Del patriarca de los caldeos al Concilio panortodoxo

El 31 de enero, el prelado iraquí dirige la petición al Papa, tras la celebración del sínodo, presidido en nombre de Benedicto XVI por el Cardenal Leonardo Sandri, Prefecto la Congregación para las Iglesias Orientales: "después de la invocación al Espíritu Santo y la súplica de la intercesión de la Santísima Madre de Dios, en un ambiente de serena participación, fui elegido patriarca de la Iglesia caldea, para suceder al cardenal Emmanuel III Delly, quien con valentía y celo guió la Iglesia caldea en un periodo particularmente delicado de su historia (...) Imploro a Vuestra Santidad la Ecclesiastica Communio, prometiendo ser fiel a Nuestro Señor en el anuncio de la Buena Nueva y trabajar por la unidad y la concordia, además de guiar con celo y dedicación a su rebaño a mí confiado".

No falta una confesión expresa de fidelidad, veneración, obediencia y devoción filial hacia el sucesor de san Pedro, príncipe de los apóstoles. Y la petición de la bendición del santo Padre para "todos los pastores y los fieles de la Iglesia caldea, que, con coraje, esperanza y un vivo testimonio, afrontan la cotidianidad en la madre patria o en la diáspora".

En su respuesta, Benedicto XVI expresa su alegría, y acompaña el acto canónico con su "fraterna caridad en Cristo", así como con la petición de la gracia y bendición divina: "que Él le ilumine al proclamar incansablemente el Evangelio en la tradición viva que se remonta a Santo Tomás Apóstol. El Pastor Bueno y Eterno le sostenga en la fe de los Padres y le conceda el ardor de los mártires de ayer y de hoy para custodiar el patrimonio espiritual y litúrgico de la venerable Iglesia caldea, como su Pater et Caput. Que su ministerio conforte a los cristianos caldeos en la madre patria y en la diáspora, y también a todos los católicos y cristianos que viven en la tierra de Abraham, como estímulo para la reconciliación, la aceptación mutua y la paz para la población iraquí".

La documentación se completa con la carta, en lengua latina, en que Benedicto XVI nombra delegado al Cardenal Sandri, para presidir la celebración litúrgica de la confirmación pública de la mencionada communio, en la que se reiteran las ideas centrales.

Son tiempos duros para los cristianos en Oriente. A tantos problemas, se unía a comienzos del pasado diciembre la muerte del patriarca ortodoxo de Antioquía y todo Oriente, Ignacio IV Hazim. Falleció en Beirut, donde vivía por razones de salud, mientras una contienda fratricida está destruyendo Siria, el país donde nació y donde fue elegido patriarca hace 33 años.

Acostumbrados a pensar en los católicos, podemos olvidar quizá a esas iglesias ortodoxas, especialmente las que tienen sucesión directa de los apóstoles, como las de Constantinopla, Alejandría o Jerusalén; aparte de las de Rusia, Serbia, Rumania, Bulgaria y Georgia. Tal vez llega el momento de la celebración del gran concilio panortodoxo, que se viene preparando desde hace más de 50 años, pero se retrasa una y otra vez por cuestiones de primacía. El tono espiritual y humano de la elección del patriarca caldeo podría marcar un ambiente, para sumar fuerzas en medio de las tremendas dificultades del mundo actual.

En esa línea se planteó el simposio celebrado en el Instituto teológico ortodoxo de Saint-Serge (París) el pasado mes de octubre. La reunión fue organizada conjuntamente con el Centro de investigación ecuménico de Lovaina, en colaboración con la revista de teología ortodoxa "Contacts" y el Colegio de los Bernardinos de París: un programa con una dimensión ecuménica a la altura de los tiempos, que ha renovado la esperanza en el concilio panortodoxo.

 
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