Los obispos y los sacerdotes

Sabemos, por el discurso del Nuncio Apostólico, monseñor Renzo Fratini, que a la Santa Sede le preocupa la "emergencia educativa", coincidente argumento con su intervención en la inauguración del Congreso Católicos y Vida Pública, pero que también le preocupa, en lo que pudiéramos denominar lo interno de la Iglesia, la formación de los sacerdotes, es decir, los sacerdotes. Dado que la Plenaria dedicaría un tiempo a las vocaciones, el Nuncio dio un paso más y puso sobre la mesa, -aunque haya pasado inadvertida-, la cuestión de la formación de los futuros sacerdotes, con palabras que hicieron estremecer a más de uno: "Asimismo es de particular importancia la atención en los seminarios a la formación filosófica y teológica, siguiendo fielmente las directrices de la Santa Sede, y el fomento de una auténtica vida espiritual, alma de toda vida sacerdotal". En lenguaje no diplomático: Hay que poner especialmente cuidado en lo que se enseña en los seminarios, queridos amigos.

Una prueba. Imaginemos, por la vía de la realidad, una Guía Académica de un Seminario diocesano, de una diócesis de cuyo nombre no me quiero acordar, pongamos la diócesis de Barataria, con los programas de las asignaturas que se imparten en este curso. Una detallada lectura de algunos de ellos nos colocan en la teología de los años setenta, en la generalizada ausencia de no ya una bibliografía actualizada sino de una divulgación teológica mínimamente acompasada de estos tiempos en los que el Papa se llama Joseph Ratzinger. Nada que ver con la afirmación de H. U. von Baltasar: "No existe seguramente en la historia de la teología católica un acontecimiento menos estudiado y, sin embargo, merecedor de una atención mayor que el hecho de que, a partir de la gran escolástica, haya habido muy pocos teólogos santos". Por cierto, hay tres veces más profesores que alumnos.

Pero la cuestión no es solo ésta. Lo que se plantea al horizonte de la Asamblea de los obispos es cuál es la situación del clero español, cómo es su temperatura vital, cómo está su estado de ánimo, qué generaciones, grupos, ideas, modelos, conforman su vida. La Iglesia no lo es sin el sacerdocio y, por tanto, sin los sacerdotes. La vida de la Iglesia se nutre de la vitalidad del ministerio. Fue monseñor Fernando Sebastián quien habló, hace ya tiempo, en un libro sobre la Nueva Evangelización, de generaciones perdidas, que no lo son tanto como podemos comprobar día a día. Con esta descripción, aviso para vistas cansadas, no se está haciendo una prescripción. No vaya a ser que cuando hablamos de unos se entienda que hablamos contra otros, como suele ocurrir en este complejo mundo eclesial, donde lo imposible es real. La cuestión es cómo están hoy los sacerdotes y cómo están los obispos en la relación con sus sacerdotes. Una pregunta que tiene mucho que ver con la relación entre los jóvenes y los sacerdotes y entre los obispos y los jóvenes. Lo que denominaremos la vía JMJ. Temas de fondo y de forma que merecen un diálogo previo, no siempre público, por eso de la libertad a la hora de opinar, para no herir sensibilidades, vamos. Temas para varias columnas.

José Francisco Serrano Oceja

 
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