Ciaboga episcopal

He tenido la tentación de titular este análisis (y 2) de las elecciones en la Conferencia Episcopal Española de la siguiente forma: “Hasta monseñor Martínez Camino…”. Pero creo que no debo utilizar el nombre de don Juan Antonio en vano. 

Sin embargo, una de las tesis que voy a sostener responde a esa idea. 

Por cierto, el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Alemana tiene cincuenta y ocho años. Y tengo que decir, si se me permite la ironía, que aquí lo de obispos progresistas no rige. Ya me gustaría –je, je- que hubiera obispos progresistas que dijeran en público lo que afirman algunos europeos, por ejemplo.

Claro que el drama es que los haya en España, pero que lo hagan en privado y no en público.

Nos quedamos, en el artículo anterior, en la primera designación de la Comisión Permanente. Se vio con claridad cómo los obispos habían dejado de pensar en Roma y empezaban a mirar hacia los lados, a España.

No sólo habían ya dejado colocados, en su forma peculiar de entender cierta justicia, a las generaciones salientes, sino que le llegaba el turno a las nuevas generaciones, a los obispos del futuro. Ya lo habían hecho con el Ejecutivo y lo seguían haciendo con la Permanente.

Por cierto que, hablando de la Permanente, como contrapeso, este órgano, en la práctica, está sentenciado en sus equilibrios internos. Y no porque sea más complicado de gestionar por el aumento en el número de sus miembros, sino porque los arzobispos, que ya son miembros natos, en su mayoría, van a ser sustituidos por causa de jubilación, en breve. Esto quiere decir que el que, de
verdad, va a nombrar a la Permanente de este período será el señor Nuncio.

Pero volvamos a las elecciones. La designación de monseñor Alfonso Carrasco Rouco, con una voluminosa mayoría, por tanto, de todos los sectores, ha sido una sorpresa. Una de las votaciones más espontáneas, según cuentan. El gobierno social-comunista, de verdad, atacará a la doctrina de la Iglesia, y a la Iglesia, con el virus de la ideología de género y en el costado educativo. Por eso, un
obispo sobradamente preparado, e incomprensiblemente preterido por algunos, es una buen apuesta.

En la presidencia de las Comisiones se jugó con las posibilidades de: renovar, la vuelta a los candidatos de ocasiones anteriores y la introducción de algunos nombres nuevos. Quizá sea más significativo, en algunos casos, no los nombres que salieron, sino los que no salieron.

 

Es incomprensible cómo afectan determinadas campañas. ¿Qué pasa con monseñor Munilla, monseñor Zornoza, monseñor Javier Martínez? Por poner algunos ejemplos. En términos generales se apostó por savia nueva, Lemos Montaner, Escribano, Rodríguez Martínez.

Un dato que fue ratificado en las elecciones a presidentes de las Subcomisiones. Ahí hay que destacar la ya referida designación de monseñor Martínez Camino, una de las más simbólicas, por lo que representa y por la necesidad de que alguien se entere de que los obispos españoles le han elegido. Sí, le eligen sin el menor problema.

En este nivel hay también mucha renovación, nombres nuevos, apuestas por el futuro. El auxiliar de Madrid, Vidal; el de Vitoria, Elizalde; el auxiliar de Valencia, Ros, por ejemplo.

Una de las derivadas de este proceso ha sido la jubilación de determinados arzobispos que estaban a punto de caramelo. Es muy difícil la digestión de lo que ha pasado con el cardenal Cañizares. Una cuestión es la sobredosis de expectativas previas y otra el adiós de esta manera.

Lo de monseñor Juan del Río es muy digno. No era normal que la descendencia no se acordara de su progenie. Otra cuestión que habrá que abordar con detenimiento en un futuro, síntoma también de la pérdida de peso social de la Iglesia, es la repercusión mediática. Mínima. A veces, más hubiera valido que no se hubiera dado, por incomparecencia de contrapeso o respuesta.

Al día siguiente de la elección de Presidente, con el morbo mediático que traía, ni una foto en portada. A lo sumo, una pequeña, en columna, en faldón inferior de La Vanguardia y un titular algo más digno en “El País”. En algunos digitales había que surfear mucho para encontrar la noticia.

Se habla mucho de trasparencia económica en la Iglesia, y se debe hablar. Cuanta más de ésa, más credibilidad. Pero habrá que empezar a hacerlo sobre la trasparencia informativa. Todo lo que no es trasparencia en la información, ya se sabe, intencionalidad non sancta.

Esta nueva configuración de la CEE nos puede traer buenas sorpresas y sorpresas buenas. Solo es necesario que los señores obispos se pongan a remar y que les salga bien la ciaboga. Duc in altum, puro Evangelio.

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