Santoral Romano

¿Qué santos se celebran hoy, martes 27 de febrero de 2024? Consulta aquí el santoral

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Hoy se celebra la fiesta de San Gabriel de la Dolorosa, clérigo pasionista
Hoy se celebra la fiesta de San Gabriel de la Dolorosa, clérigo pasionista
  1. San Gabriel de la Dolorosa, clérigo pasionista
  2. Beata María Caridad Brader
  3. Otros santos

Santoral del martes 27 de febrero de 2024: 

Santos principales:

San Gabriel de la Dolorosa, clérigo pasionista

Nacido en Asís en 1838, Francisco Possenti (nombre de pila) se unió a la Congregación de la Pasión de Jesucristo y se convirtió en un gran predicador y promotor de la devoción a la Virgen Dolorosa. Es conocido por su celo apostólico, su amor a la Eucaristía y su entrega a los pobres. Fue canonizado en 1920 y es considerado patrono de la juventud.

A los 4 años quedó huérfano de madre. El papá, que era un excelente católico, se preocupó por darle una educación esmerada, mediante la cual logró ir dominando su carácter fuerte que era muy propenso a estallar en arranques de ira y de mal genio.

Tuvo la suerte de educarse con dos comunidades de excelentes educadores: los Hermanos Cristianos y los Padres Jesuitas; y las enseñanzas recibidas en el colegio le ayudaron mucho para resistir los ataques de sus pasiones y de la mundanalidad.

El joven era sumamente esmerado en vestirse a la última moda. Y sus facciones elegantes y su fino trato, a la vez que su rebosante alegría y la gran agilidad para bailar, lo hacían el preferido de las muchachas en las fiestas. Su lectura favorita eran las novelas, pero le sucedía como en otro tiempo a San Ignacio, que al leer novelas, en el momento sentía emoción y agrado, pero después le quedaba en el alma una profunda tristeza y un mortal hastío y abatimiento. Sus amigos lo llamaban "el enamoradizo". Pero los amores mundanos eran como un puñal forrado con miel". Dulces por fuera y dolorosos en el alma.

En una de las 40 cartas que de él se conservan, le escribe a un antiguo amigo, cuando ya se ha entrado de religioso: "Mi buen colega; si quieres mantener tu alma libre de pecado y sin la esclavitud de las pasiones y de las malas costumbres tienes que huir siempre de la lectura de novelas y del asistir a teatros donde se dan representaciones mundanas. Mucho cuidado con las reuniones donde hay licor y con las fiestas donde hay sensualidad y huye siempre de toda lectura que pueda hacer daño a tu alma. Yo creo que si yo hubiera permanecido en el mundo no habría conseguido la salvación de mi alma. ¿Dirás que me divertí bastante? Pues de todo ello no me queda sino amargura, remordimiento y temor y hastío. Perdóname si te di algún mal ejemplo y pídele a Dios que me perdone también a mí".

Al terminar su bachillerato, y cuando ya iba a empezar sus estudios universitarios, Dios lo llamó a la conversión por medio de una grave enfermedad. Lleno de susto prometió que si se curaba de aquel mal, se iría de religioso. Pero apenas estuvo bien de salud, olvidó su promesa y siguió gozando del mundo.

Un año después enferma mucho más gravemente. Una laringitis que trata de ahogarlo y que casi lo lleva al sepulcro. Lleno de fe invoca la intercesión de un santo jesuita martirizado en las misiones y promete irse de religioso, y al colocarse una reliquia de aquel mártir sobre su pecho, se queda dormido y cuando despierta está curado milagrosamente. Pero apenas se repone de su enfermedad empieza otras vez el atractivo de las fiestas y de los enamoramientos, y olvida su promesa. Es verdad que pide ser admitido como jesuita y es aceptado, pero él cree que para su vida de hombre tan mundano lo que está necesitando es una comunidad rigurosa, y deja para más tarde el entrar a una congregación de religiosos.

