Y si la Reina Isabel fuera beatificada…

Isabel La Católica.
Isabel La Católica.

Tengo por principio no preocuparme lo más mínimo por nada en lo que no pueda aportar algo, ni meterme en líos que no me corresponden, ni tampoco perder el idealismo de pensar que el mundo, incluso la Iglesia, pueden ser mejores, si lo somos, todos los días, un poco, cada uno.

Hace tiempo también que aposté por las víctimas, por eso de que Jesús de Nazaret lo fue. Lo que conlleva una implicación en las causas en pos de la justicia, personal, social, política. Justicia que está relacionada con la exigencia de la verdad implícita en el Evangelio.

Por eso llevo tiempo dándole vueltas a qué hay que hacer con la Causa de Beatificación de la Reina Isabel I de Castilla. Una Causa que, como dijo el 7 de noviembre de 2002, el entonces prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, cardenal Saraiva Martins, “Non è fermata, cammina”.

Lo primero, en esta noble Causa, es el estudio. Para la “Positio historica” se leyeron más de cien mil documentos. El resultado del trabajo de la Comisión Histórica fueron 27 volúmenes (4 de escritos de la Reina, 20 sobre la vida y virtudes y 3 sobre la fama de santidad), más un Índice General y la Relación de la Comisión Histórica al Tribunal.

Después de doce años (1958-1970) de intensa labor investigadora, el dictamen de los investigadores fue el siguiente: “No se encuentra un solo acto, público o privado de la Reina Isabel, que no esté inspirado en criterios cristianos y evangélicos”.

La “Positio histórica super vita, virtutibus et fama sanctitatis ex officio concinnata” en el Officium Historicum de la Congregación para las Causas de los Santos tiene 1074 páginas, más CXXXIX de introducción, en formato mayor, impresa por Sever-Cuesta, Valladolid.

De entre la bibliografía que he podido consultar está la tesis doctoral de Tarsicio de Azcona sobre la contribución de la Reina a la reforma de la Iglesia en su tiempo. Un aspecto que me encaja con la reforma que propone el papa Francisco.

He aquí, a modo de ejemplo, lo que escribe un cronista de la época.

Cuando había que proveer alguna dignidad u obispado, la reina “más miraba en virtud, honestidad y ciencia de las personas que las riquezas y generosidad, aunque fuesen sus deudos... Lo cual fue causa que muchos de los que hablaban poco y tenían los cabellos más cortos que las cejas, comenzaron a traer los ojos bajos mirando la tierra y andar con más gravedad y hacer mejor vida, simulando por ventura algunos más la virtud que ejercitándola”. (Lucio Marineo Siculo)

 

“Cuando se detenía en ciudad o lugar donde había convento de religiosas, enviaba recado a la prelada la esperasen en casa, y que quería pasar a verlas. Executavalo por las tardes, llevaba la rueca u otra labor -hizo vanidad de que el Rey católico no se puso camisa que no la hilase y cosiese- encargaba a las monjas que cada una tomasen la suya se juntasen todas a hacerla, tratabalas con un agrado y amor tan cariñoso que las robaba los corazones, y, hecha dueña de ellas, las persuadía con suavidad y eficacia a que votasen la clausura. Y es cosa admirable, que raro fue el convento donde entró esta célebre heroína, donde no lograse en el propio día el efecto de su Santo deseo. Los conventos que no lograban la dicha de su real presencia participaban de su liberalidad en alhajas y paños bordados que les enviaba para el culto; y arrastrados por sus persuasiones por escrito, y del exemplo de los demás, votaban la clausura.” (Santiago Riol c. 1726).

Quede aquí para finalizar lo dicho por el Beato Palafox: “Hice concepto de que eran tan parecidos estos dos naturales entendimientos y espíritus de la señora reina católica y de Santa Teresa, que me pareció que si la Santa hubiera sido reina coma fuera otra católica doña Isabel; y si esta esclarecida princesa hubiera sido religiosa -que bien lo fue en sus virtudes- fuera otra Santa Teresa.”

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