En torno a la Cultura.  y IV

Vaticano.
Vaticano.

Una serie de reconocidos intelectuales que se declaran ateos han comenzado a lamentarse de la desaparición de las verdades cristianas en el ámbito de la cultura que se vive hoy en Occidente; y más de uno –hasta el mismo Dawkins-comienza a darse cuenta de que el proyecto de construir una civilización atea carece de sentido.

La pretensión de querer imponer como un derecho constitucional el aborto, el asesinato de una vida humana, el reconocimiento legal de la práctica homosexual, etc., etc., parece que ha abierto los ojos a esos “intelectuales”. Basta pararse a pensar ante las matanzas comunistas y nazis del siglo pasado, y los abusos sexuales a todos los niveles, para sacar consecuencias. 

¿Cuál es la misión de la Iglesia, para que la cultura que vivan quienes sigan con la tarea de llevar adelante Europa sea de verdad “cultura de inclusión”?

Para situarnos en el verdadero sentido de esa “inclusión”, pienso que es necesario anunciar claramente el verdadero mensaje de Cristo.  Y para entender bien ese mensaje, teniendo en cuenta nuestra historia, es necesario en primer lugar no confundir cristiandad y cristianismo; y en segundo lugar, incluir en la predicación del Evangelio la Fe y la Moral en su totalidad.

La Iglesia tiene que anunciar el cristianismo; no es su misión imponer una cristiandad: unión entre la autoridad estatal y la espiritual, religiosa; y declarar que una religión es la religión oficial del Estado.

El cristianismo es un mensaje de redención del pecado y de la salvación de los pecadores arrepentidos. Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, viviendo con nosotros, para que nosotros vivamos siempre con Él, por Él y en Él. El Señor quiere que los hombres seamos felices en la tierra y felices en el Cielo. Ser cristiano no es fácil, pero el ser verdaderamente te hace feliz ahora, nos prepara para ser feliz en la eternidad.

 Y con este fin, nos anuncia una antropología que afirma la unidad de lo humano y lo divino en cada hombre, y sobre la que se puede construir muchas civilizaciones porque se levantarán sobre el sacrosanto respeto a la dignidad natural y sobrenatural de la persona humana, que hace posible sembrar la semilla de una verdadera fraternidad humana, fundada sobre el único fundamento fuerte y valedero: que todos los seres humanos somos hijos de Dios, y la Iglesia, al ser enviada a bautizar, nos regenera, en “hijos de Dios en Cristo Jesús”, la nueva criatura, que vive en el conocimiento de la plenitud de la Fe y de la Moral.

Con esa Gracia –una cierta participación en la naturaleza divina-, los cristianos se injertan en todas las civilizaciones y culturas que se encuentran en su caminar, y hacen posible que los hombres se entiendan y se traten de otra manera: desaparece la esclavitud, los padres ven a los hijos como regalo de Dios; y los hijos contemplan a sus padres, como un don divino; los enfermos y los sanos se tratan como verdaderos hermanos en el Señor; los hombres y las mujeres ven   a sus esposas y esposos como una verdadera bendición de Dios, etc.

Los cristianos estamos llamados a dar testimonio personal y colectivo de nuestra alegría de selo. Occidente ha olvidado su fundamento cristiano; y se ha encontrado no con un humanismo, sino con el vacío humano y espiritual, enfangado en la desbandada sexual, que incluso algunos intelectuales ateos son capaces de denunciar viendo la decadencia en la que ya estamos inmersos, decadencia que anuncia la deshumana barbarie que se nos presenta. El mismo Dawkins reconoce “que la gente puede sentirse libre de cometer maldades si siente que Dios no está mirando”, y en el fondo resucita el “si Dios no existe todo está permitido”, del Dostoyesky de los Karamazov; y hasta otro ateo conocido, Michel Onfray, denuncia el peligro del “transhumanismo”, una de las depravaciones mentales originadas en las corrientes de pensamiento (¿) de los ambientes  lgtbiq.

 

El cristiano de hoy, como el cristiano de siempre, tiene la tarea de retomar, incluir, todo lo que le parece bien en la vida intelectual de sus contemporáneos. Así lo hicieron los cristianos a lo largo de los siglos que “incluyeron” el buen razonar de Aristóteles, Platón, Virgilio, Plotino, etc. etc., que aun siendo paganos, su razón natural les movía a buscar a un Dios, fundamento del universo y de la moral.

 El cristiano toma de su Fe un discurso de optimismo histórico. Reconoce Dios es el Maestro de la Historia, y sabe que la Historia tiene, gracias a Él, un sentido global, aunque se nos escape el sentido de muchos acontecimientos y situaciones particulares. Y se alegra de comprobar que también ahora, no pocos intelectuales europeos paganos, que no tienen en cuenta el mensaje de salvación –la Fe- que anuncia la Iglesia; son conscientes de que el cristianismo ha aportado una serie de beneficios en la historia humana, y que el abandono de la Moral –destrozo de la familia, desprecio de la persona al convertirla en puro objeto de placer sexual, etc.-, reduce los límites del hombre a un vivir que acaba en el cementerio.

Anunciando la Iglesia la plenitud la Fe y la Moral que Cristo predicó, y que ha anunciado-también con los mártires- desde los primeros años de su historia, y seguirá anunciando hasta el final de los tiempos, los hombres de todas las civilizaciones y culturas podrán descubrir el Amor que Dios tiene a sus criaturas, y el camino para, verdaderamente, amar a Dios sobre todas las cosas y a los demás, “como el mismo Cristo nos ha amado y nos ama”.

ernesto.julia@gmail.com

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