 

Estalla la peste del cólera en Italia. Miles y miles de personas van muriendo día por día. Y el día menos pensado muere la hermana que él más quiere. Considera que esto es un llamado muy serio de Dios para que se vaya de religioso. Habla con su padre, pero a éste le parece que un joven tan amigo de las fiestas mundanas se va a aburrir demasiado en un convento y que la vocación no le va a durar quizá ni siquiera unos meses.

Pero un día asiste a una procesión con la imagen de la Virgen Santísima. Nuestro joven siempre le ha tenido una gran devoción a la Madre de Dios (y probablemente esta devoción fue la que logró librarlo de las trampas del mundo) y en plena procesión levanta sus ojos hacia la imagen de la Virgen y ve que Ella lo mira fijamente con una mirada que jamás había sentido en su vida. Ante esto ya no puede resistir más. Se va a donde su padre a rogarle que lo deje irse de religioso. El buen hombre le pide el parecer al confesor de su hijo, y recibida la aprobación de este santo sacerdote, le concede el permiso de entrar a una comunidad bien rígida y rigurosa, los Padres Pasionistas.

Al entrar de religioso se cambia el nombre y en adelante se llamará Gabriel de la Dolorosa. Gabriel, que significa: el que lleva mensajes de Dios. Y de la Dolorosa, porque su devoción mariana más querida consiste en recordar los siete dolores o penas que sufrió la Virgen María. Desde entonces será un hombre totalmente transformado.

Gabriel había gozado siempre de muchas comodidades en la vida y le había dado gusto a sus sentidos y ahora entra a una comunidad donde se ayuna y donde la alimentación es tosca y nada variada. Los primeros meses sufre un verdadero martirio con este cambio tan brusco, pero nadie le oye jamás una queja, ni lo ve triste o disgustado.

Gabriel lo que hacía, lo hacía con toda el alma. En el mundo se había dedicado con todas sus fuerzas a las fiestas mundanas, pero ahora, entrado de religioso, se dedicó con todas las fuerzas de su personalidad a cumplir exactamente los Reglamentos de su Comunidad. Los religiosos se quedaban admirados de su gran amabilidad, de la exactitud total con la que cumplía todo lo que se le mandaba, y del fervor impresionante con el que cumplía sus prácticas de piedad.

Su vida religiosa fue breve. Apenas unos seis años. Pero en él se cumple lo que dice el Libro de la Sabiduría: "Terminó sus días en breve tiempo, pero ganó tanto premio como si hubiera vivido muchos años".

Su naturaleza protestaba porque la vida religiosa era austera y rígida, pero nadie se daba cuenta en lo exterior de las repugnancias casi invencibles que su cuerpo sentí ante las austeridades y penitencias. Su director espiritual sí lo sabía muy bien.

Al empezar los estudios en el seminario mayor para prepararse al sacerdocio, leyó unas palabras que le sirvieron como de lema para todos sus estudios, y fueron escritas por un sabio de su comunidad, San Vicente María Strambi. Son las siguientes: "Los que se preparan para ser predicadores o catequistas, piensen mientras estudian, que una inmensa cantidad de pobres pecadores les suplica diciendo: por favor: prepárense bien, para que logren llevarnos a nosotros a la eterna salvación". Este consejo tan provechoso lo incitó a dedicarse a los estudios religiosos con todo el entusiasmo de su espíritu.

Cuando ya Gabriel está bastante cerca de llegar al sacerdocio le llega la terrible enfermedad de la tuberculosis. Tiene que recluirse en la enfermería, y allí acepta con toda alegría y gran paciencia lo que Dios ha permitido que le suceda. De vómito de sangre en vómito de sangre, de ahogo en ahogo, vive todo un año repitiendo de vez en cuando lo que Jesús decía en el Huerto de los Olivos: "Padre, si no es posible que pase de mí este cáliz de amargura, que se cumpla en mí tu santa voluntad".

La Comunidad de los Pasionistas tiene como principal devoción el meditar en la Santísima Pasión de Jesús. Y al pensar y repensar en lo que Cristo sufrió en la Agonía del Huerto, y en la Flagelación y coronación de espinas, y en la Subida al Calvario con la cruz a cuestas y en las horas de mortal agonía que el Señor padeció en la Cruz, sentía Gabriel tan grande aprecio por los sufrimientos que nos vuelven muy semejantes a Jesús sufriente, que lo soportaba todo con un valor y una tranquilidad impresionantes.

