Dios y el dinero: ¿qué nos dice la Biblia al respecto?
Cuando tenemos preocupaciones económicas o problemas financieros, podemos presentárselos a Dios con confianza por medio de nuestras oraciones, sabiendo que Él no solo nos cuida, sino que escucha y conoce nuestras necesidades materiales.
Sin embargo, nuestra relación con el dinero no siempre es sencilla, y puede esconder muchos miedos, heridas y creencias que nos impiden vivir con serenidad, por lo que a veces se nos complica invitar a Dios a tomar el control de nuestras finanzas.
A decir verdad, sería bueno preguntarse hasta qué punto le estamos permitiendo involucrarse en nuestros asuntos económicos: ¿acaso acudimos a Él para que nos ayude con la gestión de nuestro dinero?... También es necesario pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine, para que podamos entender cuál es el lugar que ocupa el dinero en nuestras vidas y lo que significa para nosotros, ayudándonos también a determinar cuál es nuestra relación con la limosna y con los necesitados.
A continuación, algunos versículos bíblicos que nos darán un poco de luz al respecto:
“No se dejen llevar de la avaricia, y conténtense con lo que tienen, porque el mismo Dios ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré” (Heb. 13,5).
“La riqueza adquirida de golpe no dura, pero el que junta poco a poco, la acrecienta” (Prov. 13.11).
“Honra al Señor con tus bienes y con las primicias de todas tus ganancias: así tus graneros se llenarán de trigo y tus lagares desbordarán de vino nuevo” (Prov. 3,9-10).
“Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al dinero” (Mat. 6,24).
«Cuídense de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas» (Luc. 12.15).Pidamos a Dios la sabiduría necesaria para gestionar nuestras finanzas con su ayuda, reconociendo que, como dice su Palabra, todo aquello que tenemos lo hemos recibido (1 Cor. 4,7), pues solo así podremos percibir y acoger nuestro dinero como una bendición para nosotros y para nuestro prójimo.
Escrito por: Alice Ollivier
Traducido y adaptado del francés por: Sharael Sánchez Ochoa
Artículo en colaboración con Hozana.org |