Un periodista parlamentario metido a Evangelista

El periodista Abel Hernández sorprende con una glosa, un eco, del Evangelio, en la boca de Marcos

Abel Hernández.
Abel Hernández.

Diario de Marcos. Vida de Jesús contada de cerca.
Abel Hernández.
Encuentro

El periodista Abel Hernández, también Licenciado en Teología según se dice en la nota bibliográfica de la solapa, fue cronista por excelencia de las relaciones entre la Iglesia y el PSOE en los años del socialismo de pata negra. Su trabajo como narrador político de la Transición, además de los cargos institucionales en los medios públicos, le convirtió en uno de los escritores privilegiados de aquellos
años.

Ahora, nos sorprende con una glosa, un eco, del Evangelio, en la boca de Marcos. Llama la atención de que, como ocurriera en el aquí ya reseñado libro del también periodista Miguel Ángel Velasco, en poco tiempo, dos hombres que han dedicado su vida a contar el presente, a desentrañar la historia y la intrahistoria, se hayan volcado en la historia más grande jamás vivida y contada, la historia de Jesús. Tendría que comprobar, además, si Abel Hernández ha publicado ya algún otro libro con Encuentro. Esto me parece una singularidad editorial destacable.

Meterse en la piel de un testigo 

Lo que hace Abel Hernández es meterse en la piel de un testigo de la vida de Jesús, de su vida pública. Quizá siguiendo el ignaciano método de imaginarse en medio de la escena, la contemplación evangélica con los cinco sentidos, como si fuera un testigo de los acontecimientos, como un protagonista, a veces oculto, a veces en primera línea.

Marcos es observador y narrador, pegado al Evangelio puro, a la literalidad de las palabras del Señor, pero con una notable capacidad para hacer que el lector se meta también en la escena. Hay que destacar la cantidad de datos cobre el contexto, el ambiente, las prácticas de la época, tradiciones, formas de vida, la geografía, y, no en menor lugar, la fauna y la flora, la naturaleza.

Lo que le impulsó a escribir el libro 

Se palpa que a Abel Hernández le gusta el campo, quizá porque su cultura originaria sea ésa.
Hay, en las primeras líneas del libro, una confesión que explica no poco de la motivación que ha llevado a este afamado periodista a escribir este relato de los Evangelios.

Dice así: “El autor del libro confiesa que un fuerte impulso interior, cuando menos lo esperaba, le empujó a escribir este libro. Después de darle muchas vueltas, pasó varios meses sumergido, de alma y cuerpo, en la tarea. Ni en las horas de sueño desconectaba del todo. Ha sido una experiencia emocionante y abrumadora. Ninguna vida humana, como queda dicho, es tan fascinante como la
de Jesús si se observa de cerca. Cada día era como una pequeña revelación nueva. A medida que iba descubriendo los rasgos singulares del protagonista y los observaba de ceca, notaba, o eso creía, que iba, poco a poco, desvelándose en el Diario de Marcos, el rostro de Jesucristo. Sentía el autor por dentro que, a pesar de su evidente indignidad y la conciencia de sus limitaciones para abordar tal empresa, una fuerza misteriosa le llevaba de la mano hasta construir el relato. Confío en que el lector disfrute de una experiencia espiritual parecida”.

Evangelio como un todo 

No se puede negar que el lector va a disfrutar, y mucho, con esta vida de Jesús. A medida que va pasando las páginas, al menos para quien escribe, Marcos- Abel acierta poniéndose a un lado y dejando que el protagonismo lo lleve el Evangelio de referencia, que no es solo el Evangelio, es el Evangelio como un todo.

Sin meterse en criticismos que suelen conducir a un camino sin salida, ni en hermenéuticas al uso, que tanto gustan a algunos. Evangelio puro y duro en los acontecimientos que ya conocemos pero, que una vez más, saben a nuevo.

 

El lector cuidadoso sentirá, a media que avanza en la lectura del libro, la necesidad, en clave de expectativa, de llegar pronto a la pasión, muerte y resurrección, para ver cómo nuestro autor resuelve esa papeleta. Hay que confesar que lo hace con mucho dignidad, quizá con un punto de sobriedad, vamos a llamarla, castellana, más inclinada a la contención que a la sobreabundancia. Por
ejemplo, con la última cena.

Pero lo que no se puede negar es que esta Vida de Jesús, de Abel Hernández, merece mucho la pena, y más en este tiempo de Cuaresma. Siempre merece la pena la confesión de alguien que se ha encontrado con Jesucristo y que, confiesa, ha tenido es singular religiosa experiencia.

Diario de Marcos.

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