Santoral Romano

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Hoy se celebra la fiesta de Santa María Crucificada de la Rosa, religiosa italiana del siglo XIX, enfermera y fundadora de las Siervas de la Caridad

Hoy se celebra la fiesta de Santa María Crucificada de la Rosa, religiosa italiana del siglo XIX, enfermera y fundadora de las Siervas de la Caridad
Hoy se celebra la fiesta de Santa María Crucificada de la Rosa, religiosa italiana del siglo XIX, enfermera y fundadora de las Siervas de la Caridad

Hoy, viernes 15 de diciembre de 2023, se celebran los siguientes santos:

  • Santa María Crucificada de la Rosa,  (Brescia, 1813 - Brescia, 15 de diciembre de 1855) fue una religiosa, italiana del siglo XIX, enfermera y fundadora de las Siervas de la Caridad.
  • Santa Cristiana, mártir. Nació en el siglo VII en Roma, Italia, y murió decapitada por su fe cristiana. Es venerada como santa por la Iglesia católica.
  • San Sabas, abad. Nació en el siglo IV en Capadocia, Turquía, y murió en el siglo V en Palestina. Es considerado el fundador de la vida monástica en Palestina.
  • San Ares, obispo y mártir. Nació en el siglo III en Roma, Italia, y murió decapitado por su fe cristiana. Es venerado como santo por la Iglesia católica.
  • San Severiano
  • San Teodosio
  • San Pedro Pascual, obispo y mártir. Nació en el siglo X en España, y murió asesinado por los musulmanes. Es venerado como santo por la Iglesia católica.

Santa María Crucificada de la Rosa

Nació en Brescia (Italia) en 1813. Quedó huérfana de madre cuando apenas tenía 11 años.

Cuando ella tenía 17 años, su padre le presentó un joven diciéndole que había decidido que él fuera su esposo. La muchacha se asustó y corrió donde el párroco, que era un santo varón de Dios, a comunicarle que se había propuesto permanecer siempre soltera y dedicarse totalmente a obras de caridad. El sacerdote fue donde el papá de la joven y le contó la determinación de su hija. El señor De la Rosa aceptó casi inmediatamente la decisión de María, y la apoyó más tarde en la realización de sus obras de caridad, aunque muchas veces le parecían exageradas o demasiado atrevidas.

El padre de María tenía unas fábricas de tejidos y la joven organizó a las obreras que allí trabajaban y con ellas fundó una asociación destinada a ayudarse unas a otras y a ejercitarse en obras de piedad y de caridad.

En la finca de sus padres fundó también con las campesinas de los alrededores una asociación religiosa que las enfervorizó muchísimo.

En su parroquia organizó retiros y misiones especiales para las mujeres, y el cambio y la transformación entre ellas fue tan admirable que al párroco le parecía que esas mujeres se habían transformado en otras. ¡Así de cambiadas estaban en lo espiritual!.

En 1836 llegó la peste del cólera a Brescia, y María con permiso de su padre (que se lo concedió con gran temor) se fue a los hospitales a atender a los millares de contagiados. Luego se asoció con una viuda que tenía mucha experiencia en esas labores de enfermería, y entre las dos dieron tales muestras de heroísmo en atender a los apestados, que la gente de la ciudad se quedó admirada.

Después de la peste, como habían quedado tantas niñas huérfanas, el municipio formó unos talleres artesanales y los confió a la dirección de María de la Rosa que apenas tenía 24 años, pero ya era estimada en toda la ciudad. Ella desempeñó ese cargo con gran eficacia durante dos años, pero luego viendo que en las obras oficiales se tropieza con muchas trabas que quitan la libertad de acción, dispuso organizar su propia obra y abrió por su cuenta un internado para las niñas huérfanas o muy pobres. Poco después abrió también un instituto para niñas sordomudas. Todo esto es admirable en una joven que todavía no cumplía los 30 años y que era de salud sumamente débil. Pero la gracia de Dios concede inmensa fortaleza.

La gente se admiraba al ver en esta joven apóstol unas cualidades excepcionales. Así por ejemplo un día en que unos caballos se desbocaron y amenazaban con enviar a un precipicio a los pasajeros de una carroza, ella se lanzó hacia el puesto del conductor y logró dominar los enloquecidos caballos y detenerlos. En ciertos casos muy difíciles se escuchaban de sus labios unas respuestas tan llenas de inteligencia que proporcionaban la solución a los problemas que parecían imposibles de arreglar. En los ratos libres se dedicaba a leer libros de religión y llegó a poseer tan fuertes conocimientos teológicos que los sacerdotes se admiraban al escucharla. Poseía una memoria feliz que le permitía recordar con pasmosa precisión los nombres de las personas que habían hablado con ella, y los problemas que le habían consultado; y esto le fue muy útil en su apostolado.

En 1840 fue fundada en Brescia por Monseñor Pinzoni una asociación piadosa de mujeres para atender a los enfermos de los hospitales. Como superiora fue nombrada María de la Rosa. Las socias se llamaban Esclavas de la Caridad. Al principio sólo eran cuatro jóvenes, pero a los tres meses ya eran 32.

