La pasión de Torres-Dulce

“Todos estaban, todos estábamos, todos seguimos estando”. En Jerusalén.

Catedral de La Almudena. La primavera se adelanta y la Semana Santa se retrasa. No se retrasa Dios, que “primerea” entre lo humano. Se retrasa el tiempo de los hombres, que lo es también del poder de las tinieblas. No se retrasa, se ralentiza y se ensancha.

Catedral de La Almudena. Había sido el escenario de memorias fúnebres y de pasiones en el espacio público, que lo es de quienes sufren lo público y lo privado. Y ahora, de nuevo, la palabra. El testimonio de un cristiano en la Vida Pública, conceptos manoseados por el discurrir de la intrahistoria.

Habla el Fiscal General del Estado, Eduardo Torres-Dulce, que no es el hombre de la dura lex, sed lex. Y habla de la ley del mal en la historia, de la impunidad del poder unos pocos, que no tienen la última palabra.

Comienza, se anticipa, rápido, evoluciona, lee demasiado rápido y la gente sencilla se cansa. Sin embargo, el travelling sobre la Semana Santa no deja ni un segundo de descanso a la inquietud intelectual de quien se confiesa un cristiano “que día a día lucha contra la condición humana”, y que asegura no ser teólogo de oficio ni de beneficio, ni, por supuesto, pastoralista. Y lo primero que hace es citar a Stefan Zweig y su glosa la afirmación de Händel de que “Dios hacía estado con él en la redacción de El Mesías”, inspiración in fábula.

Y sigue reordando a los clásicos castellanos, porque el pregón de Torres-Dulce en la Catedral de la Almudena, en esta Semana Santa de pasión histórica para la España de 2014, se construye sobre la fina sensibilidad teológica del barroquismo patrio, que también lo es de Unamuno, y de Luis Rosales, y si me apuran de Gerardo Diego, y, sobre todo, de Rafael Sánchez Mazas. Perdón, pero antes fue de Teresa de Jesús, de Lope de Vega y cómo no, de san Juan de la Cruz, y de la poesía anónima del barroco.

¿Por qué se colocó en el pregón de la Semana Santa Julien Green? Porque el pregonero es un hombre de su tiempo, y de cine, y sabe de las esperanzas frustradas y de las esperanzas trágicas. De ahí que cite al autor norteamericano del Hermano Francisco: “Pedir algo a Dios nos transforma en personas capaces de renunciar a lo que pedimos”.

El pregonero no se deja enclaustrar entre los barrotes de la iniquidad humana, porque el Pregón de la Semana Santa de un Fiscal general del Estado, dura lex, sed lex, es también el pregón de la literatura cristiana del siglo XX, es decir de Charles Moeller, quien nos recordó, de la mano de Bernanos, que “necesitamos que a nuestra sociedad la rediman los pobres y los santos”.

Para quienes no creen, todos los días son sábado santo. De nuevo Julien Green, “en el corazón del silencio es donde habita Dios” Sábado santo, Iglesias cerradas, sin culto, la otra cara de la moneda de una España que no ha dejado de ser las dos Españas. “Nos hubiéramos quedado allí”, en Jerusalén, a las puertas del sepulcro vacío. ¿Qué cristiano no hubiera deseado acompañar el cuerpo de Jesús camino del sepulcro? Y ¿qué cristiano no hubiera corrido en la mañana de Pascua?

 

Querido don Eduardo. La suerte procesal del Señor es la suerte procesal del cristianismo en la historia: la vida, sentencia de liberación y juicio al juicio a la Víctima expiatoria. Gracias.

José Francisco Serrano Oceja


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