Mis conversaciones con el cardenal Maradiaga

José Francisco Serrano en el encuentro con cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, arzobispo emérito de Tegucigalpa, 
y monseñor Fernando Chomalí, arzobispo de Santiago de Chile.
José Francisco Serrano en el encuentro con cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, arzobispo emérito de Tegucigalpa, y monseñor Fernando Chomalí, arzobispo de Santiago de Chile.

He tenido la oportunidad de pasar unos días en compañía de un grupo de profesores universitarios de América Latina reflexionando sobre lo que el Papa les pidió a los rectores de ese continente, en una reciente audiencia: que pusieran todos los recursos en su haber para “organizar la esperanza”.

Con nosotros estuvieron el cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, arzobispo emérito de Tegucigalpa, y un hombre clave en este pontificado.

También participó monseñor Fernando Chomalí, arzobispo de Santiago de Chile.

El cardenal Maradiaga impartió una conferencia sobre el Sínodo de la sinodalidad que no tiene desperdicio. No voy a hacer la crónica de lo que allí dijo. Se puede ver en el canal de YouTube de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico.

Toda ella es una secuencia de titulares, de entre los que puedo destacar, por ejemplo, que dijo que “salieron mal del Sínodo los que pensaban que se iba a abolir el celibato, o que se iba a decidir ordenar a las mujeres…”.

O cuando, con cierta ironía, señaló que gracias a las tres jornadas previas de Ejercicios Espirituales, “todas las fieras llegaron mansas al Sínodo”.

O cuando habló de la “mala hierba”, y se refirió a quienes públicamente se opusieron a la sinodalidad, al nuevo gnosticismo –enfoque éste ciertamente novedoso- y al fariseísmo antisinodal.

Como en ese momento el cardenal Maradiaga tenía delante al episcopado de Puerto Rico, no perdió la oportunidad para lamentarse de que “estoy viendo una pasividad en muchas Iglesias locales, espero que en Puerto Rico no sea así”.

De su intervención pública, y de las conversaciones posteriores, ante mis preguntas e interpelaciones, me quedo con la idea de que es relevante saber explicar bien esto del Sínodo sobre la sinodalidad.

 

Diría más. Nunca es tarde si la dicha es buena.

No sé si por el contexto o por la forma en la que lo hizo, tengo la impresión de que, aunque he leído cientos de páginas sobre el Sínodo de la sinodalidad, por primera vez entendí, de forma más o menos global, de lo que se trataba.

Es decir, lo que el Papa Francisco ha querido con el Sínodo de la sinodalidad, lo que significa para la Iglesia en el contexto de este pontificado.

No voy a decir que convendría que los obispos españoles invitaran al cardenal Maradiaga a que venga a contar qué es el Sínodo y cómo va el Sínodo.

Sobre todo para romper esa impresión de que el Sínodo de la sinodalidad es una especie de ámbito o núcleo de elegidos, de iniciados, de puros eclesiales, que no tiene implicaciones para la vida de esos fieles que andan por la calle y no están todo el día en los círculos cerrados eclesiales.

Respecto al estado sinodal en la Iglesia en España, podía añadir algo más. El problema del pontificado está en Estados Unidos.

Por  más que algunos se empeñen en aplicar los marcos mentales, esquemas, que provienen de esa nación, en nada hay que comparar a los obispos españoles con los norteamericanos a esta respecto. 

La situación de la Iglesia y del catolicismo norteamericano respecto al pontificado es, sencillamente, dramática.

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