 

Muchas personas admiraban la obra que las Esclavas de la Caridad hacían en los hospitales, atendiendo a los más abandonados y repugnantes enfermos, pero otros se dedicaron a criticarlas y a tratar de echarlas de allí para que no lograran llevar el mensaje de la religión a los moribundos. La santa comentando esto, escribía: "Espero que no sea esta la última contradicción. Francamente me habría dado pena que no hubiéramos sido perseguidas".

Fueron luego llamadas a ayudar en el hospital militar pero los médicos y algunos militares empezaron a pedir que las echaran de allí porque con estas religiosas no podían tener los atrevimientos que tenían con las otras enfermeras. Pero las gentes pedían que se quedaran porque su caridad era admirable con todos los enfermos.

Un día unos soldados atrevidos quisieron entrar al sitio donde estaban las religiosas y las enfermeras a irrespetarlas. Santa María de la Rosa tomó un crucifijo en sus manos y acompañada por seis religiosas que llevaban cirios encendidos se les enfrentó prohibiéndoles en nombre de Dios penetrar en aquellas habitaciones. Los 12 soldados vacilaron un momento, se detuvieron y se alejaron rápidamente. El crucifijo fue guardado después con gran respeto como una reliquia, y muchos enfermos lo besaban con gran devoción.

En la comunidad se cambió su nombre de María de la Rosa por el de María del Crucificado. Y a sus religiosas les insistía frecuentemente en que no se dejaran llevar por el "activismo", que consiste en dedicarse todo el día a trabajar y atender a las gentes, sin consagrarle el tiempo suficiente a la oración, al silencio y a la meditación. En 1850 se fue a Roma y obtuvo que el Sumo Pontífice Pío Nono aprobara su consagración. La gente se admiraba de que hubiera logrado en tan poco tiempo lo que otras comunidades no consiguen sino en bastantes años. Pero ella era sumamente ágil en buscar soluciones.

Solía decir: "No puedo ir a acostarme con la conciencia tranquila los días en que he perdido la oportunidad, por pequeña que esta sea, de impedir algún mal o de hacer el bien". Esta era su especialidad: día y noche estaba pronta a acudir en auxilio de los enfermos, a asistir a algún pecador moribundo, a intervenir para poner paz entre los que peleaban, a consolar a quien sufría alguna pena.

Por eso Monseñor Pinzoni exclamaba: "La vida de esta mujer es un milagro que asombra a todos. Con una salud tan débil hace labores como de tres personas robustas".

Aunque apenas tenía 42 años, sus fuerzas ya estaban totalmente agotadas de tanto trabajar por pobres y enfermos. El viernes santo de 1855 recobró su salud como por milagro y pudo trabajar varios meses más.

Pero al final del año sufrió un ataque y el 15 de diciembre de ese año de 1855 pasó a la eternidad a recibir el premio de sus buenas obras.

Si Cristo prometió que quien obsequie aunque sea un vaso de agua a un discípulo suyo, no quedará sin recompensa, ¿qué tan grande será el premio que habrá recibido quien dedicó su vida entera a ayudar a los discípulos más pobres de Jesús?

Santa Cristiana

Cristiana fue una joven cristiana que vivió en el siglo VII en Tebaste, Egipto. Era una mujer muy bella y virtuosa, y su fe era un ejemplo para todos los que la conocían.

En aquella época, el cristianismo era una religión perseguida por el Imperio Romano. Cristiana fue arrestada por las autoridades romanas por su fe, y fue torturada y asesinada.

Su muerte fue un testimonio de su fe y su amor por Cristo. Su historia inspiró a muchos otros cristianos a seguir su ejemplo.

San Sabas

Sabas nació en Capadocia, Turquía, en el siglo IV. Desde muy joven sintió la llamada de Dios a la vida eremítica. Se trasladó a la Tebaida, Egipto, donde fundó un monasterio que se convirtió en un importante centro espiritual.

Sabas fue un hombre de gran sabiduría y piedad. Su vida fue un ejemplo de oración, penitencia y amor a Dios.

San Ares

Ares fue un soldado romano que se convirtió al cristianismo en el siglo IV. Fue martirizado en Constantinopla por su fe.

Ares era un hombre valiente y decidido. Su fe le llevó a dar su vida por Cristo. Su historia es un testimonio del poder del amor de Dios.

San Severiano

Severiano fue un obispo de Roma que vivió en el siglo IV. Fue martirizado durante la persecución de Diocleciano.

Severiano era un hombre de gran fe y amor a la Iglesia. Su muerte fue un testimonio de su fidelidad a Cristo.

San Teodosio

Teodosio fue un obispo de Alejandría que vivió en el siglo IV. Fue un firme defensor de la ortodoxia cristiana frente a las herejías.

Teodosio era un hombre de gran sabiduría y piedad. Su vida fue un ejemplo de lucha por la verdad y la unidad de la Iglesia.

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