Pero había otra gran ayuda que lo llenaba de valor y esperanza, y era su fervorosa devoción a la Madre de Dios. Su libro mariano preferido era "Las Glorias de María", escrito por San Alfonso, un libro que consuela mucho a los pecadores y débiles, y que aunque lo leamos diez veces, todas las veces nos parece nuevo e impresionante. La devoción a la Sma. Virgen llevó a Gabriel a grados altísimos de santidad.

A un religioso le aconsejaba: "No hay que fijar la mirada en rostros hermosos, porque esto enciende mucho las pasiones". A otro le decía: "Lo que más me ayuda a vivir con el alma en paz es pensar en la presencia de Dios, el recordar que los ojos de Dios siempre me están mirando y sus oídos me están oyendo a toda hora y que el Señor pagará todo lo que se hace por él, aunque sea regalar a otro un vaso de agua".

Y el 27 de febrero de 1862, después de recibir los santos sacramentos y de haber pedido perdón a todos por cualquier mal ejemplo que les hubiera podido dar, cruzó sus manos sobre el pecho y quedó como si estuviera plácidamente dormido. Su alma había volado a la eternidad a recibir de Dios el premio de sus buenas obras y de sus sacrificios. Apenas iba a cumplir los 25 años.

Poco después empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y en 1926 el Sumo Pontífice lo declaró santo, y lo nombró Patrono de los Jóvenes laicos que se dedican al apostolado.

Beata María Caridad Brader

Caridad Brader, hija de Joseph Sebastián Brader y de María Carolina Zahner, nació el 14 de agosto de 1860 en Kaltbrunn, St. Gallen (Suiza). Fue bautizada al día siguiente con el nombre de María Josefa Carolina.

Dotada de una inteligencia poco común y guiada por las sendas del saber y la virtud por una madre tierna y solícita, la pequeña Carolina moldeaba su corazón mediante una sólida formación cristiana, un intenso amor a Jesucristo y una tierna devoción a la Virgen María.

Conocedora del talento y aptitudes de su hija, su madre procuró darle una esmerada educación. En la escuela de Kaltbrunn hizo, con gran aprovechamiento, los estudios de la enseñanza primaria; y en el instituto de María Hilf de Altstätten, dirigido por una comunidad de religiosas de la Tercera Orden Regular de san Francisco, los de enseñanza media.

Cuando el mundo se abría ante ella atrayéndola con todos sus halagos, la voz de Cristo empezó a hacer eco en su corazón y decidió abrazar la vida consagrada. Esta elección de vida, como era previsible, provocó en primera instancia la oposición de su madre, dado que ésta era viuda y Carolina su única hija.

El 1 de octubre de 1880 ingresó en el convento franciscano de clausura «María Hilf», en Altstätten, que regentaba un colegio como servicio necesario a la Iglesia católica de Suiza.

El primero de marzo de 1881 vistió el hábito de Franciscana, recibiendo el nombre de María Caridad del Amor del Espíritu Santo. El 22 de agosto del siguiente año emitió los votos religiosos. Dada su preparación pedagógica, fue destinada a la enseñanza en el colegio adosado al monasterio.

Abierta la posibilidad para que las religiosas de clausura pudieran dejar el monasterio y colaborar en la extensión del Reino de Dios, los obispos misioneros, a finales del siglo XIX, se acercaron a los conventos en busca de monjas dispuestas a trabajar en los territorios de misión.

Monseñor Pedro Schumacher, celoso misionero de san Vicente de Paúl y Obispo de Portoviejo (Ecuador) escribió una carta a las religiosas de María Hilf, pidiendo voluntarias para trabajar como misioneras en su diócesis.

