Toledo y el diálogo político de altura

Miguel Ángel Quintanilla Navarro.
Miguel Ángel Quintanilla Navarro.

No hace mucho pudimos ver al diputado del PP Miguel Ángel Quintanilla en el EncuentroMadrid dialogando con don Luis Argüello cuando era, nada más y nada menos, que el arzobispo de Valladolid y sólo arzobispo de Valladolid.

Don Luis, que ahora está en la pedagogía social y eclesial de la presencia, también para la Iglesia, y de la formulación de la propuesta cristiana entre fangos y zangolotinos.

Don Luis que está en la lealtad crítica con el gobierno con un ejercicio de palabra, de magisterio, clarificador y holístico. Esperemos que acompañado.

Hace unos días Miguel Ángel Quintanilla estuvo en los “Diálogos de Toledo” disertando de “Política católica y vida”.

Por cierto que estos “Diálogos de Toledo” están haciendo que no pocos políticos e intelectuales madrileños se desplacen, una vez al mes, a Toledo para hablar, con la presencia del arzobispo de Toledo y de su obispo auxiliar, García Magán, sobre cuestiones sustantivas del bien común de la sociedad española.

Además de asistir a una celebración eucarística presidida por monseñor Cerro Chaves y compartir un tentempié de buenos embutidos.

El planteamiento de Quintanilla, “una persona que se considera católica”, fue, sin duda, original. Reflexión no de orden bioético, ni doctrinal, sino meramente político.

Partamos de la siguiente base: “No hay –dijo- un único voto católico, ni un partido católico, ni un programa católico que puedan reclamar esa denominación en exclusiva. A mi juicio, ésa es una buena noticia para la política y también, especialmente, para la Iglesia. Pero eso no significa renunciar a explorar posiciones razonables y caminos de éxito para las cosas que se pretende defender en el espacio público desde un suelo católico. Eso es lo que aquí se intenta, una exploración, y una exploración que es apenas bordoneo. Una política “con sabor a evangelio”, en expresión del papa Francisco”.

Continuemos con afirmaciones como la siguiente: “Mejorar la política católica, concepto que siempre hay que utilizar con asteriscos, cautelas y minuciosa prudencia, no es sólo hacerla más católica sino también hacerla mejor política, no es sólo poner mejor intención sino mejor ejercicio”.

 

O esta otra: “El estado actual de la política católica en España deriva, por una parte, del retraimiento, y, por otra, del daño autoinfligido, de la impericia, de la mala política, de entrar como elefante en cacharrería. No quiero ocuparme ahora de un tercer problema: la utilización fraudulenta de lo católico, sin reacción suficiente en contra”.

En conclusión, como ejemplo de lo que allí se dijo: “Nada de lo que se haga entre católicos debe destinarse sólo a compactar y fortalecer aún más la opinión propia, a engrosar el tesoro de la verdad que custodiamos, y casi todo debe destinarse a encontrar la manera de expresar y presentar esa opinión de manera que pueda ser recibida, escuchada e idealmente atendida como ahora no lo es.

Puede sonar contraintuitivo, pero desde el punto de vista político, lo más importante que los católicos debemos hacer en materia de defensa de la vida no es reforzar el perímetro sino bajar los puentes; de nuevo, ejercer de Iglesia en salida, con la idea clara de que en esta salida -como en otras, pero en esta aún más- no vamos a la periferia, sino que partimos de la ultraperiferia. Nuestra posición sobre la vida es socialmente ultraperiférica a día de hoy, de manera que el espacio que hay que recorrer hasta poder ocupar un lugar desde el cual podamos proyectar un mensaje al menos audible para la mayoría, es enorme”.

 Hacía tiempo que no oía una reflexión tan serenamente pensada y equilibradamente sentida por un político, del PP, católico por sustantivo, político, que no sólo por adjetivo.

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