El último informe del INE

Imagen de archivo de un anciano en casa que vive solo.
Imagen de archivo de un anciano en casa que vive solo.

«Había una vez un gran reino, que se llamaba Yo-polis, del que, naturalmente, los habitantes se llamaban yo-politanos. Sus casas eran más grandes y más bellas las unas que las otras, protegidas por murallas altas y gruesas. En medio de la ciudad, se elevaban una colina de granito y un palacio suntuoso, construido con cristal de hielo. Allí moraba la diosa Presunción, que los yo-politanos admiraban mucho y a la cual tenían por reina». Así comienza un delicioso cuento para niños, titulado Del Imperio del yo-primero al Reino del don-de-sí, escrito por Myrsine Viggopolou sobre la base de las enseñanzas del Anciano Paisos del Monte Athos.  

Me he acordado del librito leyendo las proyecciones poblacionales en nuestro país que ha publicado esta semana el Instituto Nacional de Estadística. Sí, es raro, pero las conexiones neuronales son un misterio… Los héroes del cuento son los estados del alma personificados y los caminos que recorren son los de nuestro mundo interior. Aunque ésta es la clave de lectura, el oscuro Imperio del yo-primero manifiesta también las inclinaciones de nuestra sociedad individualista y atomizada, llena de desconfianza y reservas, que definen, en parte, la deriva demográfica que augura el INE.  

A grandes rasgos, el escenario previsto es el siguiente: la tasa de fecundidad apenas va a remontar, de modo que el nuestro seguirá siendo un país que año tras año compute más defunciones que nacimientos. Respecto a la forma que tendrán los hogares, en quince años, un total de 6,5 millones de españoles vivirán solos en sus domicilios; es decir, una de cada ocho personas. Por otro lado, en cinco décadas, habrá más de un cuarto de millón de centenarios.  

El padre Paisos estaba convencido de que el tormento del hombre es el egoísmo. No sé hasta qué punto es una decisión personal o es el propio sistema el que nos está empujando a cerrarnos a los hijos, a aparcar a los mayores y a asumir sin ambages que luego seremos igualmente aparcados (lo que explica, en parte, el éxito de la eutanasia). A cortar lazos humanos esenciales. Pero está claro que el hipotético futuro que nos anuncia el INE no responde solamente a una coyuntura económica o política, sino a una crisis sociológica y antropológica.   

El informe atiende a la esperanza de vida en términos de años vividos, pero da que pensar sobre un estilo de vida que no se está adaptando a la escala humana y, por tanto, no funciona. Tradicionalmente, lo natural en una comunidad ha sido establecer unos vínculos innatos y unas obligaciones irrenunciables de los unos para con los otros. Para qué vivir cien años si se dedican a producir y consumir, sin deber nada a los demás ni esperar tampoco de nadie, más allá de lo que cada uno esté dispuesto a comprometerse. Una sociedad que subsiste así, sin dar gracias por la vida recibida a través de la vida dada, está congelada como el palacio de la reina del cuento.  

Los protagonistas de la historia de Viggopolou son dos niños, Obstinado y Serena. El primero vive en Yo-polis y Serena en un reino desconocido para él, Tú-polis, al que la niña le invita a viajar al poco de conocerse. Antes de emprender la aventura, el pequeño pide permiso a Presunción: «¿Has osado venir aquí sin arrodillarte ante tu reina? Nada más que eso me inspira ya cólera y disgusto. Yo, hijo mío, quiero preservarte de una pena grande e inútil. Sin embargo, si tú insistes, consiento autorizarte a ir. Pero ¡atención! Donde te encuentres, con quien te halles, di una y otra vez siempre dentro de ti: “¡Yo primero!, ¡yo primero!” Esas dos palabritas son mágicas. Siempre saldrás vencedor”».  

Obstinado inició el viaje. Y nunca regresó.

Carola Minguet Civera.

Universidad Católica de Valencia.

 
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