La “cultura de la cancelación” y el vacío antropológico

El profesor de humanidades Fernando Bonete analiza las restricciones a la libertad de expresión y el discurso de lo políticamente correcto

Fernando Bonete Vizcaino.
La “cultura de la cancelación” y el vacío antropológico.
Fernando Bonete Vizcaino.
Fernando Bonete Vizcaino.

El joven profesor de la Facultad de Humanidades y CC. de la Comunicación de la Universidad San Pablo CEU Fernando Bonete ha preparado una acertada síntesis de la situación actual de uno de los fenómenos más preocupantes de nuestro tiempo: el aumento de las restricciones  a la libertad de expresión, de las presiones para imponer la conformidad ideológica y la generalización del discurso de lo políticamente correcto.

Prohibir y condenar 

No son pocos los estudios sobre la “cancelación”. Más allá del análisis concreto de fenómenos recientes de cancelación, una de las aportaciones más relevantes de este libro es la claridad en la estructura de trabajo –contextos, métodos y soluciones- y la precisión en las definiciones que ofrece de los conceptos que están en uso a la hora de abordar este fenómeno social y cultural. Se nota aquí la práctica pedagógica del autor.

Por ejemplo, cuando hablamos de una cultura de la cancelación nos estamos refiriendo a la práctica de prohibir, condenar e invisibilizar comportamientos, afectos, pensamientos y creencias que no siguen el sistema de valores dominantes en una sociedad.

Una práctica que se ha convertido en la forma habitual de actuar de un grupo o de una sociedad, un modo de proceder que se propaga de unos agentes sociales a otros, que utiliza los medios de comunicación, tanto clásicos como las nuevas redes o nuevos medios, y que se perpetúa configurando la cultura.

La corrección política

La corrección política es entendida como “un conjunto de restricciones ambientales sobre lo que se puede decir y hacer”. También se puede comprender, tal y como lo hace el profesor Mathieu Bock-Côté, como “un dispositivo inhibidor cuya finalidad consiste en sofocar, reprimir o demonizar a los críticos del régimen diversitario”.

El proceso de “moralización” del discurso público, que implica esta cultura de la cancelación, esa nueva forma de puritanismo moral, es concebido como “la actitud política en la que el recurso a criterios morales eximen de recurrir a los que corresponden a la argumentación política propiamente dicha”.

Se está produciendo un proceso cultural de simbiosis entre la condición moral del sujeto postmoderno y la cultura de la cancelación. No hay que olvidar que si por algo se caracteriza este sujeto postmoderno es por el vacío hedonista y el hiperindividualismo desprovisto de cualquier asidero referencial.

Es ese “vacío que no comporta ni tragedia ni apocalipsis”, aunque la ficción viva de la fascinación del apocalipsis. Un caldo de cultivo adecuado para el desarrollo de la posverdad, que se alimenta del vacío antropológico. 

Anular el pensamiento crítico 

Lo políticamente correcto se ha convertido en una nueva ortodoxia social con el argumento de que es la única forma capaz de hacer justicia a las minorías oprimidas. Impone un marco intelectual y lingüístico en los debates públicos y en la transmisión cultural. Con lo que ahora se denomina la cultura de la cancelación, que es cancelación de la cultura, lo que consigue es anular el pensamiento crítico.

 

De ahí que lo políticamente correcto tenga un problema con el Evangelio, que es “signo de contradicción”. El mayor enemigo de la cultura de la cancelación es el deseo de verdad, la voluntad de verdad, la necesidad de la verdad para la vida de las personas. Lo políticamente correcto teme, al fin y al cabo, a la verdad y a su capacidad de hacer que las personas sean libres.

No olvidemos a este respecto lo que un día dijera el Papa Francisco: “Se trata de una forma de colonización ideológica, que no deja espacio a la libertad de expresión y que hoy asume cada vez más la forma de esa cultura de la cancelación, que invade muchos ámbitos e instituciones públicas. En nombre de la protección de las diversidades, se termina por borrar el sentido de cada identidad, con el riesgo de acallar las posiciones que defienden una idea respetuosa y equilibrada de las diferentes sensibilidades. Se está elaborando un pensamiento único —peligroso— obligado a renegar la historia o, peor aún, a reescribirla en base a categorías contemporáneas”.

Cultura de la cancelación

Fernando Bonete Vizcaíno

Ciudadela

Cultura de la cancelación.
Cultura de la cancelación.

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