Monseñor Erik Varden y su “no comprometáis la verdad”

Obispo Erik Varden.
Obispo Erik Varden.

En los últimos meses hemos tenido entre nosotros en un par de ocasiones a  monseñor Aboot Erik Varden, noruego, trapense, nombrado por el Papa Francisco obispo de Trondheim, músico, cervecero.

No hace mucho estuvo en el Encuentro-Madrid y ahora ha venido a impartir la conferencia de Santo Tomás de Aquino en la Universidad de Navarra.

Es precisamente esa conferencia en Navarra, titulada “A la altura de la tormenta del corazón humano”, la que va a ocupar esta reflexión, glosa e invitación.

Aunque éste ya no tan joven obispo, aunque lo siga siendo, no habla español, hizo un notable esfuerzo por hablar en nuestra lengua. Quien quiera leer la versión en inglés puede encontrarla en su página web, es decir, aquí: https://coramfratribus.com/life-illumined/navarra-lecture/

Tengo que confesar que cada vez que leo algo suyo, o escucho sus intervenciones, me encuentro con esa sabiduría monástica que invita no sólo a una reflexión profunda sino a una especie de plenitud espiritual.

Sus palabras serenan el ánimo o el alma. Habla desde esa atalaya que da la mirada ajena al trasiego, al tráfico, a la rapidez de un tiempo acelerado que nos atrapa en mil pequeñas historias.

Esa mirada monástica que, al miso tiempo, es fruto de la distancia y de la cercanía; fruto de la escucha atenta y del silencio; fruto, al fin y al cabo, de una maduración de la mente y del corazón. 

Esto no implica ausencia de realidad, ni carencia de realismo. Todo lo contrario. Es como cuando vas a un locutorio de un monasterio de clausura, y te das cuenta de que, incluso ante determinadas informaciones, van por delante de ti varios pasos y sin salir de esas benditas paredes.

Pues bien. Monseñor Erik Varden ha hecho, en Pamplona, una de las más finas disecciones sobre algunos de los síntomas de decadencia de la Iglesia actual. Y lo ha hecho con una finura, con una elegancia, con una ironía que, como no estés muy atento, no te enteras.

 

Su análisis de lo que significa y significaba lo moderno, no tiene desperdicio. Afirmar que depende de los cristianos de hoy que el cristianismo aparezca ante todos como la juventud y la esperanza del mundo, parece una obviedad. Pero dar algunas claves de cómo hacer eso, no es nada fácil, ni sencillo.

En términos futbolísticos se diría que ha puesto la pelota en el lugar adecuado para rematar. “Estaremos –dijo- a la altura de este desafío si permanecemos enraizados en Cristo, dejando que él sea el paradigma que defina todas nuestras aspiraciones”.

Nuestras crisis actuales tienen mucho en común con las crisis del pasado. Sin embargo, nos consideramos una excepción, acaso porque somos los protagonistas de nuestro tiempo. Una vez más conviene despejar la maleza, obviar determinadas dinámicas, temas, propuestas, originalidades, que lo que hacen es entretener la conciencia cristiana, y volver a las fuentes –Concilio Vaticano II-, que sean ellas las que alienten nuevas formas también expresivas de propuesta.

Es cierto, el mundo que nos rodea se ve arrastrado por un ritmo parecido a una danza macabra, cacofonía aterradora. No hay partitura ni nadie que dirija a la orquesta. Hay que buscar el tono perfecto y penetrante que afine nuestros instrumentos.

Por último, hablando de la teología, hablando del depósito de la fe, la forma en la que explica monseñor Varden cómo custodiarlo me parece sugerente. Custodiarlo, que no comprometerlo. Ni tampoco dedicarnos a repetir formulaciones que han dejado de tener sentido, como un disco rallado.

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