¿Faltan sacerdotes?

Sacerdotes.
Sacerdotes.

En una reciente entrevista a Mundo Negro, el papa Francisco, contestando a la pregunta: De acuerdo al concepto misionero eclesiástico, ¿Occidente es territorio de Misión?, comenta:

“Cinco lugares: Bélgica, Holanda, España, Irlanda y Quebec, llenaron el mundo de misioneros. Hoy, estos cinco lugares no tienen vocaciones. Es un misterio. Y en menos de 100 años. ¿Cómo nos explicamos esto? Yo no le veo explicación”.

Esos cinco lugares no son los únicos en los que, después de haber vivido años, y siglos, con Fe que movía montañas, y que expandieron en todo el mundo, se está viviendo un descenso notable de las vocaciones sacerdotales. Y no sólo, descienden también los números de bautizados, de matrimonios, y de manera más alarmante, de Confesiones, de personas y de familias que todavía se pueden llamar, de alguna manera, cristianos.

En las reuniones sinodales del actual sínodo se sigue hablando de muchas cosas que desanimarían a cualquiera, a plantearse su posible llamada de Dios al sacerdocio, con lo que esa llamada implica: donación de su vida para anunciar a Cristo, Dios y hombre verdadero; vivir el celibato apostólico y poner el corazón y todas las energías físicas, intelectuales y espirituales al servicio de los demás; estar siempre disponible para salir al encuentro de las necesidades de los demás, olvidándose de uno mismo. Y abrir a todos los seres humanos el panorama de una vida eterna.

Para llevar a cabo el programa espiritual que se anuncia, por ejemplo, en la capellanía de un hospital bien conocido, basta un entretenedor; un sacerdote estaría de más:

Invitando al conocimiento de sí mismo –no se menciona a Dios, ni a Jesucristo, ni a la Fe ni la Moral, ni a la Iglesia, ni a la vida eterna-, se sugiere:

“No digáis. Encontré la verdad. Decid mejor: Encontré una verdad. No digáis. Encontré el camino del alma. Decid mejor: Encontré el alma andando por mi camino”.

Subjetivismo, relativismo, total. Y, por tanto, vacío existencial y vital.

“Nosotros, sacerdotes, se pregunta el card. Sarah en su libro “Al servicio de la Verdad”, ¿albergamos celo por las almas? ¿Nos interesan las almas? ¿Nos interesa el destino eterno de las personas que tenemos delante? ¡A Cristo ciertamente le interesan! Él tuvo verdadero celo por las almas, hasta tal punto que pagó su rescate con su sangre. Es triste ver que algunos sacerdotes parecen no tener interés alguno por la salvación eterna de los fieles. Están volcados del todo en el plano horizontal, en intentar resolver problemas políticos, económicos, sociales, inmigratorios o ecológicos. Naturalmente, también en estos sectores ha de hacerse oír la Iglesia, dentro de los límites de los cometidos que Cristo le ha dado. Pero lo esencial, podríamos decir, está en otro lado. Lo esencial es el celo por las almas”.

 

Estoy convencido de que muchos de los escogidos por el Señor para ser sacerdotes, descubrirían su vocación si oyeran hablar más, y más hondamente, del Amor de Dios que Cristo nos manifiesta clavado en la Cruz para redimirnos del pecado; y del pecado mismo, porque Dios no quiere la muerte eterna del pecador, sino que se convierta y viva. O sea, si se despertara en su interior el celo por las almas, por su salvación eterna.

“¿Por qué la Cruz? La respuesta, en términos radicales, es ésta: porque existe el mal, es más, el pecado, que según las Escrituras es la causa profunda de todo mal. Pero esta afirmación no es algo que se pueda dar por descontado, y la misma palabra “pecado” no es aceptada por muchos, pues presume una visión religiosa del mundo y del hombre. De hecho, es verdad: si se elimina a Dios del horizonte del mundo, no se puede hablar de pecado (…) el sentido del pecado –que es algo diferente al sentido de “culpa” como lo entiende la psicología-, se alcanza redescubriendo el sentido de Dios” (Benedicto XVI, Ángelus, 13-III-2011).

En la Cruz, Cristo, da su vida para redimirnos del pecado y nos habla del Amor de Dios; y nos recuerda nuestras Postrimerías: Muerte, Juicio, Infierno. Gloria. Para recordar esto al mundo, sí son necesarios los sacerdotes; para acercar a todos a salvación que Cristo nos ofrece, sí vale la pena dar la vida, y el sacerdote la da con la serenidad y la paz con que la ofrecieron el Cura de Ars, san Josemaría, san Agustín, san Juan de Ávila, san Ignacio, y tantos sacerdotes santos, canonizados o sin canonizar.

Para resolver los problemas del cambio climático, de la organización del alto amazonas, para sentarse con todas las religiones del mundo en plan de igualdad total, como si la venida de Cristo a la tierra fuera un acontecimiento más, etc., etc., ; los sacerdotes están de más.      

ernesto.julia@gmail.com

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