Temas de Omella, tesis de Argüello

Cardenal Juan José Omella.
Cardenal Juan José Omella.

“¿Has leído ya el discurso del cardenal Omella?”, me preguntó un amigo que trabaja en la Conferencia Episcopal Española. Eran las 12.00 del mediodía del lunes pasado. En vez de rezar el ángelus, estábamos en lo del día a día.

“Pues no. Entro con ese tema después de comer. Ahora tengo que terminar el capítulo de un libro para entregar mañana”, le contesté.

“Te va a gustar”, me dijo. “Hombre, espero que no escriba los discursos para que les guste a determinados medios, sino para decir lo que tiene que decir”, apunté. “Deja las susceptibilidades para otro momento”, apostilló mi amigo.

Efectivamente, el discurso inaugural de la Asamblea Plenaria del cardenal Omella me gustó. Y mucho. Es cierto que es deudor de lo que A. Moles denominaba la cultura mosaico. Es decir, una sumada superposición de temas, tanto eclesialmente internos como externos, en los que una vez hechas las referencias espacio-temporales se asienta una tesis y se dice lo que se tenía que decir.

Pero lo que más me agradó del discurso son las notas a pie de página, es decir, un segundo discurso dentro del primero. Notas, por cierto, redactadas en la forma académica de citación –se nota la mano de quien ha hecho una tesis doctoral- con las que el cardenal Omella como firmante va ampliando ideas y ofreciendo datos.

Son tan importantes las notas a pie de página, y lo que dicen, que incluso cita el informe de E-cristianas sobre la pederastia, del que escribí hace semanas en esta misma columna.

Y, como curiosidad, los periódicos que lee, y cita, el cardenal Omella son “ABC”, “El País”, “La Vanguardia” y “El Debate”. Entiendo que también otros muchos, pero no citados aquí.

Me llama la atención las veces que el cardenal Omella utiliza la palabra “prestigioso/a” en el texto como para querer conferir autoridad a las decisiones y argumentos.

Se ha escrito que en el discurso se nota la mano de monseñor Argüello. Tesis plausible. Temas de Omella, tesis de Argüello. Si lo analizamos en perspectiva de coherencia de declaraciones, el texto recoge y sintetiza los argumentos utilizados por monseñor Argüello en sus comparecencias.

 

Está claro que es estilo del cardenal Omella, pero también el de alguien más que el cardenal Omella. Se podría afirmar que quien habla es el presidente de la Conferencia, no como presidente sino como obispo, recogiendo el sentir del resto de los obispos ante las cuestiones candentes.

No es la manera del cardenal Omella, ni en los anteriores discursos, ni en el actual, profundizar en los temas. Quizá esto lo deje para las conferencias.

En este sentido no voy a hacer referencia ahora al modo de discursos de anteriores presidentes de la CEE desde Tarancón. Lo dejo quizá para un futuro. Blázquez, mi admirado cada vez más don Ricardo, que va a batir todos los récords del mundo, cogía un tema y lo desentrañaba hasta el esqueleto. Y mi sentido cardenal Rouco daba una clase de relaciones Iglesia y Estado, hablara de lo que hablara, sin pensarlo.

Más notas sobre el discurso.

La pregunta que le hice a mi amigo, en una conversación posterior, es si el texto del lunes, que tanto revuelo mediático ha levantado, es lo que piensa el cardenal Omella en el contenido, incluso en la forma, o es una hábil táctica de iniciar una Plenaria que se predecía tormentosa.

O es que el cardenal Omella ha llegado a un punto en el que hay que decirle al gobierno y a determinados medios de comunicación algunas cosas que no les gustaría oír.  

Lo que se desprende del discurso, al fin y al cabo, es la plena sintonía con el pontificado del Papa Francisco, por mucho que se diga. En la forma y en el fondo. Y cierta seguridad, también psicológica, de lo que significó su visita reciente a Roma. La visita en la que fue acompañado, porque a Roma el Presidente de la Conferencia Episcopal viaja día sí, día no. 

Y también que su trabajo de hombre de mediaciones y consensos, ha llegado a un punto en el que tenía que afirmar socialmente algo con un tono más elevado. Al menos para que se entere el gobierno, la política, como él dice, y para que también lo apunten determinados medios.

Las referencias a lo que las ideologías no tragan de la doctrina de la Iglesia, o a las formas de instrumentalizar a la Iglesia por los poderes, o la críticas a los gobiernos que promueven el aborto, o las críticas a la cultura woke, son lugares comunes del ejercicio de la libertad de la Iglesia.

De las relaciones desaforadas de algunos medios, también eclesiales, al discurso, no voy a decir nada más que probablemente están en la intrahistoria más que en la historia.

Sobre la cuestión de la pederastia –que sigue focalizando titulares-, quizá, por un lado, sea cierto que alguien les ha dicho a los obispos españoles que toda lógica de actuación tiene un marco adecuado, ni macro, ni micro, ni obsesionarse, ni pasar de lado.

Y que tomadas de determinadas decisiones, hay que sacar las consecuencias del silogismo. No se trata del “Sálvese quien pueda”, del “Sálvame Delux”. Se salvan todos los obispos, o no se salva nadie. La polifonía de mensajes y tonos, si no es acorde, produce efectos perniciosos.   

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