El Papa no ha dicho eso

Un periodista conocido –y supongo que no será el único- ha hecho una insidiosa afirmación sobre unas palabras del Papa Francisco. Estas son sus palabras escritas:

“Francisco se ha atrevido a decir que cada uno percibe la verdad a partir de sí mismo. “No es necesario creer en Dios, basta con seguir los dictados de tu conciencia”.

Y la última parte de sus líneas van como las he recogido, entre corchetes, en afán –no cabe otra interpretación- de atribuir al Papa semejante despropósito. 

Ni el Papa ha dicho que “no es necesario creer en Dios”;  ni el Papa ha dicho que cada uno forma la verdad a su antojo; ni el Papa ha dicho que has que seguir los dictados de “tu conciencia”, construida lógicamente con toda la subjetividad posible.

El Papa sabe que:  “En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal…El hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón…La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (Concilio Vaticano II,  Gaudium et spes, n. 16)     

Sabiduría sobre la Conciencia, que ya   antes de Jesucristo, vislumbraron hombres como Cícerón, Séneca, Sócrates, etc.

Es cierto que el Papa dijo lo siguiente en la, por tantos motivos, “famosa” entrevista concedida a Scalfari:

“Cada uno de nosotros tiene una visión del Bien y del Mal. Nosotros debemos animar a dirigirse a lo que uno piensa  que es el Bien”

Y después, a la pregunta de Scalfari: “Usted, Santidad, ya lo escribió en la carta que me envió. La conciencia es autónoma, dijo, y cada uno debe obedecer a la propia conciencia. Creo que esta es una de las frases más valientes dichas por un Papa”.

 

El Papa Francisco respondió: “Y lo repito. Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como lo concibe. Bastaría eso para cambiar el mundo”.

Scalfari sabía que estaba poniendo una trampa al Papa; y el Papa –lo reconoce el mismo Scalfari- mordió el anzuelo.

Si se leen las palabras del Papa tal como están escritas, en su sentido más obvio y literal, cabe pensar que hay algo que choca con la doctrina del Magisterio de la Iglesia a lo largo de los siglos. No es ésa la realidad, y mucho menos, la intención de quien las dice. 

Para el Papa, como para cualquier cristiano, queda fuera de discusión la cuestión de si  la Conciencia es o no autónoma.  La Conciencia,  como  luz del hombre para descubrir  el Bien y el Mal en su interior, no puede ser, y de hecho no lo es,  “autónoma”.

Y cuando habla de “conciencia autónoma”,  está diciendo “juicio de conciencia hecho en libertad. Y no “conciencia libre”. Porque la Conciencia, la luz de Dios en el hombre, es la que es; no la establecemos libremente los hombres. Podremos hacer lo que nos venga en gana, es cierto; pero de ahí a “construir una conciencia” hay un abismo que el hombre no puede cruzar.

Sencillamente, porque el hombre, que no se crea a sí mismo, ni se “auto-crea”, jamás se plantearía el problema del “bien y del mal” si no se lo encuentra ya planteado en su interior.  Subjetivamente, autónomamente, el hombre puede llegar a construir una serie de reglas de tráfico social, de “comportamiento con los demás”,  -y aun así, tengo mis dudas- que variará según sus circunstancias y sus intereses; pero que no afectarían en absoluto al interior de su persona.  No serían otra cosa que unas simples “reglas de tráfico”, a las que daría el valor que quisiera darles según el tiempo, el lugar, la conveniencia.

Aun así, el hombre que actúe con esa “conciencia subjetiva” merece lógicamente respeto; en cuanto es persona, no por el “contenido de su conciencia subjetiva”. En caso contrario,  estaríamos en el caso de que hombres como Hitler, Stalin, Pol Pot, asesinos, abortadores, violadores, terroristas,  etc., etc.,  tendrían que ser respetados también por los crímenes cometidos “en su conciencia”.

Por todo esto, pienso que puedo decir  sin falsas interpretaciones como la del periodista, que cuando el Papa Francisco habla de que ha de ser respetada la idea “del bien y del mal” que cada uno tenga; no está diciendo, ni mucho menos, que el hombre que actúa contra la ley de Dios, siguiendo su “conciencia”, actúa bien, que  su acción mereciera respeto, y se pudiera salvar por ello. En absoluto.

Es otra la situación de quienes son conscientes de la realidad de su conciencia, de una verdadera Conciencia objetiva y no construida por el hombre, pero por no conocer a Cristo carecen en ocasiones de luces para hacer un recto juicio de conciencia

. Así lo recuerda la Constitución Lumen Gentium, n. 16, del Vaticano II: “Los que inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia; pero buscan con sinceridad a Dios, y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, por cumplir en las obras su voluntad conocida, por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna”.

Y mucho menos, el Papa Francisco ha dicho jamás esa absurda  -y maliciosa- invención del “periodista”: “No es necesario creer en Dios”. No pasa día en el que el Papa deje de invitarnos a todos a abrir la mente y el corazón a la luz de Dios, a la Luz en Cristo. A creer en Dios, que nos crea y nos ama.

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com


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