Las religiosas respondieron con entusiasmo a esta invitación. Una de las más entusiastas para marchar a las misiones era la Madre Caridad Brader. La beata María Bernarda Bütler, superiora del convento que encabezará el grupo de las seis misioneras, la eligió entre las voluntarias diciendo: «A la fundación misionera va la madre Caridad, generosa en sumo grado, que no retrocede ante ningún sacrificio y, con su extraordinario don de gentes y su pedagogía podrá prestar a la misión grandes servicios».

El 19 de junio de 1888 la Madre Caridad y sus compañeras emprendieron el viaje hacia Chone, Ecuador. En 1893, después de duro trabajo en Chone y de haber catequizado a innumerables grupos de niños, la Madre Caridad fue destinada para una fundación en Túquerres, Colombia.

Allí desplegó su ardor misionero: amaba a los indígenas y no escatimaba esfuerzo alguno para llegar hasta ellos, desafiando las embravecidas olas del océano, las intrincadas selvas y el frío intenso de los páramos. Su celo no conocía descanso. Le preocupaban sobre todo los más pobres, los marginados, los que no conocían todavía el evangelio.

Ante la urgente necesidad de encontrar más misioneras para tan vasto campo de apostolado, apoyada por el padre alemán Reinaldo Herbrand, fundó en 1894 la Congregación de Franciscanas de María Inmaculada. La Congregación se surtió al inicio de jóvenes suizas que, llevadas por el celo misionero, seguían el ejemplo de la Madre Caridad. A ellas se unieron pronto las vocaciones autóctonas, sobre todo de Colombia, que engrosaron las filas de la naciente Congregación y se extendieron por varios países.

La Madre Caridad, en su actividad apostólica, supo compaginar muy bien la contemplación y la acción. Exhortaba a sus hijas a una preparación académica eficiente pero «sin que se apague el espíritu de la santa oración y devoción». «No olviden —les decía— que cuanto más instrucción y capacidad tenga la educadora, tanto más podrá hacer a favor de la santa religión y gloria de Dios, sobre todo cuando la virtud va por delante del saber. Cuanto más intensa y visible es la actividad externa, más profunda y fervorosa debe ser la vida interior».

Encauzó su apostolado principalmente hacia la educación, sobre todo en ambientes pobres y marginados. Las fundaciones se sucedían donde quiera que la necesidad lo requería. Cuando se trataba de cubrir una necesidad o de sembrar la semilla de la Buena Nueva, no existían para ella fronteras ni obstáculo alguno.

Alma eucarística por excelencia, halló en Jesús Sacramentado los valores espirituales que dieron calor y sentido a su vida. Llevada por ese amor a Jesús Eucaristía, puso todo su empeño en obtener el privilegio de la Adoración Perpetua diurna y nocturna, que dejó como el patrimonio más estimado a su comunidad, junto con el amor y veneración a los sacerdotes como ministro de Dios.

Amante de la vida interior, vivía en continua presencia de Dios. Por eso veía en todos los acontecimientos su mano providente y misericordiosa y exhortaba a los demás a «Ver en todo la permisión de Dios, y por amor a Él, cumplir gustosamente su voluntad». De ahí su lema: «Él lo quiere», que fue el programa de su vida.

Como superiora general, fue la guía espiritual de su Congregación desde 1893 hasta el 1919 y de 1928 hasta el 1940, año en el que manifestó, en forma irrevocable, su decisión de no aceptar una nueva reelección. A la superiora general elegida le prometió filial obediencia y veneración. En 1933 tuvo la alegría de recibir la aprobación pontificia de su Congregación.

A los 82 años de vida, presintiendo su muerte, exhortaba a sus hijas: «Me voy; no dejen las buenas obras que tiene entre manos la Congregación, la limosna y mucha caridad con los pobres, grandísima caridad entre las Hermanas, la adhesión a los obispos y sacerdotes».

El 27 de febrero de 1943, sin que se sospechara que era el último día de su vida, dijo a la enfermera: «Jesús, ...Me muero». Fueron las últimas palabras con las que entregó su alma al Señor.

Apenas se divulgó la noticia de su fallecimiento, comenzó a pasar ante sus restos mortales una interminable procesión de devotos que pedían reliquias y se encomendaban a su intercesión.

