Que no estás entre amigos
El hombre no es un lobo para el hombre. Hay mucha gente buena por el mundo. Vivo en Galicia (en Coruña, concretamente), rodeado de gente imperfecta, como yo, pero bastante “riquiña”, amistosa y servicial en los semáforos y en las tiendas. No pasamos el día riñendo todos con todos en una “guerra de todos contra todos” que solo existió en la cabeza de Hobbes. Los cafés y cervezas con familia y amigos generan un mundo bastante amable que no tengo prisa por dejar.
Estando en estas, nos sorprende la inauguración de los Juegos Olímpicos. Quien la preparó es cualquier cosa menos tonto: un trabajo muy pensado y sin nada dejado al azar. Ahí se lee toda una antropología, nada cristiana y no muy humana. Ya en 2016, la inauguración del nuevo túnel de san Gotardo, en presencia de Angela Merkel y demás mandamases europeos, tuvo guiños demoníacos. (Si cree usted que exagero, véalo en internet).
La gente es razonablemente buena, o eso creemos, pero si cambiamos de tercio y atendemos a las condiciones generales o estructurales, vemos que son hostiles. Muchas leyes, los salvajes impuestos, los mainstream media, las estructuras político-económicas, reducen más y más la libertad. No confían nada en el hombre. Incluso con lo que uno habla hay que tener cuidado. Rezar cerca de una clínica abortista es ilegal en Inglaterra aunque lo haga una persona sola en completo silencio. El móvil te vigila; tus cosas informan de ti sin cesar. Benson, Huxley y Orwell estarán riéndose en sus tumbas: “Ya os lo decíamos nosotros”. No faltará quien me replique: “No generalicemos; todo eso es hostil sólo a los cristianos, especie a extinguir, al fin y al cabo”. Pero no es así. No es hostil sólo a quienes creemos en la Eucaristía; lo sería también, y frontalmente, a Sócrates, Cicerón, Tagore, Gandhi o Martin Luther King. Si el problema general de la cultura occidental fuera sólo cosa de los cristianos no aumentarían tanto los suicidios y depresiones.
Así que, estimado lector, no estás entre amigos: seguramente nos toca vivir en condiciones estructurales adversas en las que habrá que remar contra corriente aunque siga habiendo mucha gente buena, deseosa de un trato humano y amistoso. Y es que, como se ha visto este año en la UE, el divorcio entre las elites, “Los Que Mandan”, y la gente, es cada vez mayor.
El hombre no es lobo para el hombre, hemos dicho. Pero después del Informe Kissinger, de la crisis de 2008, del covid y demás acontecimientos similares, ya no podemos creer en los pajaritos preñados. Y “Los Que Mandan” no son tontos.
¿Qué hacer? Como la primera servidumbre es interior y voluntaria, si te dicen que no comas carne, come el doble. ¿Que no bebas vino? Bebe el doble (bueno, tanto como el doble...). ¿Que nuestro planeta es malo y hay que pensar en ir a otro? Ni caso. ¿Que no conduzcas coche? Condúcelo lo que puedas y quieras (al menos haya pocas emisiones). ¿Que seas un humano abstracto e hidropónico, que sin raíces algunas sobrevuela el mundo? Cuida tus raíces y las de tus hijos. ¿Que te dicen que no tengas hijos? Tenlos, y sobre todo, hijas; nunca te pesará. ¿Que vivas casi sin relaciones sociales. Relaciónate el doble, habla mucho y, si te viene a mano, salva a alguien del suicidio o de la depresión. ¿Te dicen en Davos que no tengas nada y serás feliz? Ten objetos hermosos y útiles, ten buenos libros y pásalos a tus nietos; continúa tu tradición familiar o empieza una, que nunca es tarde.
“Los Que Mandan” no son tontos pero no tienen futuro; tú, sí.