siempre tiene forma de ánimo y de llamada, de invitación a acogerle y a dejarle que viva en nosotros (Cfr. Ga 2,20). En la barca, Jesús hace ver a Pedro el sentido profundo de su existencia: colaborar con él en la expansión de su Reino. El lago es la vida, y muchos transitan por ella ajenos a Dios y a lo que nos ofrece. Con Pedro, nosotros somos invitados a echar las redes, allá donde estemos. Dios dará el fruto: “Si me seguís os haré pescadores de hombres; seréis eficaces, y atraeréis las almas hacia Dios. Debemos confiar, por tanto, en estas palabras del Señor: meterse en la barca, empujar los remos, izar las velas, y lanzarse a ese mar del mundo que Cristo nos entrega como heredad” (Es Cristo que pasa, n. 159).

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