La secularización generacional en España

Oriol Bartomeus.
Oriol Bartomeus.

“En este tiempo nuestro, inasible, extraño y aterrorizante, el mañana es casi siempre negativo y sombrío”.

Quien hace esta afirmación es el sociólogo y politólogo Oriol Bartomeus en su último e interesante libro “El peso del tiempo. Relato del relevo generacional en España”.

Un libro que puede ser elocuente para quien esté preocupado en hacer planes pastorales, por ejemplo, de la Conferencia Episcopal, o de las diócesis, en el caso de que se sigan haciendo o de que sirva para algo el hecho de que se sigan haciendo.

Lo digo por eso de que ya no se si recordamos cuál es el plan pastoral vigente de la Conferencia Episcopal, que últimamente no se cita mucho.

En ese libro, Bartomeus hace una radiografía de las generaciones que convivimos en España, teniendo en cuenta que los nacidos a partir de 1971 representan el 73 por ciento de la sociedad.

Entiende nuestro autor por generación “un grupo de personas, de coetáneos, que comparten un proyecto y despliegan una actividad para afirmarse como grupo e imponer su criterio, ya sea estético, político o de cualquier otra naturaleza”.

Después de mucho escribir sobre criterios sociológicos al uso, habla de cinco generaciones.

La primera estaría formada por las personas que vinieron al mundo antes del final de la Guerra Civil. Nuestros mayores. Generación minoritaria, el 5% de los españoles, y en extinción.

La segunda es la de los nacidos entre 1940 y 1960, marcada por el franquismo, protagonista y promotora de la Transición. La generación  de la postguerra. Son 8,8 millones de españoles de un total de 42.

 

La tercera está formada por las personas nacidas entre 1961 y 1975, la del Baby boom, una generación que sociológicamente consideran perdida porque la que le precedió no le ha dado el protagonismo que merecía y se ha saltado muy rápido a la siguiente. Representan el 23 % de la población española. 

La cuarta es la de los nacidos entre 1975 hasta 2008. Una generación más larga en el tiempo, más numerosa, el 37% de la población. La llamada generación de la democracia.

La quinta es la de la incógnita, la de los nacidos a partir de 2009-2022, y representa un 13% de la población española. Una generación del descontento, también democrático, que está de vuelta respecto de algunos aspectos acusados de la anterior, la cuarta.

Lo que me interesa resaltar en estas línea es sólo lo poco que se dice en este libro sobre la cuestión religiosa. Ya se ve que el autor no da mucha importancia a esta materia. Lo sintetizo a modo de titulares.

La generación de la Guerra Civil es la que tiene un elevado sentimiento religioso, con más del 90 por ciento que se declara católico y la que más asiste a oficios religiosos.

La generación de la posguerra, la segunda, mantiene ciertos niveles de religiosidad, ha sido educada mayoritariamente aún por la Iglesia, es la del mayo del 68 y parte de ella está de vuelta de muchas cosas.

La tercera generación del Baby boom es en la que “se observa la lenta desaparición de la religión. No sólo sus miembros declaran sentir menos religiosidad que sus padres y madres (criados mayoritariamente en la escuela nacionalcatólica del franquismo), sino que se muestran mucho menos practicantes. Además, a  diferencia de sus progenitores, va perdiendo esa vinculación con la Iglesia a medida que pasan los años. Cada vez son menos los que se dicen católicos en sus filas. Sus hermanos pequeños darán un paso más  y, de estos, sólo la mitad confiesa tener un sentimiento religioso”.

Para la cuarta generación, la norma es la desaparición de la norma. Es la generación del Yo con mayúscula. Es en la que cae el porcentaje de casados; es en la que se da la desaparición de los ritos de paso que antes marcaban las etapas vitales desde la religiosidad. Es la generación de una libertad de elección en todo antes desconocida.

La última es la del individualismo exacerbado, la borrachera del yo omnipotente, del emotivismo, del mundo acelerado, de las impresiones, del instante, que además apunta al regreso de identidades duras, siempre egocéntricas. Para ellos, cambiar es la norma permanente. Sus decisiones no les implican de por vida en un tiempo desordenado. Llegan a ser fanáticos efímeros.

Afirma este autor, además, que la religión sigue generando poco consenso en la sociedad española.

Pese a que el libro está destinado a explicar cómo votamos los españoles, en función de cómo somos y de cómo actuamos, hay datos, muchos datos, e ideas, que debieran dar que pensar.

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