Lecturas de hoy. Martes 11 de junio de 2024

«El Reino de los Cielos está cerca»”. La misión apostólica no se reduce a la transmisión de una información o de una doctrina. El apóstol transmite el mensaje de Jesús viviendo como su Señor.

Lecturas de hoy
Lecturas de hoy
  1. Primera lectura
  2. Salmo Responsorial
  3. Evangelio
  4. Comentario

Lecturas del San Bernabé, apóstol

Martes

Primera lectura

Lectura del primer libro de los Reyes (17,7-16):

En aquellos días, se secó el torrente donde se había escondido Elías, porque no había llovido en la región. Entonces el Señor dirigió la palabra a Elías: «Anda, vete a Sarepta de Fenicia a vivir allí; yo mandaré a una viuda que te dé la comida.»
Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña.
La llamó y le dijo: «Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba.»
Mientras iba a buscarla, le gritó: «Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan.»
Respondió ella: «Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos.»
Respondió Elías: «No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: «La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra.»»
Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.


Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Sal 4

R/. Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.
Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?

R/. Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro

 

Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis,
reflexionad en el silencio de vuestro lecho. 

R/. Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro

Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?»
Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría
que si abundara en trigo y en vino. 

R/. Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Palabra del Señor

Comentario

El evangelio de hoy, fiesta del apóstol san Bernabé, nos presenta de manera sintética algunas de las características del mensaje que Jesús quiere que sus enviados transmitan.

Lo que deben predicar, de manera esencial, es que el Reino de los Cielos está cerca. Sin embargo, acto seguido, Jesús les da una serie de indicaciones que dejan claro que la misión apostólica no se reduce a la transmisión de una información o de una doctrina.

En la versión de san Lucas se nos ofrece también una orientación útil: “el Reino de Dios no viene con espectáculo; ni se podrá decir: «Mirad, está aquí», o «está allí»; porque, daos cuenta de que el Reino de Dios está ya en medio de vosotros” (Lucas 17, 20-21). El Reino de Dios es Jesús mismo.

Por lo tanto, el Señor envía a sus apóstoles con un mensaje que está destinado a convertirse en vida. La misión no es una campaña publicitaria: es la encarnación del mensaje del Verbo Encarnado. Por eso, los signos que acompañan esta embajada son la caridad (curar, resucitar, sanar, exorcizar), la pobreza (no hace falta oro, ni siquiera sandalias), el trabajo honrado que se gana el salario justamente y el deseo de paz para los hogares que visitan.

En resumen: el apóstol transmite el mensaje de Jesús viviendo como su Señor.

La vida de san Bernabé es un ejemplo muy atractivo de cómo hacer realidad esa llamada de Cristo. Nos dice la primera lectura que era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe (Hechos 11, 24). Esas cualidades se hicieron particularmente evidentes con un gesto que cambió para siempre la historia de la Iglesia: “llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles” (Hechos 9, 26).

Fue el apóstol que celebramos hoy el que introdujo en la vida eclesial a Pablo, el futuro Apóstol de las gentes. Y lo hizo porque estaba lleno de Espíritu Santo y de fe. De él podemos aprender que la misión apostólica solamente la llevaremos a cabo si estamos llenos de la presencia del Paráclito, y su fruto más evidente siempre será la caridad con que tratemos a cada alma, tal como lo hizo Jesús.

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