Lecturas de hoy. Domingo 9 de junio de 2024

EN aquel tiempo, Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí. Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». El los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre». Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo. Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les pregunta: «Quiénes son mi madre y mis hermanos?». Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Lecturas del día de hoy
Lecturas del día de hoy
  1. Primera lectura
  2. Salmo Responsorial
  3. Evangelio
  4. Comentario

Lecturas del X Domingo del Tiempo Ordinario

Domingo

Primera lectura

Lectura del libro del Génesis. [Gén 39-15]

CUANDO Adán comió del árbol, el Señor Dios lo llamó y le dijo:
«¿Dónde estás?».
Él contestó:
«Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor Dios le replicó:
«¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?».
Adán respondió:
«La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer:
«¿Qué has hecho?».
La mujer respondió:
«La serpiente me sedujo y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente:
«Por haber hecho eso, maldita tú
entre todo el ganado y todas las fieras del campo;
te arrastrarás sobre el vientre
y comerás polvo toda tu vida;
pongo hostilidad entre ti y la mujer,
entre tu descendencia y su descendencia;
esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón».


Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Sal 129, 1b-2. 3-4. 5-7ab. 7cd-8 (R/.: 7cd)

R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

V/. Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi Voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. 

R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

 

V/. Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes temor. 

R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

V/. Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. 

R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

V/. Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. 

R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Segunda Lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios. [2 Cor 4, 13 — 5, 1]

HERMANOS:
Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él.
Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.
Por eso, no nos acobardamos, sino que, aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día.
Pues la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria, ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.
Porque sabemos que si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un sólido edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y está en los cielos.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos. [Mc 3, 20-35]

EN aquel tiempo, Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí.
Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:
«Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios».
El los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas:
«¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dice:
«Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
Él les pregunta:
«Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Palabra del Señor

Comentario

A Jesús, en el cumplimiento de su misión, no le faltaron dificultades surgidas de malentendidos, como a veces puede sucedernos también a sus discípulos. Este pasaje del Evangelio habla de dos tipos de incomprensiones que tuvo que afrontar.

Una de ellas fue por parte de algunos escribas que, ante las curaciones de endemoniados que había realizado, se resisten a creer e intentan desacreditarlo. Dicen que «tiene a Beelzebul, y expulsa los demonios por el príncipe de los demonios» (Mc 3,22), lo que equivale a decir que estaba endemoniado.

La envidia hace perder la objetividad e incluso puede llegar a dañar gravemente la reputación de los demás. Por eso, este episodio tiene una enseñanza que nos sirve a todos, y el Papa Francisco nos advierte con prudencia: «Puede suceder que una envidia fuerte por la bondad y por las buenas obras de una persona pueda empujar a acusarlo falsamente. Y aquí hay un verdadero veneno mortal: la malicia con la que, de un modo premeditado se quiere destruir la buena reputación del otro. ¡Que Dios nos libre de esta terrible tentación! (…) Estad atentos, porque este comportamiento destruye las familias, las amistades, las comunidades e incluso la sociedad».

Jesús no tolera esta acusación y responde enérgicamente con un argumento que cualquiera puede comprender: «Si un reino está dividido en su interior, ese reino no puede sostenerse; y si una casa está dividida en su interior, esa casa no podrá sostenerse. Y si Satanás se levanta contra sí mismo, entonces se encuentra dividido y no puede sostenerse, sino que ha llegado su fin» (Mc 3,24-26). El Señor da la vuelta a las blasfemias que lanzaban contra él y deja clara la importancia de la unidad para sacar adelante cualquier proyecto. De hecho, en la última cena, Jesús pedirá al Padre que conserve en la unidad a sus discípulos: «Que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti» (Jn 17,21).

Otro tipo de incomprensiones que Jesús tuvo que afrontar procedía de sus propios parientes, que echaban de menos el tenerlo con más frecuencia entre ellos. Cristo estaba tan entregado a la gente que a veces no tenía tiempo ni siquiera para comer, así que ellos «fueron a llevárselo porque decían que había perdido el juicio» (Mc 3,21).

El texto evangélico habla de sus «hermanos» (Mc 3,31). La palabra «hermanos» era en arameo, la lengua hablada por Jesús, un término genérico: se llamaba hermanos también a los sobrinos, los primos hermanos y los parientes en general.

Cuando le dicen al Señor que «tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan» (Mc 3,32) responde de un modo aparentemente duro: «¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos? (…) Quien hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mc 3,33 y 35). La nueva familia que Jesús ha formado ya no se basa en vínculos naturales, sino en la fe y en el amor que acoge y une. Todos nosotros estamos llamados a formar parte de ella.

Esto no excluye a su madre, ni a sus parientes; al contrario, les otorga el mayor reconocimiento. María es con toda razón su madre, ya que siempre obedeció en todo a la voluntad de Dios. Por eso dice san Agustín que «Santa María cumplió con toda perfección la voluntad del Padre, y, por esto, es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo».

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