Política informativa de la Iglesia

El Vaticano en una tarde.
El Vaticano en una tarde.

Hace tiempo que dejé aparcada la reflexión y la escritura de artículos más o menos científicos sobre la comunicación y la información de la Iglesia. Entre otras razones por una especie de saturación del uso político de esa información.

Que existe una política eclesial, que se traduce en información eclesial, es evidente. No todo el periodismo eclesial es política, ni toda política tiene que utilizar el periodismo.

Ya que hablamos de política, mejor es trabajar y pensar sobre la relación entre la política en general, la política de partidos y el periodismo, y el sistema mediático, que sobre las consecuencias de ese clima político de la información eclesial en, por ejemplo, la polarización o en el personalismo.

Sin embargo, estamos en un nuevo tiempo de cambio, que plantea nuevos retos. Determinadas recientes conversaciones me han interpelado sobre cómo debiera ser la información sobre la vida de la Iglesia. 

Dejo aquí algunos apuntes a vuela pluma por si sirvieran. También a quienes padecen el edadismo como expresión del adanismo.

No creo en las recetas comunicativas. En periodismo, y comunicación, la experiencia es importante. Entre otras razones para no cometer errores del pasado.

El uso de tecnologías, software, redes, es instrumental. La comunicación y el periodismo siempre son actividades intencionales y finalistas. La clave es la intención no la potencia del medio. La decisión de contenidos implica siempre una jerarquización y una valoración. Eres lo que también comunicas.

Aquí van algunos apuntes rápidos. No emisión unidireccional, ahora estamos en el tiempo de la conversación. Lo primero es el para quienes, antes era el qué, ahora es el “a quiénes”, para quiénes hacemos lo que hacemos. El con quién también es interesante.

Se está produciendo una rápida e imparable transformación en el qué, en el mensaje eclesial, no sólo en el medio sino en la formulación del contenido que está afectando, incluso, a la reflexión teológica.

 

Para que alguien participe debe sentirse atraído, interesado y convocado.

Hay que aprender a cambiar sobre la marcha, tener capacidad de respuesta. Podíamos hablar del giro personalista en la información que no significa el giro endogámico, el 2.0 del yo. Más personas que datos, estadísticas. Pasar del storytelling al storydoing.

La identidad se demuestra haciendo. El contenido de las redes sociales: útil, fragmentado, no autorreferente, usable, emocional, accesible y creíble.

Hablar de soluciones, no de problemas. Hablar en clave de servicio, no de poder, que es no sólo cantidad sino calidad. No hacerse trampas en el solitario, abandonar los grandes expresos, ir en cercanías.

Resaltar lo que representamos, no a lo que nos oponemos. Crear oportunidades y descartar amenazas. Enfatizar los apoyos y las cualidades de los que se implican.

Y evitar friccionar las crisis.

La credibilidad de la Iglesia, que es, al fin y al cabo, la credibilidad de las personas de Iglesia también depende de la información y de la gestión de esa información.

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