También judíos, musulmanes y agnósticos despiden a Benedicto XVI

Mucho se ha escrito estos últimos días, y es difícil añadir nada. Pero me han parecido interesantes algunas entrevistas, como las de Avvenire el 13 de febrero y las de Le Monde el último día de ese mes. Muestran el respecto y afecto de personalidades muy distintas, como Gilles Bernheim, Gran Rabino de Francia, cuyo ensayo sobre el "matrimonio gay, la homoparentalidad y la adopción" fue citado extensamente por Benedicto XVI en la felicitación de Navidad a los miembros de la Curia el 21 de diciembre pasado; o el teólogo musulmán Mustafa Ceric, Gran Mufti de Serbia desde 1993 hasta 2012, que encabezó la correspondiente delegación en el primer foro musulmán-católica, celebrado en Roma en 2008; o, en fin, la conocida escritora francesa de origen búlgaro Julia Kristeva.

Todos se caracterizan, lógicamente, por tener en primer plano sus respectivas convicciones. A alguno pueden parecer sus palabras demasiado replegadas en sí mismas, pero es preciso comprender fenómenos antiguos y recientes relacionados con islamofobia y antisemitismo. En cualquier caso, reflejan una actitud positiva, que contrasta con la ceguera de ciertos católicos disidentes, un tanto arcaicos en sus sedicentes posturas avanzadas.

Gilles Bernheim subraya la contribución del Papa emérito al diálogo judeo-cristiano. Le ha admirado la voluntad de Benedicto XVI de ampliar "los gestos destacados de Juan Pablo II con respecto al pueblo judío para convertir una excepción en una tradición, que será de ahora en adelante la de la Iglesia". Recuerda en concreto cómo, "en medio de la polémica por el levantamiento de la excomunión de un obispo integrista y la beatificación de Pío XII -cuestionado por su actitud durante la Shoah‑, fue a la sinagoga de Roma, y también a las de Colonia y Nueva York, y viajó a Jerusalén". Y no olvida que "Benedicto XVI no sólo ha hablado del judaísmo: ha tratado personalmente a muchos judíos".

El teólogo musulmán Mustafa Ceric ofrece un balance positivo del diálogo interreligioso durante el pontificado de Benedicto XVI. Como no podía ser menos, la entrevista arranca con la polémica desatada a partir de una frase incidental de su lección en Ratisbona en septiembre de 2006: "Se puede decir que, al cabo, esta frase sobre el Islam ha producido una energía positiva". Llevó a 138 intelectuales musulmanes a firmar una carta que planteaba trabajar juntos basados en la paz y la justicia en torno al amor de Dios. "Benedicto XVI visitó pronto Turquía e, incluso, la mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén. Demostró que estaba abierto al diálogo".

Ante el fenómeno del fundamentalismo musulmán, Ceric responde que "el miedo es la enfermedad de nuestro tiempo. Todo el mundo tiene miedo de todo el mundo. Pero es cierto que hay que tomar en serio los debates que se desarrollan hoy en el mundo musulmán sobre la libertad, la religión y las relaciones con el Estado". No oculta que "los musulmanes tienen también sus propios miedos frente a la evangelización cristiana". Y afirma que en el siglo XXI se impondrá el diálogo interreligioso: "nadie tiene el monopolio del miedo, nadie tiene el monopolio del sufrimiento, nadie tiene el monopolio de la verdad". En definitiva, "no hay alternativa a la libertad religiosa".

Finalmente, para Julia Kristeva, Benedicto XVI, como teólogo y filósofo, es también un gran europeo que "con su obra, ha aportado esperanza a una Europa en crisis". El Papa ayudó mucho a que el mundo avanzase hacia la paz: "tuve esa clara impresión en Asís, durante la reunión conmemorativa de 2011, a la que invitó por primera vez de manera oficial y nos dio la palabra a un grupo de no creyentes. Entendimos que se cerraba el tiempo de la sospecha, la duda, la incertidumbre entre creyentes y no creyentes". Esa actitud de fondo "es indispensable para la existencia de Europa y para pensar juntos las heridas de Europa. Es un gran mensaje, no sólo para el próximo Papa, pero también para todas las nuevas generaciones de europeos".

Durante su intervención en Asís, recuerda Kristeva, "pronunció una frase que permanecerá siempre grabada en mi memoria: nadie es propietario de la verdad". "Su profundidad filosófica y su gran humildad constituyen una gran herencia para el futuro de Europa, en la línea del encuentro del humanismo cristiano con el humanismo secularizado".

Desde perspectivas muy distintas, alegra comprobar que ha calado en primeras figuras la honda apuesta de Joseph Ratzinger por el diálogo entre los hombres, el mutuo enriquecimiento de fe y razón, la amistad entre religión y cultura, el respeto de caminos diversos de buscar a Dios.

 
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