Lecturas de hoy. Lunes 8 de julio de 2024

Jesús se alegra mucho e incluso se admira con gozo de aquellas personas que actúan con fe, que tienen el don de reconocer lo divino

Altar Mayor. La Santa Iglesia Catedral Metropolitana de la Encarnación de Granada
Altar Mayor. La Santa Iglesia Catedral Metropolitana de la Encarnación de Granada
  1. Primera lectura
  2. Salmo Responsorial
  3. Evangelio
  4. Comentario

Lecturas del Lunes de la XIV Semana del Tiempo Ordinario

Lunes, 8

Primera lectura

Lectura de la profecía de Oseas (2,16.17b-18.21-22):

Así dice el Señor: «Yo la cortejaré, me la llevaré al desierto, le hablaré al corazón. Y me responderá allí como en los días de su juventud, como el día en que la saqué de Egipto. Aquel día –oráculo del Señor–, me llamará Esposo mío, no me llamará ídolo mío. Me casaré contigo en matrimonio perpetuo, me casaré contigo en derecho y justicia, en misericordia y compasión, me casaré contigo en fidelidad, y te penetrarás del Señor.»


Palabra de Dios

Salmo

Sal 144

R/. El Señor es clemente y misericordioso

Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. 

R/. El Señor es clemente y misericordioso

 

Una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.
Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas. 

R/. El Señor es clemente y misericordioso

Encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias. 

R/. El Señor es clemente y misericordioso

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. 

R/. El Señor es clemente y misericordioso

Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,18-26):

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá.»
Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría.
Jesús se volvió y, al verla, le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado.» Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: «¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida.»
Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.

Palabra del Señor

Comentario

Jesús se alegra mucho e incluso se admira con gozo de aquellas personas que actúan ante Él con fe, con la seguridad de quienes saben que están tratando con Dios, cuando se dirigen al Maestro de Galilea; que tienen el talento de reconocer lo divino, aunque se muestre tan accesible y cercano.

El evangelio de hoy nos presenta a dos de esas personas, un hombre y una mujer, que son para nosotros un modelo de fe y confianza en Jesús. Es tal su fe en el Maestro, que confían en que su sola presencia y el tacto de su mano van a resucitar a un ser querido muerto; o creen ciegamente que el simple roce con el borde de su manto les va a curar de una enfermedad larga y persistente, por el simple hecho de que ese manto pertenece a Jesús.

Estos dos personajes no reparan en el ambiente que les rodea para manifestar su humilde ruego y deseo. Incluso cuando todos alrededor hagan más difícil lograr su propósito, como la gente que apretuja al Señor y dificulta su acceso a la mujer hemorroísa; o las plañideras y familiares desconsolados, que se lamentan de la triste muerte de la niña y se burlan del deseo iluso del padre y de las palabras de Jesús.

Hoy podemos renovar nuestra fe en la acción de Jesús que se realiza sobre todo por medio de los sacramentos: la confesión, la comunión. Si el roce de su manto cura enfermedades terribles, si solo el contacto con su mano resucita muertos, ¡qué no podrá hacer cuando nos perdona en la confesión por las palabras del sacerdote, o cuando le recibimos en la Comunión! Jesús también podrá decirnos: “Tu fe te ha salvado”.

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