Algo sobre la polarización

Una representación de la polarización.
Una representación de la polarización.

La palabra polarización está de moda. Se utiliza por doquier, en la sociedad y en la Iglesia. Pero qué significa polarizar. Ofrezco una definición no académica. Polarizar es tensar la diferencia, un proceso de alineamiento, originariamente de las fuerzas políticas. 

Respeto a la sociedad española hay un dato objetivo. En julio del año 2000, un 8% por ciento de los ciudadanos españoles según el CIS se identificaban con posiciones ideológicas extremas, en julio de 2022 son algo más del 20 por ciento.

La política está en todo. Pensamos que es capaz de arreglarlo todo. Ha invadido demasiados ámbitos de lo social. Y los ha contaminado. Ahora, la cultura se subordina a las políticas culturales, la educación a las políticas educativas. Una política que no va de alcanzar los mejores resultados en orden al bien común, sino de ganar en la contienda.

Los cristianos somos ciudadanos en el mundo, vivimos en la historia. No transitamos por el tiempo abstraídos de lo que pasa a nuestro alrededor, de las corrientes unas veces profundas, otras veces superficiales que están influyendo en lo cotidiano. Somos seres políticos, también en sentido aristotélico, es decir, relacionales. Y esa “relacionalidad”, que es un proceso sustantivo de la persona, se articula de diversas formas.

Hablar de polarización es también reflexionar sobre la construcción de las identidades. De hecho el efecto de fondo a la polarización es que existen identidades que se están configurando como fruto de la polarización y en el contexto de la polarización. Sería algo así como el schittiano, de Carl Schmitt, amigo-enemigo. La identidad es una de las mayores fuerzas movilizadoras del ser humano. La identidad raramente atiende a razones sino a nuestras emociones primarias.

Dicen los entendidos que hay hasta tres tipos de polarización. La ideológica, sobre la que no hay mucho que explicar; la polarización afectiva, que en EEUU suele estar ligada a sentimientos negativos hacia los otros, mientras en España lo está más a sentimientos positivos hacia lo nuestro; y la polarización cotidiana.

Ahora toca hablar de los agentes de la polarización. En la sociedad, una política ideológica, es decir, una política cargada de una voluntad de poder que se configura como una identidad que determina la marcha de las sociedades. Sin excluir que la economía, la capitalista, se convierta en esa ideología dominante capaz de tensar la cuerda.

Y, sobre todo, los medios de comunicación, que se han convertido en los superconductores de la polarización social en la medida en que ponen en escena la polarización ideológica como forma de espectáculo. También en la medida en que se convierten en los brazos ejecutores de esa polarización política, al servicio de los agentes primeros de la polarización.

Lo cristiano nos habla de la unidad, de la unidad de todos los hombres y mujeres, fraternidad, y de la unidad en la confesión de fe, el credo. Lo cristiano habla de salvación, de redención, de plenitud de lo humano. Cuando lo cristiano abandona el núcleo de lo esencial de su propuesta, y se pierde en circunvalaciones históricas, se aleja de la razón primera. No olvidemos que la modernidad quiso despistar al cristianismo. Y en gran medida, lo consiguió.

 

La Iglesia se polariza, los cristianos nos polarizamos, cuando permitimos no sólo que la ideología dé forma a la propuesta de la fe. También cuando el poder en la Iglesia se desliga de la fuente originaria, el servicio, que es administración, no posesión. Alejarnos del horizonte de lo esencial, de lo común, de lo sustantivo, en un proceso en el que se quiere hacer nuevo todo lo recibido, lo que se nos ha dado, como si nosotros fuéramos los artífices de esa transmisión, implica un grave riesgo. La polarización, no lo olvidemos, puede terminar en conflicto y en ruptura.

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