Arte y espiritualidad al encuentro

Javier Viver, director del Observatorio de lo Invisible. Foto: Lupe de la Vallina.
Javier Viver, director del Observatorio de lo Invisible. Foto: Lupe de la Vallina.

Es posible que esta noticia haya pasado inadvertida en los medios. Durante muchos años, siglos incluso, la Iglesia fue mecenas de las artes. No sólo porque financiaba autores y obras, sino porque la expresión de la belleza se cultivaba en su ámbito natural, que es el sagrado, el misterio, en relación con lo profano, la naturaleza, que es también sagrada en su origen. No quisiera hacer yo dicotomías fáciles sobre la relación naturaleza y gracia.  

Uno de los síntomas de la insuficiencia del diálogo con la cultura actual es la escasa relación entre propuesta cristiana y la manifestación estética, a través de las artes. La postmodernidad, si es algo, es estética. Quizá este proceso de encuentro sea un déficit que arrastramos desde la generalización de la modernidad.

Dentro de las actividades eclesiales de la pasada semana, lo ocurrido en el Monasterio de la Santa Espina de Valladolid, con la cuarta edición del Observatorio de lo Invisible (OI), tiene visos de convertirse en una actividad no sólo con proyección, con impacto.

El escultor e imaginero Javier Viver, que dirige el Observatorio de lo Invisible, actividad de la Fundación Vía del Arte -quedémonos con estos nombres-, señaló a los medios que “esta es la cuarta edición, pero todo nació como una idea: buscábamos unir arte y espiritualidad porque, de hecho, lo sagrado ha sido el tema recurrente y habitual del arte durante toda la historia". A lo largo de los años, el Observatorio de lo Invisible ha crecido, pero siempre reuniendo artistas con la misma inquietud. Cada año sigue suscitando nuevas inquietudes y aumentando el número. Este año más de 200 solicitudes y hay 153 participantes en el OI entre profesores, artistas y alumnos".

El hecho de que centenar y medio de artistas hayan convivido una semana bajo la interpelación de lo espiritual, a través de diez talleres que trabajan las artes, poesía, música, performance, pintura, cine, teatro, fotografía, arte sonoro y escultura, va a generar una dinámica de fecundidad indiscutible. Hay que darles tiempo.

Al margen de la visita y la Conferencia de monseñor Luis Argüello, dedicada al concepto “Gloria”, quizá en la línea de la estética teológica de Hans Urs von Balthasar, durante esa semana se presentaron ideas que debieran dar que pensar. Sobre todo a quienes pueden tener la posibilidad, y la responsabilidad, pedagogía de la fe, que ha tenido siempre a las artes como una forma privilegiada.

Para que nos demos cuenta del nivel de encuentro, fijémonos en el caso del director de cine polaco Krzysztof Zanussi, que dirigió el taller de cine.

Dijo que “la nueva era que vivimos en la cultura busca eliminar el conflicto. Pero el conflicto es la base de la narrativa. Por eso desde hace diez o veinte años hay una descomposición y un declive de la narrativa en todo el mundo. Es una debilidad, algo que me inquieta desde hace muchos años”.

Para el también director teatral, realizador de producciones en todo el mundo y escritor de varios libros, ya no hay genios en la cultura: “No hay Fellini ni Bergman, no hay Tarkovski. No hay autores como Camus o Faulkner. Nuestra cultura vive un momento de transición”.

 

Cuando se le preguntó a Zanussi qué significa para él observar lo invisible, contestó bajo la apariencia de una paradoja: “Hay hechos físicos invisibles y en cambio hay hechos espirituales visibles”. Quizá el arte sea el punto de encuentro.

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