Monseñor Iceta, médico de familia

Estuvo monseñor Mario Iceta en Madrid y se llevó el gato al agua. En un auditorio exigente donde los haya, aunque solo fuera por la mezcla de elites sociales, componentes del Ibex-35, rectores de Universidad, políticos de oficio y beneficio, entre los que se encontraba un ministro de culto interior y exterior, la otrora alcaldesa, el Secretario de Estado de Economía, jueces, profesores de Universidad y muchos más, el monseñor Iceta fue el doctor Iceta, médico de familia, por cierto.

Allí, decimos, en la Fundación Rafael del Pino, y para presentar el libro “Redescubrir la familia. Diagnóstico y propuestas”, el obispo de Bilbao se quedó con el personal, ante la mirada atónita del magistrado Requero, la profesora y terapeuta María Álvarez de las Asturias y la catedrática María Teresa López. Dos mujeres, un jurista y un obispo, que hizo de médico de cuerpos y almas.

En el coloquio, a veces monólogo dialogado, el calor y el color de la pasión por la familia, que es pasión por la vida y pasión por el amor. Al fin y al cabo lo que se enseña en la familia es a aprender a amar y a ser amado. La familia, esa minoría creativa de la que depende el futuro de la humanidad.

Si bien los datos estadísticos nos son muy halagüeños, otra vez el obispo dixit: a los cinco años, el cincuenta por ciento de los matrimonios se rompen en España. A los quince, el setenta por ciento. Las matemáticas también producen escalofríos. La crisis de la familia es, por tanto, la crisis del hábitat de lo humano, crisis de civilización. No en vano, el 97 por ciento de los españoles consideran a la familia el Top ten de su forma de vida.

Y no digamos nada de las políticas. El magistrado Requero, padre de unos cuantos hijos, más de siete y menos de nueve, o algo así, sacó pecho y dijo aquello de que “a través del BOE se meten sustancias tóxicas a las instituciones naturales como esta”.

Una crisis, que no lo es porque es periodo de crecimiento, que tiene que ver con la colonización de la familia por las ideologías, tal y como repiten los Papas últimamente. Por cierto, y otra vez el obispo, que habló como teólogo, como médico, como sacerdote, desde la ciencia y la conciencia, y desde la experiencia de haber sido párroco en la geografía cordobesa: la familia es también gramática de Dios. El lenguaje con el que Dios nos ha hablado es el lenguaje de la diferencia sexual, de la corporalidad, de la capacidad de relación. El hombre, capaz de relación, capaz de amor, capaz de Dios, en la familia.

¿Se podría decir aquello de que así como ames a tu familia y en tu familia amarás a Dios misericordioso? Gramática de lo humano, al fin y al cabo.

Una delicia de acto mucho más que social, con motivo de la aparición de un libro imprescindible para estos tiempos. La familia se lo merece todo.


 
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