Entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios

Gonzalo Barbed Martín, joven sacerdote de la diócesis de Madrid, se centra en este libro en lo esencial de la historia de la Iglesia

  1. Dedicado a la historia
  2. Entender el sentido de los acontecimientos
  3. San Agustín y John Henry Newman

Poco a poco van apareciendo los libros de la colección “Buscando entender”, una iniciativa loable de la editorial Palabra que pretende abordar una visión de conjunto de todas las áreas de la teología. Un proyecto adecuado para la formación de los cristianos, de la conciencia cristiana actual.

Esta colección se caracteriza por la claridad pedagógica, expositiva, de las materias que aborda. Esto significa que se facilita a los lectores el trabajo con unos libros, que, por cierto, incorporan unos interesantes recursos didácticos que se descargan a través de un código Bidi.

Dedicado a la historia

El libro que nos ocupa ahora es el dedicado a la historia de la Iglesia. Un ejercicio casi milagroso éste de resumir y sintetizar dos mil años de historia en un volumen de ciento setenta páginas.

Pues aún con este reto hay que confesar que el autor, joven sacerdote de la diócesis de Madrid, ha salido por la puerta grande.

Suelo decir que, si todos los tiempos de la Iglesia son tiempos para estudiar la historia, que al fin y al cabo es el pasado de la familia, éste lo es con más razón. Quizá por esa bruma de complejidad que se nos ha metido por el horizonte. Una bruma que necesita de clarificación, de luz, y que, en cierto sentido, se despeja con lo que deducimos y aprendemos del pasado.

Es como lo que dijo recientemente el cardenal Collins, emérito de Toronto: hay que estudiar historia de la Iglesia para poder entender el presente e incluso para que nos ayude a relativizarlo, a jerarquizar las sorpresas.

Entender el sentido de los acontecimientos

En esta Historia de la Iglesia hay que agradecer al autor, quizá sea una marca de la casa en la colección, la introducción frecuente de citas de fuentes originales, textos de autores clásicos que nos ayudan a entender el sentido de los acontecimientos.

La necesaria síntesis de los hechos pasados ha obligado al autor a centrarse en lo esencial de la historia de la Iglesia, en esa continuidad, en esa línea que vertebra la misma historia.

No es el momento de entrar a valorar qué período de la historia aparece mejor parado. En un momento en el que continúa la fascinación por el pasado –ahí tenemos las revistas especializadas, las series de ficción e incluso el boom de las novelas históricas- existe una fascinación, muchas veces desenfocada, por la Edad Media.

 

Por otra parte, incluso como exigencia planteada por el Concilio Vaticano II, la referencia básica en este tiempo debe ser el cristianismo primero, la Edad Antigua, con lo que es esa época uno de los momentos claves sobre los que hay que profundizar.

Esta historia no entra en cuestiones polémicas, ni pretende directamente deshacer las típicas controversias de las múltiples leyendas negras, rosas, y azules de la vida de la Iglesia en el tiempo. Sin embargo, ofrece un contexto adecuado para acabar con esos tópicos al uso.

San Agustín y John Henry Newman

Por último, quisiera recordar que la historia de la Iglesia trasciende, en sí misma, a la propia historia sin dejar de ser historia. Tiene unos referentes más amplios, la teología de la Historia, la teología misma desde el punto de vista, diríamos, sacramental. Al fin y al cabo, toda historia de la Iglesia es una eclesiología en proceso temporal.

Permítanme los lectores que les reproduzca dos de esos párrafos fuente que intercala el autor y que considero especialmente oportunos.

El primero es uno muy conocido, de san Agustín: “Ni el diablo tiene poder para perjudicar a la Iglesia por mucho que trate de suscitar sus ejércitos contra ella, mientras vive desterrada de este mundo. Ella, sin duda, está protegida por la divina providencia con el consuelo en la prosperidad y con la lucha en la adversidad. De esta manera, peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, avanza la Iglesia por este mundo”.

Y el segundo de san John Henry Newman: “Esta es la razón de que la Iglesia haya sido capaz de extenderse desde el principio, por todo el mundo, y de establecerse en todas las clases de la sociedad humana, dondequiera que llegaron sus predicadores. Esto explica cómo en nuestros días conserva un poder tan misterioso, a pesar de los enemigos nuevos y terribles que le han salido al encuentro. El cristianismo posee el gran don de enjugar y curar la única herida profunda de la naturaleza humana; por eso el cristianismo ha de durar mientras dure la naturaleza humana. Es una verdad viviente que no puede envejecer jamás”.

Una anciana muy joven. Historia de la Iglesia.

Gonzalo Barbed Martín

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