Mayo Florido

Virgen María.
Virgen María.

En este mes de mayo, y siguiendo una larga tradición secular, muchos cristianos se reúnen en torno a una imagen de la Virgen. Elevan sus oraciones al Cielo acompañados por la Madre de Dios, que los contempla desde una escultura en medio de un campo, desde el altar de una ermita dedicada a su santo nombre, en una iglesia consagrada a la Virgen Santísima, etc.

Los escenarios son muy diferentes y muy diversos. Hace pocos días acompañé a un grupo de profesores universitarios a la Ermita de la Virgen Blanca en el campus de la Universidad de Madrid. Rezamos el Rosario y renovamos una vez más nuestra Fe en la intercesión de la Madre de la Iglesia, Asunta al Cielo, y le pedimos por la Universidad, por nuestras familias y compañeros, por la Iglesia y por España.

Poco antes del fin del siglo XX, Juan Pablo II considerando la pérdida de Fe en tierras europeas, comentó que resurgiría la Fe cuando los católicos europeos comenzaran a levantar de sus ruinas las ermitas dispersas por los campos; las reconstruyeran y volviera la Virgen Santísima a contemplar a los fieles que se acercaban.

Estas palabras me han venido de nuevo a la cabeza, y al corazón, al recibir noticias de la reciente peregrinación a la catedral de Nuestra Señora de la Asunción en Chartes, Francia; peregrinación que organiza la asociación de Notre-Dame de Chrétienté, con el apoyo del Obispo de Nanterre, diócesis del territorio donde está la Catedral.

Los peregrinos, unos 20.000, número que va aumentando año tras años, han sido familias y grupos de gente joven que han caminado varios días para cubrir los cerca de 100 kilómetros que separan a Chartes de Paris.

El cardenal Müller les celebró la Misa en la explanada delante de la catedral, y en la homilía, entre otras cosas, les dijo:

“Las dificultades físicas superadas durante nuestra peregrinación, y las tentaciones del alma y las dudas del corazón vencidas, profundizan y fortalecen la esperanza de los creyentes de que están en el camino correcto hacia el Reino de Dios, en el que su justicia, bondad y amor constituyen la base del nuevo orden del mundo. Los Padres del Concilio Vaticano II, refiriéndose a la gran teología de la historia de San Agustín en su obra La Ciudad de Dios, describen así la peregrinación de la Iglesia hacia el Dios Trino:

«La Iglesia avanza en su peregrinación a través de las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte del Señor, hasta que Él venga. La virtud del Resucitado es su fuerza, que le permite superar con paciencia y caridad las aflicciones y dificultades que le vienen tanto de fuera como de dentro, y revelar fielmente en medio del mundo el misterio del Señor, todavía envuelto en sombras, hasta el día en que, por fin, estalle a plena luz». (Lumen Gentium 8).

A veces nos encontramos con noticias desagradables, y algo escandalosas, sobre la actuación del algún miembro de la Iglesia. Y apenas si encontramos noticias como esta de la peregrinación a Chartes, que deja de manifiesto la vitalidad perenne de la Iglesia fundada por Cristo, y de la intercesión materna de María, madre de la Iglesia. A Ella, estas líneas:

 

“Toda su alma en Dios Padre; todo su cuerpo en Dios Hijo; todo su espíritu en Dios Espíritu Santo. Todo su ser, toda su persona, en Dios Padre, Hijo, Espíritu Santo.

Toda Virgen, Toda Madre, Toda Casta, Toda Amor.

Castísima. La maternidad es casta, y la castidad es maternal. La castidad engendra maternidad. Castidad es ofrecer todo el propio ser al servicio de los planes de Dios. Todas las potencias, todas las cualidades; y en esa disponibilidad, el creyente se convierte en «espejo», en «reflejo» de la luz de Dios, en el ejemplo realizado en María.

Santa María, Madre de Dios. Dios es amor; María castísima es madre del Amor Hermoso”.

“Nada enturbió el ánimo de María. Llena del Espíritu Santo santificó la creación, engendrando al Creador; y su canto de agradecimiento a Dios Padre por haberla creado mujer perdura eternamente y llena de luz los más recónditos lugares del universo”. (“50 invocaciones de María”, ed. Palabra).

ernesto.julia@gmail.com

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