Las instrucciones del cardenal Stella

El cardenal Beniamino Stella, uno de los hombres de confianza del Papa y responsable de la Congregación del Clero, estuvo en Madrid invitado por la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Eclesiástica San Dámaso. Vino con las ideas claras y las instrucciones bien dispuestas.

Aunque su conferencia discurría por los términos técnicos, y los conceptos subyacentes a esos términos, de la nueva Ratio Studiorum de los sacerdotes de la Iglesia Católica, hubo algunas afirmaciones que afectan a la comprensión global del ejercicio del ministerio. Por tanto, son de interés para la fiel infantería.

De entrada, ofreció una de las más sintéticas y claras exposiciones, que yo haya oído y leído, de lo que se entiende por renovación en este pontificado.

Dijo que “el beato Pablo VI nos recordó que la renovación eclesial se refiere más al interior que al exterior.  San Juan Pablo II invitó a la Iglesia a empeñarse en una evangelización nueva: en su ardor, en sus métodos, en su expresión. Benedicto XVI, frente a quienes interpretan el Concilio Vaticano II en clave de continuidad o de discontinuidad, exhortó a comprenderlo desde la hermenéutica de la reforma”.

Y añadió: “Nuestro querido Papa Francisco, con sus palabras, pero sobre todo con sus gestos y testimonio de vida, ha vuelto a tocar la campana de la renovación, de la conversión, con el fin de romper las inercias que nos llevan a acomodarnos. La renovación de la Iglesia no es simplemente una operación cosmética, para que parezca más bella y moderna. La auténtica renovación pasa –como tantos dicen– por la renovación de la Curia romana y de otras estructuras eclesiales, pero necesita –dice el Santo Padre– sobre todo, una conversión y una purificación permanente. Sin un cambio de mentalidad, el esfuerzo funcional sería inútil, una conversión personal que tenemos que hacer nuestra, especialmente los pastores de la Iglesia”.

Dentro ya de un elenco de consecuencias prácticas, el cardenal Stella, refiriéndose a los sacerdotes, insistió en la necesidad de la formación permanente. Apuntó, con sentido común y experiencia, que “las consecuencias del descuido de la formación permanente pueden ser graves. En pocos años, los sacerdotes y los Obispos corremos el riesgo de convertirnos en hombres humanamente poco sociables, intelectualmente pobres, espiritualmente vacíos y pastoralmente desilusionados”.

Por último, hay que destacar la lucha contra el chisme en la Iglesia. Duras fueron las palabras sobre esta materia, quizá conocedor de la estrategia del mal que se presenta con apariencia de bien. Algunos hay que se presentan en diversos ámbitos como ejemplo y modelo de no sé cuantas cosas y son principales sembradores de insidias.

Las palabras textuales del cardenal Stella no tienen desperdicio: “Cuando, en cambio, entre los sacerdotes reinan la envidia y las calumnias, es muy difícil crecer humana, espiritual, intelectual y pastoralmente. Recientemente, el Santo Padre recordaba a un grupo de sacerdotes brasileños: “lo que más destruye la fraternidad sacerdotal son los chismes. Chismorrear es un «acto terrorista» porque tú con el chisme tiras una bomba, destruyes al otro y ¡te vas tan tranquilo! Por eso hace falta salvaguardar la fraternidad sacerdotal””, apuntó.


 
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