La mujer en el tiempo de las catedrales

Mujeres en la Edad Media.
Mujeres en la Edad Media.

El Ministerio de Educación Superior afgano, dirigido por los talibanes, ha publicado este martes que a las estudiantes no se les permitirá el acceso a las universidades del país hasta nuevo aviso. Se espera que esta medida entre en vigor de manera inmediata. Hasta ahora, habían prohibido el libre acceso a la enseñanza a las adolescentes, permitiendo a las niñas acudir a las escuelas y a las mujeres a la educación superior, pero sólo para estudiar medicina, enfermería, estudios islámicos o magisterio. Además, el pasado mes de noviembre, anunciaron la aplicación de la sharia desde su lectura fundamentalista y con ella han vuelto las lapidaciones públicas y las flagelaciones.  

Está claro que los talibanes utilizan el islam para someter a la mujer y dominar, de este modo, a los pueblos (si paralizas el corazón, deja de bombear la sangre). Y esto también es una advertencia sobre el peligro de las ideologías que adulteran las políticas y las religiones. Y también la historia. De hecho, es la ideología -de un modo particular, la propaganda feminista- la que ha dado la vuelta a los hechos, haciendo creer que el cristianismo es el promotor de la “discriminación” contra la mujer.   

No apoyo la afirmación en una opinión personal, sino en la historia. Lean, si no, a Régine Pernoud. En su ensayo La mujer en el tiempo de las catedrales comienza haciendo un análisis jurídico de la situación de la mujer en la Roma clásica mostrando su inexistencia legal, pues era considerada por el derecho pagano casi al mismo nivel de un esclavo. Apareció entonces el Evangelio, que proclamó la igualdad esencial entre el hombre y la mujer (“ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer…”) sin por ello olvidar sus diferencias, evitando así todo igualitarismo manipulado como el que se nos impone ahora en el Parlamento, en los medios de comunicación, en la educación (la propuesta de que la LOSU “castigue” a los colegios mayores que segreguen por sexo es un ejemplo de esta semana). Los contrarios no se oponen, sino que se armonizan, como bien arguye Edith Stein. Pero volvamos al tema.  

La nueva religión prendió como un abrojo, en especial entre las mujeres, verdaderas “contestatarias” que empezaron a bautizar a sus hijas con el nombre de Lucía, Inés, Cecilia… igualando en la palma a esclavas con patricias. Comprendieron pronto que habían sido liberadas, aunque muchas murieran mártires. El libro habla también de aquellas discípulas de san Jerónimo que, a finales del siglo IV, se sumergieron en una intensa vida intelectual junto con el exégeta en ese primer monasterio femenino de Belén. De santa Clotilde, santa Helena o Blanca de Castilla, que ayudaron a la Iglesia permitiendo su expansión en los reinos que gobernaban. A lo largo de sus páginas, y con ejemplos reales, explica la consideración de la mujer medieval como poetisa, ama de casa, educadora; en la vida social, la actividad económica, en el mundo político.  

Como señala Marie de la Sagesse Sequeiros en un artículo sobre esta obra, “una cuota de su atractivo, cara a las mujeres de los siglos XX y XXI, reside en que, en el fondo, el libro es una historia del poder femenino y de las libertades y autonomía por ellas conquistadas y ejercidas, mostrando su declinación con fechas bien concretas en la Modernidad antropocéntrica: el edicto de 1593 divulgado por el Parlamento de París, que les prohibía ejercer funciones públicas en el Estado (…) y el democrático Código Civil de Napoleón (1804), que privaba a la mujer casada de la disposición de sus bienes asimilándola al incapaz”. Pero me vuelvo a ir del tema. En el fondo, viene a decir que ha sido el cristianismo y más patentemente la Iglesia católica la que ha enseñado la libertad de las mujeres.

“No en vano fue una prostituta liberada quien entre las primeras alcanzó la exaltación de los altares”, recuerda de la Sagesse. No en vano… Parece que la guerra con los Estados Unidos ha resultado vana. No sé si también el esfuerzo democrático en Afganistán. Desconozco cómo podría intervenir la comunidad internacional en este país y rescatar a tantas mujeres y niñas sometidas por el terror, por la ley del látigo y de las piedras. Porque apremia. Lo que sí resulta claro, pues lo evidencia la historia, es que el anuncio del Evangelio no es en vano.

Carola Minguet Civera

Universidad Católica de Valencia

 
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