La luz de una conversión

                Mientras en algunos ambientes eclesiásticos, se prefiere hablar de abrazos, de encuentros, de buenas relaciones con los protestantes, y no hacer la menor referencia a la necesidad de unión con la Iglesia Católica en la que subsiste la Iglesia fundada por Jesucristo, un pastor protestante sueco nos ha dado una buena lección de Fe y de coherencia humana y divina.

 Afirmar con claridad que la conversión  de los protestantes  es verdaderamente una unión, una vuelta a la unidad con la Iglesia católica, como vivió Newman y los que le siguieron y como están viviendo actualmente ese buen número de anglicanos que  piden su ingreso en la Iglesia; es una necesidad teológica, pastoral, vital.

Un pastor protestante, fundador de una comunión pentecostal influyente en Suecia, al anunciar su conversión a la Iglesia Católica, reconoce: “Necesitamos lo que Jesús ha puesto en la Iglesia Católica. Necesito los Sacramentos, necesito el Magisterio, necesito al Papa, necesito la tradición que gestionan. Tengo necesidad de la Iglesia para mi propia salvación”.

Toda conversión es, ciertamente, una luz. Una luz que recibe la persona que se convierte; y una luz que alumbra el entorno en el que esa persona influye, es conocida, etc.

                La conversión de Ulf Ekman esconde, sin duda, una luz especial.  Todo el movimiento ecuménico tiene el sentido de vuelta a la unidad, de retorno de todos los cristianos al seno de la Iglesia Católica.

                Ulf Ekman comentó: “Está muy bien tener una buena relación con personas de diferentes comunidades, superar las diferencias, dejar de enfadarnos. Incluso si no estamos de acuerdo, podemos tener una actitud conciliadora y objetiva. Eso es bueno y necesario. Pero no es suficiente”.

                Algunos eclesiásticos, también dentro de la Iglesia, no se atreverían a decir palabras semejantes, pensando que lo importante es que “nos amemos”, que “nos llevemos bien”, “que nos perdonemos los errores pasados”, o que “es suficiente que cada uno siga en buena fe sus creencias”, que “cualquier creencia vale”, etc.

                Ekman no quiere engañar a nadie: “¿No es suficiente que nos amemos los uno a los otros?, le preguntan. Y responde: “¡Eso mismo dicen las personas que cohabitan y no se casan. Pero Jesús no tiene 20 mil esposas, ni tiene pareja de hecho., sino una relación interna y externa específica con una Esposa: la Iglesia”.

Un precioso ejemplo de “prosélito”, fruto del verdadero “proselitismo” –atraer a la Luz, que es Cristo-  que la Iglesia ejerce día y noche, con palabras y oraciones, clamando al Cielo para que el Señor abra muchos corazones como ha abierto el del pastor Ulf Ekman, “el líder cristiano más dinámico e influyente que hemos tenido en Suecia en el último medio siglo” con palabras del secretario de la Alianza Evangélica de Suecia que respeta el paso dado por Ulf y Birgitta, su esposa, al incorporarse a la Iglesia Católica.

 

 Su camino de acercamiento y de conversión les ha llevado tiempo. Los últimos diez años han ido conociendo más profundamente la Iglesia, el Catecismo de la Iglesia Católica, la Doctrina Social. Siembra de la palabra de Dios, de la sabiduría cristiana, que ha sido regada por el ejemplo de vida de muchos católicos que han conocido. Unas palabras del Papa Francisco a un congreso de pastores pentecostales han sido el empujón final.

Al fin, el Espíritu Santo les hace ver la luz, y descubren, son sus palabras, que:

“La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, una entidad estructurada. Es concreta, no es una nube de gas. El Cuerpo es visible. El modelo es Jesús, que tenía un cuerpo visible durante 30 años.  Además, ¿cómo era al principio? A los carismáticos les encanta decir que volvamos al cristianismo de Hecho de los Apóstoles…, ¡y entonces sólo había una Iglesia!”.

Ulf y Birgitta han descubierto el afán de Cristo de unir a toda la humanidad en un solo pueblo, y han superado así esa mirada horizontal, plana, sociológica, estadística, que tanto deforma  la visión de la misión de Cristo. Son sus palabras: “Sí Jesús no sólo iba a morir por el pueblo sino también para reunir a los hijos dispersos de Dios (…) Jesús murió por eso (…). Creo que está muy fuerte en el corazón de Dios el deseo de que nos unamos”.

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com


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