Lecturas de hoy. Domingo 23 de junio de 2024

“¿Por qué os asustáis? ¿Todavía no tenéis fe?” En la vida de la Iglesia, y en nuestra vida habrá siempre tempestades, es decir dificultades. Mantengámonos serenos, sabiendo que el Señor está siempre junto a nosotros, nos ve y nos brinda su ayuda.

Lecturas del día de hoy
Lecturas del día de hoy
  1. Primera lectura
  2. Salmo Responsorial
  3. Evangelio
  4. Comentario

Lecturas del XII Domingo del Tiempo Ordinario

Domingo

Primera lectura

Lectura del libro de Job (38,1.8-11):

El Señor habló a Job desde la tormenta: «¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, cuando le puse nubes por mantillas y nieblas por pañales, cuando le impuse un límite con puertas y cerrojos, y le dije: «Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus olas»?»


Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Sal 106,23-24.25-26.28-29.30-31

R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia

Entraron en naves por el mar,
comerciando por las aguas inmensas.
Contemplaron las obras de Dios,
sus maravillas en el océano. 

R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia

 

Él habló y levantó un viento tormentoso,
que alzaba las olas a lo alto;
subían al cielo, bajaban al abismo,
el estómago revuelto por el marco. 

R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia

Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar. 

R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia

Se alegraron de aquella bonanza,
y él los condujo al ansiado puerto.
en gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres. 

R/. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia

Segunda Lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,14-17):

Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. Por tanto, no valoramos a nadie según la carne. Si alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no. El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,35-40):

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla.»
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón.
Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!»
El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?»
Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»

Palabra del Señor

Comentario

Los tres evangelios sinópticos narran dos tempestades que se levantaron bruscamente en las aguas generalmente tranquilas del lago de Genesaret. La del evangelio de hoy fue la primera. Muchos autores, en especial los Padres de la Iglesia, han subrayado su carácter simbólico. En esta barca zarandeada por las olas han visto la barca de Pedro, la Santa Iglesia, pero también a cada cristiano, en su esfuerzo por ser fiel a nuestra fe cristiana.

Si tenemos en cuenta la actualidad más reciente, hoy podemos pensar sobre todo en la Iglesia, nuestra Madre. A este propósito, recordemos lo que ha dicho el papa Francisco en uno de sus documentos hablando de la Iglesia a los jóvenes: “En realidad, en sus momentos más trágicos siente la llamada a volver a lo esencial del primer amor” (Exhortación Christus vivit, 25 de marzo de 2019, n° 34).

Sin duda alguna, esta invitación nos llena de entusiasmo. Por consiguiente, en los momentos actuales cada uno debe tratar de responder a esa llamada lo mejor posible, tanto más cuanto que algunos podrían figurarse que Dios nos ha abandonado o que se desentiende de lo que sucede en nuestro mundo, en la Iglesia e incluso en nuestra propia vida. Sin embargo, sea cual sea nuestra impresión personal, tengamos la seguridad de que ese pensamiento no pasa de ser una tentación sin fundamento.

Basta recordar un texto maravilloso de Isaías, cuya lectura siempre nos consuela y nos da fuerzas: “Sión había dicho: El Señor me ha abandonado, mi Señor me ha olvidado. ¿Es que puede una mujer olvidarse de su niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? ¡Pues aunque ellas se olvidaran, Yo no te olvidaré!” (Is 49, 14-15). Por parte de Dios, es un auténtico compromiso, que nuestro Señor confirmó poco antes de subir al cielo, con una nueva promesa solemne: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Todos los días, incluyendo aquellos que tenemos costumbre de llamar “malos”. En este terreno, cada uno puede pensar en sus “tempestades” personales, sin duda poco importantes, pero no por eso menos desagradables en la vida de cada día.

En esas tempestades el Señor pone a prueba nuestra fe y también, nuestra oración constante y confiada a la Virgen María, Madre de la Iglesia: cuando todo va bien y, más todavía, al enterarnos de alguna noticia que nos preocupe o nos entristezca.

Video del día

El holandés Mark Rutte toma el mando de la OTAN
con el conflicto en Ucrania como gran reto
Comentarios