Lecturas de hoy. Jueves 7 de Marzo de 2024

Amar a Dios y a los demás supone encontrarse con Dios y con los demás, hacerles hueco, para que Dios y los demás sean el fundamento de la propia vida

Altar mayor catedral de Segovia
Altar mayor catedral de Segovia
  1. Primera lectura
  2. Salmo
  3. Versículo antes del Evangelio
  4. Evangelio
  5. Comentario

Lecturas del Viernes de la 3ª semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura de la profecía de Oseas (14,2-10):

Esto dice el Señor:
«Vuelve, Israel, al Señor tu Dios,
porque tropezaste por tu falta.
Tomad vuestras promesas con vosotros,
y volved al Señor.
Decidle: “Tú quitas toda falta,
acepta el pacto.
Pagaremos con nuestra confesión:
Asiria no nos salvará,
no volveremos a montar a caballo,
y no llamaremos ya ‘nuestro Dios’
a la obra de nuestras manos.
En ti el huérfano encuentra compasión”.
“Curaré su deslealtad,
los amaré generosamente,
porque mi ira se apartó de ellos.
Seré para Israel como el rocío,
florecerá como el lirio,
echará sus raíces como los cedros del Líbano.
Brotarán sus retoños
y será su esplendor como el olivo,
y su perfume como el del Líbano.
Regresarán los que habitaban a su sombra,
revivirán como el trigo,
florecerán como la viña,
será su renombre como el del vino del Líbano.
Efraín, ¿qué tengo que ver con los ídolos?
Yo soy quien le responde y lo vigila.
Yo soy como un abeto siempre verde,
de mí procede tu fruto”.
¿Quién será sabio, para comprender estas cosas,
inteligente, para conocerlas?
Porque los caminos del Señor son rectos:
los justos los transitan,
pero los traidores tropiezan en ellos».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 80,6c-8a.8bc-9.10-11ab.14.17

R/.
 Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz

V/. Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré. 

R/. Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz

V/. Te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel! 

R/. Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz

V/. No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto. 

R/. Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz

V/. ¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!
Los alimentaría con flor de harina,
los saciaría con miel silvestre». 

R/. Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz

Versículo antes del Evangelio

Convertíos -dice el Señor-, porque está cerca el reino de los cielos.

 

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,28b-34):

EN aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

Comentario

“Ninguno se atrevía ya a hacerle preguntas”.

Así termina el Evangelio de hoy, después del encuentro que Jesús tiene con el escriba que le pregunta cuál es el principal mandamiento, el imprescindible, el que da sentido a la propia vida.

Jesucristo no responde con una teoría, con un razonamiento o una información. Para Él, este mandamiento es vida, se concreta en un modo de vivir.

Para entenderlo es preciso dar un salto, pasar a otra dimensión: del razonamiento al encuentro.

Amar a Dios y a los demás supone encontrarse con Dios y con los demás, hacerles hueco, para que Dios y los demás sean el fundamento de la propia vida.

Y por eso se quedan callados, porque quizá no se atreven a dar el paso.

Una cosa es encontrar a un hombre que habla del Amor de Dios, y otra es encontrar a un hombre que es el Amor de Dios encarnado; y que nos quiere llevar a ese nivel, a esa lógica del Amor, de la entrega sin condiciones.

El Amor exige todo: todo el corazón, toda el alma, toda la mente, todas las fuerzas.

Jesucristo se presenta así, como el Amor de Dios encarnado, que se parte y se da por completo, que ama sin reservas. Él es la carne de este mandamiento.

En la Eucaristía, precisamente, le comemos a Él para poder tener esa totalidad en nuestro corazón, para poder amar así, en Él, sin límites ni mediocridades.

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