Singapur. Unas palabras del Papa
En la reunión con un grupo interreligioso de jóvenes en Singapur, durante su reciente viaje por tierras asiáticas, el Papa, como ha hecho en más de una ocasión, dejó el texto preparado para leer y, entre otras cosas, les dijo estas palabras que luego han sido recogidas en la versión oficial del discurso publicada por el Vaticano.
Una de las cosas que más me ha impresionado de ustedes, los jóvenes, que están aquí, es la capacidad de diálogo interreligioso. Y esto es muy importante, porque si empiezan a discutir —“mi religión es más importante que la tuya”, “La mía es la verdadera, en cambio la tuya no es verdadera”—. ¿Adónde lleva todo esto? ¿A dónde?, que alguien responda ¿a dónde? [alguien responde: “A la destrucción”]. Y así es. Todas las religiones son un camino para llegar a Dios. Y, hago una comparación, son como diferentes lenguas, como distintos idiomas, para llegar allí. Porque Dios es Dios para todos. Y por eso, porque es Dios para todos, todos somos hijos de Dios. “¡Pero mi Dios es más importante que el tuyo!” ¿Eso es cierto? Sólo hay un Dios, y nosotros, nuestras religiones son lenguas, caminos para llegar a Dios. Uno es sijs, otro, musulmán, hindú, cristiano; aunque son caminos diferentes. Understood? Sin embargo, para el diálogo interreligioso entre los jóvenes se requiere valentía. Porque la juventud es la edad de la valentía. Pero mientras podrías tener esa valentía para hacer cosas que no te ayudarían, sería mejor tener valentía para avanzar y para el diálogo.
Palabras que, dichas por un Papa han llamado la atención en todo el mundo, aunque en Singapur no le han dado demasiada importancia.
El arzobispo norteamericano Chaput, en un detalle de delicadeza con Francisco, y señalando a continuación que esas palabras no corresponden a la doctrina que la Iglesia ha mantenido a lo largo de los siglos, manifiesta su deseo de que “lo que dijo no sea exactamente lo que quiso decir”. Y añade que “la intención positiva del Santo Padre era obvia”. ¿Estaba pensando Chaput en las palabras que el mismo Papa Francisco había escrito en una exhortación apostólica?:
“La evangelización obedece al mandato misionero de Jesús: «Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20). En estos versículos se presenta el momento en el cual el Resucitado envía a los suyos a predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra. (Francisco, Evangelii Gaudium,19).
Recojo a continuación unos párrafos de la Declaración Dominus Iesus de la entonces Congregación para la Doctrina dela Fe, siendo el cardenal Ratzinger Prefecto. Fue aprobada y confirmada, en su momento y con la solemnidad debida, por Juan Pablo II, y deja constancia de la tradición perenne de la Iglesia:
“21. Acerca del modo en el cual la gracia salvífica de Dios, que es donada siempre por medio de Cristo en el Espíritu y tiene una misteriosa relación con la Iglesia, llega a los individuos no cristianos, el Concilio Vaticano II se limitó a afirmar que Dios la dona «por caminos que Él sabe» (C. Vaticano II. Ad gentes, 7) (…) De todo lo que hasta ahora ha sido recordado sobre la mediación de Jesucristo y sobre las «relaciones singulares y únicas» (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 18) que la Iglesia tiene con el Reino de Dios entre los hombres –que substancialmente es el Reino de Cristo, salvador universal–, queda claro que sería contrario a la fe católica considerar la Iglesia como un camino de salvación al lado de aquellos constituidos por las otras religiones. Éstas serían complementarias a la Iglesia, o incluso substancialmente equivalentes a ella, aunque en convergencia con ella en pos del Reino escatológico de Dios”.
“22. Con la venida de Jesucristo Salvador, Dios ha establecido la Iglesia para la salvación de todos los hombres (cf. Hch 17,30-31) (C. Vaticano II, Lumen Gentium, 17). Esta verdad de fe no quita nada al hecho de que la Iglesia considera las religiones del mundo con sincero respeto, pero al mismo tiempo excluye esa mentalidad indiferentista «marcada por un relativismo religioso que termina por pensar que “una religión es tan buena como otra”» (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 36).(…) Se entiende, por lo tanto, que, siguiendo el mandamiento de Señor (cf. Mt 28,19-20) y como exigencia del amor a todos los hombres, la Iglesia «anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas» (C. Vaticano II, Nostra aetate, 2)”.
El arzobispo emérito de Filadelfia termina así sus comentarios:
“En pocas palabras: no todas las religiones buscan al mismo Dios, y algunas religiones son tanto erróneas como potencialmente peligrosas, material y espiritualmente”.
“Los católicos creemos que Jesucristo, de una vez y para siempre, reveló a toda la humanidad quién es Dios. Nos redimió con su muerte y resurrección, y nos dio la misión de llevar a toda la humanidad hacia Él. Como nuestra fe enseña muy claramente, solo Jesucristo salva. Cristo no es meramente uno entre otros grandes maestros o profetas (…) «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí» (Juan 14:6). Un Dios amoroso puede aceptar la adoración de cualquier corazón sincero y caritativo, pero la salvación viene solo a través de su único Hijo, Jesucristo” (…) Los cristianos siempre han creído que esta realidad hace que el cristianismo sea categóricamente distinto de todas las demás religiones y, a su vez, exige un compromiso total de nuestras vidas”.
“Los cristianos sostenemos que solo Jesús es el camino hacia Dios. Sugerir, insinuar o permitir que otros infieran lo contrario es una falta de amor, porque el amor genuino siempre busca el bien del otro, y el bien de todas las personas es conocer y amar a Jesucristo, y a través de Él, al Padre que nos creó”.
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