Los funerales tuvieron lugar el 2 de marzo de 1943, con la asistencia de autoridades eclesiásticas y civiles y de una gran multitud de fieles, que decían: «ha muerto una santa».

Después de su muerte, su tumba ha sido meta constante de devotos que la invocan en sus necesidades.

Las virtudes que practicó se conjugan admirablemente con las características que su Santidad Juan Pablo II destaca en su Encíclica «Redemptoris Missio» y que deben identificar al auténtico misionero. Entre ellas, como decía Jesús a sus apóstoles: «la pobreza, la mansedumbre y la aceptación de los sufrimientos».

La Madre Caridad practicó la pobreza según el espíritu de san Francisco y mantuvo durante toda la vida un desprendimiento total. Como misionera en Chone, experimentó el consuelo de sentirse auténticamente pobre, al nivel de la gente que había ido a instruir y evangelizar. Entre los valores evangélicos que como fundadora se esforzó por mantener en la Congregación, la pobreza ocupaba un lugar destacado.

La aceptación de los sufrimientos, según el Papa, son un distintivo del verdadero misionero. !Qué bien encontramos realizado este aspecto en la vida espiritual de la Madre Caridad! Su vida se deslizó día tras día bajo la austera sombra de la cruz. El sufrimiento fue su inseparable compañero y lo soportó con admirable paciencia hasta la muerte.

Otro aspecto de la vida misionera que destaca el Papa es la alegría interior que nace de la fe. También la Madre Caridad vivió intensamente esa alegría en medio de su vida austera. Era alegre de ánimo y quería que todas su hijas estuvieran contentas y confiaran en el Señor.

Estas y muchas otras virtudes fueron reconocidas por la Congregación de las Causas de los Santos y aprobadas como primer paso para llegar a la Beatificación. Se diría que Dios ha querido ratificar la santidad de la Madre Caridad con un admirable milagro concedido por su intercesión en favor de la niña Johana Mercedes Melo Díaz. Una encefalitis aguda había producido un daño cerebral que le impedía el habla y la deambulación. Al término de una novena que hizo su madre con fe viva y profunda devoción, la niña pronunció las primeras palabras llamando a su madre y comenzó a caminar espontáneamente, adquiriendo en poco tiempo la normalidad. Hoy, está aquí para agradecer a la Madre Caridad en su solemne Beatificación.

Otros santos

  • San Baldomero, abad: Fundó el monasterio de San Julián de Samos en Galicia en el siglo VI. Es conocido por su sabiduría y por su labor evangelizadora.
  • San Leandro de Sevilla, obispo: Hermano de San Isidoro de Sevilla, fue un importante obispo del siglo VI. Defendió la fe católica contra el arrianismo y contribuyó a la conversión de los visigodos.
  • San Teodoro, obispo de Tiro: Sufrió martirio durante la persecución de Diocleciano. Se le conoce por su defensa de la ortodoxia cristiana.
  • San Julián, obispo de Le Mans: Obispo del siglo IV, es conocido por su caridad y por su defensa de los pobres.
  • San Maximiliano, obispo de Constantinopla: Patriarca de Constantinopla en el siglo VI, defendió la independencia de la Iglesia frente al poder imperial.
  • San Lucio, papa: Papa del siglo III, fue martirizado durante la persecución de Diocleciano.
  • San Agatángelo, mártir: Mártir del siglo IV, fue quemado vivo por su fe cristiana.
  • San Conrado de Piacenza, obispo: Obispo del siglo XII, es conocido por su reforma de la vida religiosa.
  • Santa Margarita de Cortona, penitente: Convertida de una vida pecaminosa, se convirtió en una terciaria franciscana y dedicó su vida a la penitencia y la oración. Es conocida por su gran amor a Dios y por su intercesión por las almas del purgatorio.
  • Beato Andrés de Phú Yên, presbítero y mártir: Mártir vietnamita del siglo XVII, fue decapitado por su fe cristiana.
  • Beata María Teresa Haze, virgen y fundadora: Fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa María. Es conocida por su dedicación a la educación y a la atención de los pobres.

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