Entre la Vida Consagrada en España y el cardenal Zuppi

El cardenal Matteo Zuppi en su visita a Washington en misión de paz por Ucrania.
El cardenal Matteo Zuppi en su visita a Washington en misión de paz por Ucrania.

He leído que María José Tuñón, directora de la Comisión Episcopal de Vida Consagrada, ha dicho que las cifras la Vida Consagrada no son las de otros tiempos,  pero esta realidad eclesial tiene todavía “una representatividad bastante hermosa”.

Según veo en la revista Ecclesia, -por cierto, a quien hay que felicitar por la magnífica Newsletter-, según los datos recabados por la citada Comisión en España hay 32.967 miembros de institutos religiosos de vida activa y sociedades de vida apostólica —la gran mayoría, mujeres (25.116)-, a los que hay que sumar 7.676 contemplativos (7.242 mujeres), 2.478 miembros de institutos seculares, 33 eremitas, 228 vírgenes consagradas y casi 1.800 miembros de familias eclesiales.

Hay dos cuestiones que, en la Vida Consagrada, parecen prioritarias en un momento, el pontificado del papa Francisco, en el que ha vuelto a adquirir un protagonismo eclesial que parecía menor en tiempos pasados recientes.

La primera es la vocacional. Para abordar esta cuestión me remito a una reciente entrevista, no sé si promocional, al cardenal Matteo Zuppi en la Civiltà Gattolica.

 Dejo que hable el cardenal sobre esta cuestión.  

“- A propósito de «uniformes», también las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa están disminuyendo. ¿Qué pastoral vocacional se puede proponer? ¿Una unida a la pastoral juvenil? ¿Y cómo formar para el sacerdocio y la vida religiosa? ¿En los seminarios y noviciados? La formación de los seminaristas siempre es tema de discusión. Los documentos aprobados parecen no tener impacto en las nuevas prácticas formativas. O al menos esa es la sensación. ¿Cómo lo ve usted?

- Temo que estamos multiplicando las propuestas, pero no sabemos comunicar el por qué de vivir así. Por lo tanto, podemos escribir excelentes documentos, pero si no abordamos «el por qué» es bueno vivir así, las propuestas corren el riesgo de anularse. Y luego, los hijos no se hacen en probeta, se hacen en la vida. Si no hay comunidades vivas, que me transmitan una pasión que me atraiga y cuya belleza pueda percibir, ¿por qué debería seguir ese camino? El verdadero problema es que nuestra comunicación del Evangelio es poco vocacional. Nos hemos homologado un poco a la cultura del bienestar, que es anónima, mientras que el amor siempre es personal y te pide que pierdas, no que poseas, que te sacrifiques, si es necesario, y no que estés bien a toda costa. Entender que hay una vida que me hace sentir mejor que la que me ofrecen los tranquilizantes, o el ocuparme de mis propios asuntos, o el vivir así como venga. Si no entiendo esto, que la amistad es liberadora, que ciertos lazos son más liberadores que el «vivir fluido», todo se desmorona. Y aquí también surge el límite de haber pensado que la vocación es solo para sacerdotes y consagrados. Y también en este caso, entiendo el don de mi persona si vivo con otros que, incluso de diferentes maneras, lo viven, en comunidades que se toman en serio el Evangelio y que te hacen llevar una vida más hermosa, humanamente envolvente. A veces hay una comunicación prudente que solo se refiere a elecciones personales; sin embargo, la vocación no es «elige tú», sino «¡sígueme!». Frère Roger de Taizé solía decir: «Jesús no le propone al discípulo: “Sé tú mismo”, sino “¡Sígueme!”». Por supuesto, esto permite ser realmente uno mismo. A veces, solo decimos: «Sé tú mismo»”.

Y segunda, la relación con el resto de los sujetos activos del apostolado eclesial, de la misión. Por ejemplo, las Nuevas realidades eclesiales y Movimientos. He aquí lo señala el cardenal Zuppi:

“- Acaba de mencionar los movimientos eclesiales. Su vitalidad no parece ser la misma que hace 20 o 30 años. Fueron viveros importantes de evangelización y formación, de los cuales surgieron vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. ¿Los movimientos están realmente en crisis? ¿Están más ausentes de la vida eclesial? ¿Qué futuro vislumbra para ellos?

 

- Hay que decir que nos desgastamos durante años en distinciones un tanto fallidas y con poca visión pastoral de largo plazo. Basta pensar en la relación entre parroquias y movimientos, que a menudo fue un pulso constante: desconfianzas, distinciones, alergias, geografías eclesiásticas… Una dinámica que, por un lado, ha desgastado y, por otro lado, ha hecho creer a algunos que son fuertes, quemando así muchas posibilidades de presencia. Hoy me parece que estamos en una fase completamente diferente, que coincide con el replanteamiento – italiano, pero también europeo – sobre lo que es la parroquia, qué significa, cuál es su papel, su forma, después de siglos en los que la gramática ha sido más o menos la misma. Esto incluye también la relación entre el servicio sacerdotal y la parroquia. ¿Cuáles son los ministerios y sujetos que pueden ayudar hoy a la Iglesia a estar presente en medio de la gente? En todo esto, diría que los movimientos están experimentando una temporada de gran madurez, de transición a la edad adulta. Solo esperamos que no sea la transición a la vejez, a una temporada senil. Es una transición importante, que necesita un acompañamiento paternal y siempre apasionado, porque no es la tibieza lo que lleva a la madurez. La esperanza es acompañar a los movimientos hacia la madurez sin que pierdan entusiasmo, que cada uno encuentre las formas más estables posibles, pero no escleróticas. La vida siempre es más complicada que los modelos, pero cuando se coloca el Evangelio en la pastoral, siempre se encontrarán las respuestas correctas”.

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