Remar contracorriente

Me decía no hace mucho el querido maestro Alejandro Llano, medio en bromas, y algo más que me dio en serio, que él siempre fue partidario de la conspiración. Bueno, maticemos, de la conspiración intelectual para el bien.

Inmediatamente pensé en quienes en un par de años, conspirando en la cafetería de su facultad y experimentando con el Reality de los medios, que no solo con la realidad, hoy han conseguido dar un vuelco a la historia de España.

Quizá el pensamiento del profesor y teólogo Pierangelo Sequeri nos ayude a entender algo. Dice el profesor Sequeri que el reconocimiento de la bestia, por utilizar la lengua del Apocalipsis –sin que esta afirmación tenga carácter veritativo sino simbólico cultural-, pasa por reflexionar sobre el poder tecnlógico, la eficacia propagandística y la eficacia burocrática.

Es decir, en el análisis de los factores que contribuyen, a través del lenguaje, palabra e imagen, a la degradación antropológica inducida por los modelos culturales de la sociedad de consumo y de la sociedad del espectáculo.

Y añade este teólogo italiano: “Quien tiene algo que dar y quiera trabajar por el rescate de la generación será bienvenido, cualquiera que sea el pueblo al que pertenezca. La recuperación de la iniciativa cultural del cristianismo exige, por su parte, desencanto del mundo, cultura impecable y pasión por la cosa”.

Me gustaría ver, en este momento de España, quién rema contra contracorriente. Porque tengo la impresión que hay demasiados que reman a favor de corriente, también con el silencio.

No es un remar fácil contra las coyunturas, o contra lo accidental del momento. Es un remar contra las corrientes profundas que están operando en la historia y que están construyendo permanentemente el templo para el culto de las cuatro figuras de la idolatría cultural postmoderna: la fijación con la juventud, la obsesión del crecimiento como “eros de la acumulación”, la comunicación y  la irreligión de la secularización.

En este sentido, se podría decir que “tienen ojos, pero no ven”. Como señala el teólogo anteriormente citado: “Hay que actualizar toda la crítica del ídolo antiguo. El ídolo postmoderno tiene ojos por todas partes y lo ve todo. Es el panoptikon de un universo concentracionario, del que gestiona el archivo y también la agenda programática; la memoria y los sucesos que hay que crear”.

Por cierto, para que quede claro todo desde el principio voy a recordar un texto del Papa Francisco, impresionante. El pronunciado en el Aula Magna de la Pontificia Facultad de Teología de Cerdeña, Cagliari, el domingo 22 de septiembre de 2013, y dirigido al mundo de la cultura.

 

Dijo el Papa y perdón por la larga cita:

Volvamos a los dos discípulos de Emaús: desilusionados ante la muerte de Jesús, se muestran resignados y buscan huir de la realidad, dejan Jerusalén. Las mismas actitudes las podemos leer también en este momento histórico. Frente a la crisis puede haber resignación, pesimismo hacia toda posibilidad de eficaz intervención. En cierto sentido es un «lavarse las manos» de la dinámica misma del actual recodo histórico, denunciando sus aspectos más negativos con una mentalidad semejante a aquel movimiento espiritual y teológico del siglo II después de Cristo que se denominó «apocalíptico». Nosotros tenemos la tentación, pensar en clave apocalíptica. Esta concepción pesimista de la libertad humana y de los procesos históricos lleva a una especie de parálisis de la inteligencia y de la voluntad. La desilusión lleva también a una especie de fuga, a buscar «islas» o momentos de tregua. Es algo parecido a la actitud de Pilato, el «lavarse las manos». Una actitud que se presenta «pragmática», pero que de hecho ignora el grito de justicia, de humanidad y de responsabilidad social y lleva al individualismo, a la hipocresía, si no a una especie de cinismo. Esta es la tentación que nosotros tenemos delante, si vamos por este camino de la desilusión o de la decepción”.

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