Dialécticas en el viaje del Papa
Me resultan interesantes algunas dialécticas que se han dado en varios momentos del viaje del Papa a Luxemburgo y Bélgica. Aunque creo que la Iglesia no evoluciona como resultado de superación de dialécticas, aunque sí lo parezca.
Hubo una en el encuentro con las víctimas. Pero me fijaré mejor en la que ha tenido en la Universidad de Lovaina, otrora joya de la teología y de las relaciones fe y cultura. Digo otrora, muy otrora por cierto, cuando se desarrolló allí la renovación del tomismo, cuando se alentó la respuesta social de la Iglesia o cuando enseñaron en sus aulas teólogos como Adolphe Gesché, por citar alguno de los últimos tiempos, por no decir el último de los últimos tiempos.
Resulta que el Papa Francisco, que visitó ese centro el sábado pasado con motivo de su 600 aniversario, pronunció un discurso que ha sido respondido con un comunicado por la Universidad, que le ha calificado de “conservador”. Entiendo que un comunicado alentado por la rectora, la profesora Françoise Smets, que tuvo unas palabras también bastante, diríamos, reivindicativas en el acto. La cuestión principal parece ser la del papel de la mujer en la Iglesia.
Lo que no da la impresión de ser muy elegante es que el Papa vaya a tu universidad, diga lo que piensa, que por mucho que se atribuya a Secretaría de Estado el papa no lee nada que no piense, y la Universidad salga después a criticar lo que ha dicho el Papa en tu casa. Por lo menos hay una falta de cortesía, con tintes de encerrona.
Si no están de acuerdo con lo que dijo el Papa hay muchas formas de dialogar con su pensamiento. Una Universidad es el ámbito adecuado para ese proceso. Pero publicar un comunicado inmediatamente después de que se haya marchado el papa para aprovechar el rebufo y que tenga repercusión, no es muy de recibo.
¿Y qué dijo el Papa que no ha gustado?
Leamos:
“Pensar en la ecología humana nos lleva a abordar una temática que les preocupa a ustedes y más todavía a mí y a mis predecesores: el papel de la mujer en la Iglesia. Me gusta eso que has dicho. Pesan aquí agresiones e injusticias, junto con prejuicios ideológicos. Por eso es necesario recuperar el punto de partida: quién es la mujer y quién es la Iglesia. La Iglesia es mujer, no es “el” Iglesia, es “la” Iglesia, es la esposa. La Iglesia es el pueblo de Dios, no una empresa multinacional. La mujer, en el pueblo de Dios, es hija, hermana, madre. Como yo soy hijo, hermano, padre. Estas son las relaciones que expresan nuestro ser imagen de Dios, hombre y mujer, juntos, no separadamente. Las mujeres y los hombres son personas, no individuos; están llamados desde el “principio” a amar y ser amados. Una vocación que es misión. Y de aquí viene su papel en la sociedad y en la Iglesia (cf. S. Juan Pablo II, Carta. ap. Mulieris dignitatem, 1).
Lo que es característico de la mujer, es decir, lo que es femenino, no está establecido por el consenso ni por las ideologías. Y la dignidad está asegurada por una ley originaria, no escrita en el papel, sino en la carne. La dignidad es un bien inestimable, una cualidad originaria, que ninguna ley humana puede dar o quitar. A partir de esta dignidad, común y compartida, la cultura cristiana elabora siempre nuevamente, en los diferentes contextos, la misión y la vida del hombre y de la mujer y su ser recíproco para el otro, en la comunión. No el uno contra el otro, esto sería feminismo o machismo, y no en reinvindicaciones opuestas, sino el hombre para la mujer y la mujer para el hombre, juntos.
Recordemos que la mujer se encuentra en el centro del acontecimiento salvífico. Del “sí” de María, Dios en persona viene al mundo. La mujer es acogida fecunda, cuidado, entrega vital. Por esto es más importante la mujer que el hombre, pero es feo cuando la mujer quiere hacer el papel de hombre, no, ella es mujer, y esto “pesa”, es importante. Abramos los ojos ante tantos ejemplos cotidianos de amor: en la amistad y el trabajo, en el estudio y la responsabilidad social y eclesial, en la esponsalidad, la maternidad y la virginidad por el Reino de Dios y por el servicio. No olvidemos, lo repito: la Iglesia es mujer, no es masculina, es mujer”.
¿Acaso pensaron que el Papa iba a dar la sorpresa y lanzar allí el anuncio mundial sobre la ordenación de las mujeres? No creo que lo haga ni el Sínodo.