Sobre "La Sociedad de la nieve" y algunas omisiones religiosas de Bayona

La sociedad de la nieve.
La sociedad de la nieve.

Lo primero que tengo que decir es que la película "La Sociedad de la nieve" de Juan Antonio Bayona, que vuelve a recordar el accidente aéreo uruguayo en la cordillera de los Andes en 1972, en el que sobrevivieron 16 de las 45 personas que iban a bordo, es una gran producción.

Los sentimientos de desolación, duda, miedo, tristeza, compañerismo, lucha y superación que reflejan los actores, el hilo de la historia y las impresionantes escenas en la majestuosa montaña nevada, configuran una película digna de ver. Además, los supervivientes que están todavía vivos actualmente, 14 de los 16, y las familias de los fallecidos, han quedado muy satisfechos. 

"La Sociedad de la nieve" es la quinta película del director catalán en las salas de cine. Se trata del tercer largometraje sobre el mayor accidente aéreo de 1972 y está basado en la novela homónima de Pablo Vierci. La película representará a España en la 96.ª edición de los Premios Oscar. 

Sin embargo, aunque la película evidencia la destacada fe religiosa de la gran mayoría de  los supervivientes, Bayona ha declarado que, aunque ha respetado las creencias católicas de todos ellos, "para mí hay una filosofía más espiritual que religiosa. Se trataba de encontrarse a uno mismo en la montaña y dejar atrás lo aprendido para adaptarse a las circunstancias". 

Pues tengo que decir que, aunque ciertamente "el milagro de los Andes" refleja compañerismo, amor, apego y ayuda mutua, "La Sociedad de la nieve" fue una comunidad de muchachos muy jóvenes profundamente católicos. Carlitos Páez rezaba el rosario todos los días, y muchos de ellos han declarado que pedían ayuda diaria a la Virgen. Los que morían, lo hacían en paz, inundados del amor de Dios y de sus compañeros. 

Y he leído que fue Pedro Algorta, uno de los supervivientes, que como católico, recurrió a su fe para romper el tabú de comer carne humana para sobrevivir. "¿No es el sacramento de la comunión justamente eso, comer el cuerpo de Jesucristo para recibir a Dios y la vida eterna en nuestros corazones? Nuestros amigos habían muerto para que nosotros siguiéramos viviendo. Teníamos la obligación de alimentarnos de su carne. No era simple canibalismo, sino un acto de amor descomunal". Este argumento tan imponente creo que era imprescindible haberlo destacado en la película. Fue determinante. 

Esta maravillosa frase eucarística es lo que terminó de convencer a Liliana Navarro de Methol a alimentarse de los cuerpos de sus amigos muertos por el gran deseo que tenía de volver a ver a sus cuatro hijos. Ella fue una "santa y una madre para todos", como así la definieron sus compañeros, y fue una de las ocho personas que falleció a los pocos días del accidente a consecuencia del alud que sepultó el avión. 

Su últimos días en la montaña me parecen también dignos de destacar, y es una historia que tampoco refleja Bayona. Liliana pasa desapercibida. 

Gustavo Zerbino, otro de los supervivientes, declaró: "Creo en Dios. En la montaña, en esa montaña gigantesca, el hombre se empequeñece. Es tan pequeño, todo en la mente se relativiza y estás en un estado de contemplación que la presencia de Dios es muy grande. El Dios que conocimos en los Andes era un Dios bondadoso, que quería lo mejor para nosotros. Le pedíamos fuerza a la Virgen María. Le rezábamos todas las noches, todas las noches, para no dormirnos y morirnos congelados. Le pedíamos fuerza, le pedíamos paz". 

 

Todas estas manifestaciones de fe y esperanza conmueven. 

El Papa Francisco, con motivo de los cincuenta años del accidente, envió el 13 de octubre de 2022 un telegrama a los supervivientes de la tragedia aérea, en la que invitó a todos ellos a seguir “siendo artífices y profetas de esperanza”.

Cuando les rescataron, el papa del momento, Pablo VI, les envió un telegrama en el que, según cuentan los supervivientes, les decía que Dios había puesto al hombre en la tierra para vivir, no para morir, y que de no haber ingerido esa carne, se podría haber considerado como un suicidio. 

Felicito a Bayona que opta por honrar a los muertos en la figura de Numa Turcatti, el último de los tripulantes del vuelo 571 que falleció antes de que el grupo fuera rescatado porque según sus compañeros, fue un ser extraordinario que ayudó en todo momento al grupo. Murió pesando 25 kilos. Tenía la espalda llena de unas escaras impresionantes que debían expulsar medio litro de pus al día y jamás se quejó. 

Tras su muerte, el propio Zerbino pudo leer el mensaje que tenía guardado para el grupo: "No hay amor más grande que él que dio la vida por sus amigos". Sobrecoge, y esta frase sí que la destaca Bayona. Por cierto, es una frase de Jesús de Nazaret. 

Zenón de Elea. 

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