Aniversario de la muerte de Benedicto XVI

El cuerpo del Papa emérito Benedicto XVI en la capilla Mater Ecclesiae.
El cuerpo del Papa emérito Benedicto XVI en la capilla Mater Ecclesiae.

Entre la oferta de películas religiosas durante la pasada Navidad no faltaba la película «Los dos papas», sobre el papa Francisco y Benedicto XVI. Los presenta como hombres de fe y sentido de su alta misión: no están ahí por conveniencias humanas sino porque han sido elegidos por Dios. Buscan en verdad el bien de los hombres con sincero espíritu de servicio: no viven en las nubes sino con los pies en la tierra y la mirada en el Cielo.

No os dejéis confundir

Sin embargo, ese film refleja un dramatismo innecesario, sobre todo cuando vemos a los dos Papas discutir con energía y poca delicadeza, cosa que no se ajusta a la realidad. Tanto Benedicto XVI como Francisco son dos personas educadas, sensibles y respetuosas de las personas y con mayor razón entre iguales, además de que coinciden en lo fundamental.

Benedicto XVI ha sido un hombre de Dios y amante de Jesucristo hasta el último momento al decir como un suspiro: «¡Jesús, te amo!». Coincide con aquella respuesta de Pedro al requerimiento de Jesús, Simón, ¿me amas más que estos?, una pregunta dirigida al hombre débil que será también la roca, el hombre fuerte porque se fía de Dios.

 También dejaba un mensaje claro para caminantes a modo de testamento, que habrán considerado con interés el papa Francisco y las personalidades de la Santa Sede : «Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia están confiados a mi servicio: ¡Manteneos firmes en la fe! ¡No os dejéis confundir!/ Por último, pido humildemente: rezad por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados e insuficiencias, me reciba en las moradas eternas».

Razón y libertad

Junto a ese amor a Jesucristo y por eso mismo, Benedicto XVI ha defendido al hombre y su dignidad como imagen de Dios; por eso ha deseado que Dios salve a la razón, porque ha comprobado que tantas veces los hombres se vuelven contra sí mismos desviando su razón de la verdad y llegando a admitir cosas increíbles, como que el embrión en el seno materno no es humano. Sí, Dios salva a la razón sin sustituir a los hombres y exhortándolos a elegir la verdad, el bien, el amor, y por eso elige a hombres como Benedicto XVI y Francisco.

Muchas veces Benedicto XVI pidió no caer en «la dictadura del relativismo» que acaba en el nihilismo estéril, como han demostrado las grandes guerras del siglo XX, desencadenadas por ideologías inhumanas como el comunismo (la «dictadura del proletariado» decía de sí mismo pasando por los gulags) y el nazismo que programó el exterminio de los judíos y de los opositores cristianos al Tercer Reich alemán.

Por eso el pensador no creyente Brendan O’Neill ha destacado en Benedicto XVI su defensa de la razón y de la libertad humana: «Quizás la intuición más importante de Benedicto XVI es que esta dictadura del relativismo supone una negación de la Ilustración (…) había más humanismo en la valiente, y a menudo solitaria, batalla de Benedicto contra la actual tiranía del nihilismo que en la arrogante furia de los nuevos ateos contra la religión»[1]. Y añadía que el ataque posmoderno a la verdad se acomete bajo la apariencia de libertad, es decir, que la amenaza para la razón no procede de la religión sino del relativismo que encierra a cada uno en su torre de marfil.

 

Superar el relativismo

Hay un relativismo moral extendido por nuestras sociedades occidentales que se alimenta del relativismo ontológico aunque no lo parezca a primea vista. El relativismo moral se ha comparado a un cáncer que va minando poco a poco la salud de la sociedad, borrando la frontera entre el bien y el mal, entre la virtud y el vicio, entre la ciencia y la opinión. Dicen algunos que todas las conductas son equivalentes, que cada uno tiene su visión del mundo y sus costumbres, y que todas las opiniones son igualmente respetables, pero eso va contra el sentido común y desvela sus propias contradicciones.

En la realidad nadie actúa así, es decir, no le es indiferente que le digan la verdad o le mientan, que le sean fieles o le traicionen, que respeten sus propiedades o se apoderen de sus bienes, que su hija esté embarazada o que no lo esté. Porque, en verdad, todas las personas son igualmente respetables desde el punto de vista ontológico como seres humanos pero no desde el punto de vista moral porque hay actos buenos y actos malos, que dejan huella profunda en la persona, para bien con las virtudes o para mal con los vicios. Además, la traducción en las leyes tiene importantes consecuencias porque hay delitos que merecen sanción para proteger a la sociedad, hay tribunales para juzgar los delitos, y hay cárceles para protegerse de los ladrones y asesinos, buscando el bien común y la reinserción de los delincuentes.

Importa subrayar que el relativismo moral tiene raíces en el relativismo ontológico, entendiendo por tal la negación de la realidad en su consistencia, leyes y finalidad. Por ejemplo, la desestructuración del matrimonio como si fuera cualquier modo de unión y hubiera muchos tipos de familias, o cambiar engañosamente de sexo porque se lleva en cada célula por más que se modifique la apariencia exterior. Para ello la ideología de género cambia el sentido natural de las palabras hasta hacer irreconocible la realidad, sobre todo lo que se refiere a la antropología humana. Así matrimonio, familia, amor, sexo, aborto o suicidio llegan a significar lo contrario de estas realidades.

Y volviendo a la película sobre los dos Papas considero que se ajusta más a la realidad el diálogo afable de quienes saben escuchar y comprender al prójimo, que una supuesta discusión con posturas cerradas. Precisamente en recuerdo del fallecido Benedicto XVI el cardenal español Cañizares mencionaba que un cierto teólogo citado por el entonces cardenal Ratzinger para que explicara algunos problemas en sus escritos que le decía: «Qué amabilidad, qué dulzura y qué pensamiento tan claro. Dice las verdades sin ofender, ni reñirte, sino todo lo contrario, me he sentido acogido como creyente en la Iglesia»[2]. Una vez más se puede decir que el camino de la Iglesia pasa por el hombre y sostiene una antropología abierta a la esperanza. Por todo ello un recuerdo agradecido a Benedicto XVI en este primer aniversario de su muerte, y feliz año de Paz y Ciencia 2024. 


[1] Cfr. Aceprensa. Enero 2023, p. 12.

[2] Cfr. Aceprensa, p. 13.

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