La historia de la Iglesia como antídoto

¿Pero la Iglesia fue en algún momento democrática? ¿Cómo hay que entender la democracia en la Iglesia? Vayamos por partes. El concepto de democracia, como régimen político basado en la elección de representantes a través del voto del pueblo y con separación de poderes, no encaja con la Iglesia tal cual. A este respecto me remito al ensayo de Joseph Ratzinger publicado en español como “¿Democracia en la Iglesia?”.

El papel del pueblo de Dios 

Otra cuestión es analizar el papel del pueblo de Dios, que no es lo mismo que decir, del pueblo, y de la participación de los fieles cristianos laicos en las decisiones de gobierno. Esta es otra cuestión sobre la que es importante recurrir a la historia para que nos diga algo.

Advierto que estoy convencido que en este momento de nuestra historia, la conciencia cristiana debe nutrirse, principalmente, de historia de la Iglesia, para que así podamos ubicar en su justo contexto determinados procesos y darles el valor que tienen. No hay mejor antídoto para los fáciles, o no tan fáciles, escándalos al uso.

Elección de obispos 

Y ahí entra en juego este curioso libro del sacerdote Rafael Pardo Fernández, de quien se dice en la solapa que es doctor en Teología con especialidad Historia de la Iglesia (Univ. de Navarra) y Licenciado en historia (Univ. de Sevilla).

La sinceridad con la que escribe, y determinadas expresiones en el libro que aparecen más un desahogo, no restan interés a un texto que aborda desde cómo se elegían los obispos en la antigüedad, a cómo estaban regulados los controles a los obispos hasta la época contemporánea.

Dice al final del libro nuestro autor: “La idea principal de este libro no es que cualquier tiempo pasado fue mejor. La idea principal de este libro es que a partir de 1965 hubo una considerable pérdida de usos democráticos y participativos de la Iglesia que se consideraban normales, y que venían durando siglos. Hemos repasado hechos históricos como el nombramiento popular y democrático de obispos, el contrapeso que estos tenían con el cabildo catedralicio, la incapacidad de los obispos de hacer nombramientos “a dedo”, entre otras razones porque los sacerdotes ganaban sus parroquias por méritos propios, y porque los patronos de iglesias nombraban a sus propios sacerdotes y los alimentaban”.

Cuando los obispos no mandaban tanto

Fíjense los lectores en los títulos de los capítulos: Cuando los obispos no mandaban tanto; Cuando los papas no lo decidían todo; Cuando los laicos sí participaban en el gobierno de la Iglesia; Cuando la Iglesia no anunciaba primaveras; Cuando los grupos se vuelven autoritarios.

Indudablemente el autor documenta tesis, hechos, afirmaciones. En la historia es difícil saber, en ocasiones, referido a prácticas, costumbres, acontecimientos, si se está hablando de casos particulares, de anomalías, de excepciones o de normas. Por otra parte, la misma evolución de la historia, en el cambio y modificación de prácticas, tiene un sentido. Otra cuestión es cómo derivan las formas de actuar en la Iglesia.

Fecha del Concilio Vaticano II 

Sorprende en este libro la referencia constante a 1965 como la fecha en la que se dejaron de hacer determinadas prácticas y comenzaron algunas nuevas. Se entiende que 1965 es la fecha del Concilio Vaticano II. Esto no debiera dar a entender que el Vaticano II es causa o motivo de determinados cambios que nos han colocado en la situación en la que estamos y que denuncia nuestro autor.

Por ejemplo, dice: “Más allá de datos y fechas históricas, lo que podemos ver es que no existían obispos obsesionados con el mimetismo y la adulación al Papa para mantenerse en el cargo y no crear problemas. Antes bien, en siglos pasado, los obispo parecían no tener problemas en discrepar del papa sin perder por ello la unidad de la fe”.

 En resumen, quedémonos con el núcleo del libro y que sirva de aliciente para proseguir en el estudio de la historia de la Iglesia.

Cuando la Iglesia era democrática

Rafael Pardo Fernández

Desclée de Brouwer