La Jornada eclesial que pidió el Concilio

El periodista Arcadi Espada –a quien leo y sigo con interés- escribió en días pasado, en “El Mundo”, que se ha quedado unos días mudo, que la religión es una cuestión privada y que pertenece a la fase evolutiva de la humanidad, una fase del pasado.

Arcadi bebe de las fuentes de Augusto Comte, entre otros. Y lo hace para intentar explicarse los primeros gestos del nuevo alcalde musulmán, que no solo laborista, de Londres.

Esto ocurrió cuando acabábamos de celebrar la Jornada Mundial de medios de comunicación, que es la única jornada que pidió el Concilio.  El tema de la Iglesia y los medios no es el de los medios y la Iglesia, ni es el de los tristes tópicos típicos al uso.

El tema, por utilizar la palabra mágica que está en boca de todos, es el de la sociedad. Arcadi Espada hizo un diagnóstico aproximado y aplicó una mala terapia. La relación de los medios y la Iglesia pasa por la cuestión de la propuesta cristiana y lo público y lo privado. Vayamos a ello desde la perspectiva de liderazgo y así dejamos de abordar esta cuestión inicialmente desde el punto de vista moral.

Cuando la Iglesia comenzaba su segunda Transición en el ámbito de la sociedad española, llegó el papa Francisco, que ha llenado la información sobre la Iglesia en los periódicos generalistas españoles. Y ahí se ha producido un contraste: la imagen positiva, amable, novedosa, que lo llena todo, del Papa Francisco, con una cobertura de la Iglesia en España a caballo entre el cambio generacional y la afloración de esquemas periclitados.

Parafraseando a Romano Guardini, se podría decir que el Papa Francisco ha despertado en las almas de los periódicos expulsando a la Iglesia del discurso histórico que la identifica con el pasado e inaugurando una narrativa basada en la sorpresa. Un Papa que apuntala la posibilidad de un desarrollo cierto en la historia.

Las leyes sociales de las previsiones, principalmente las sociológicas y periodísticas –leyes al fin y al cabo-, fracasaron. Se abrió sobre la tierra de la Iglesia un nuevo tiempo, que es un nuevo inicio.

La revista de los jesuitas Sal Terrae ha publicado recientemente un número titulado “Cultura popular y figuras religiosas” en el que se incluía un ensayo sobre los líderes vitales de nuestro mundo. Octavio Paz nos enseñó que muchos líderes sociales no son actores sino coro: aplauden y son aplaudidos, pero no inspiran.

Los modelos de liderazgo han cambiado. En contados casos las instituciones generan liderazgos. El activismo político y social, y las técnicas de comunicación, son fuentes de perfiles que arrastran. Pero hay que distinguir entre las figuras indispensables y los ídolos factoría de la mercadotecnia. No es fácil el paso de la “figura admirada” a la “ejemplaridad imitable”. Solo el descubrimiento de la sabiduría vital, del discurso sapiencial que ilumina las decisiones consideradas como extraordinarias, permite en la audiencia el tránsito de la exclamación al seguimiento. Ahí está el marco de la cobertura periodística del  Papa Francisco.

 

Pero del liderazgo mediático del Papa Francisco al liderazgo mediático de la Iglesia en España va un trecho. Y ahí nos hemos parado. 

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